¡Viva España, coño!

Motivos no le faltan, desde luego, porque el ministro tiene carisma, personalidad, presencia, don de gentes…como dirían las castizas y demás: está como un tren, hay que reconocerlo. A nadie deja indiferente. Los problemas de Ucrania y Rusia, recrudecidos, nos inquietan y espantan. También la oleada de terrorismo yihadista; los degollamientos en directo, esa jaula con un hombre quemado vivo nos sobrecoge y nos alerta sobre la condición del mundo que nos toca vivir. El ascenso de PODEMOS, las triquiñuelas de Monedero que hacen temblar al grupo –sálvese quién pueda- En fin, por no hablar de los cientos y cientos de casos de corrupción, a diestra y a siniestra, mientras el pueblo sigue “pasmao”. También por el frío.

Es triste darse cuenta de que la evolución del ser humano ha servido para muy poco porque el mundo no cambia por más que nos empeñemos. La historia reciente nos pinta un panorama desolador para demostrarnos que la condición humana es perversa y cruel. Corría el año 1982 cuando en Sabra y Chatila, Líbano, unos israelíes pertenecientes a las “falanges cristianas” iluminaron con reflectores, lo que sería para ellos un sangriento matadero de vidas humanas. Allí, sin control, indiscriminadamente, fueron decapitando cabezas, hendiendo dagas en corazones infantiles, amputando miembros salvajemente, en medio de los gritos de terror de aquellos inocentes que vieron asombrados cómo se les segó la vida de repente y cogidos por sorpresa.

Han pasado 33 años desde entonces y aquellas atrocidades siguen hoy vigentes a manos de verdugos oficiales de gobiernos malditos.

Antes, a los cabecillas de estos mandatos sangrientos, se les tildaba de locos, como a Hilter, como a Pinochet, que iba a misa diariamente y comulgaba, con la conciencia muy tranquila. Como a tantos otros dirigentes africanos que, todavía, visten armiño y caminan bajo palio, y a lomos de sus esclavos. Como Gadafi, cruel y despiadado, desaparecido ya, pero que no impidió ser honrado por el presidente español de turno cuando visitó España.

Hoy, se cometen las mismas atrocidades para acabar con el terrorismo internacional. Con armas y oficialidad. Por orden ministerial.

Occidente vive inmerso en una doble moral institucionalizada que nos desconcierta y escandaliza. También, para que no olvidemos nuestras efemérides nacionales, recordaremos la fecha, próxima, del 23F, cuando unos insensatos, pistola en mano, se introdujeron en el Congreso de los Diputados y sacaron los tanques a las calles para “acojonar” al personal, porque, según sus artífices, eso era lo que necesitábamos: palo y tentetieso, mano dura y firmes. Y ¡a callar, coño! porque lo mando yo.

Por España, porque se trataba de España, aquellos salvadores de la patria, si los dejan, hubieran hecho correr ríos de sangre. ¡Viva España!. Pues no faltaba más. Aquél acontecimiento quedó en el aire sin que se sepa, a ciencia cierta, qué ocurrió, qué secretos guardan las alfombras. Y así seguimos, bajo secretos de Estado, inmersos en un país donde la impunidad no se sostiene.

(*) Concha Pelayo. Escritora. Miembro de AECA.