Amortales

Observando el acelerado desarrollo de la ciencia biomédica parece que los logros van a ser prodigiosos en unas décadas. No extraña que Harari escriba: «hay quien dice que hacia 2050 algunos humanos serán ya amortales». Porque la clonación de órganos, y otras técnicas similares, abren perspectivas que hace unos decenios parecían inimaginables. Aunque se puede pensar que se necesitarán tal vez cientos de años, para conseguir un aumento muy notable en la longevidad de las personas.

Se podrá imprimir un corazón con las células del paciente, y de esta forma el nuevo corazón hará bombear la sangre con la energía y fuerza de una víscera sana. Y esto se hará con los órganos del cuerpo en un futuro creo que no muy lejano. O, al menos, es lo que se deduce de las investigaciones ya existentes y publicadas. Lo más impresionante es que parece que podrían crearse una especie de tiendas del cuerpo humano, para poder reparar los daños de los órganos envejecidos pudiendo sustituirlos por otros en perfecto estado.

Esto suena como un relato de ciencia ficción, pero será posible, aunque tengan que pasar decenas o cientos de años. Cada vez los seres humanos estamos incorporando a las funciones corporales y sensoriales dispositivos electrónicos y tecnológicos, nos estamos convirtiendo casi en una especie de ciborgs. Algo que también indica Harari: «Qué es una nave espacial comparada con un ciborg eternamente joven…?».

Aunque la inmortalidad quizás podría ser alcanzada de un modo especial. En unos 30 años, dice el inventor Ray Kurzweil, podremos subir una mente humana a una computadora y almacenarla en la nube. De esta forma la inteligencia de cada ser humano podrá ser guardada digitalmente y seguir pensando, aunque el cuerpo ya haya muerto. La vida de cada persona estaría, por tanto, encapsulada en lo más profundo de un nanochip.

Si bien considero que, la inmortalidad está de momento en la memoria, y, por bastante tiempo todavía, en las obras realizadas y en el recuerdo que uno deja en los otros.

Es curioso que Richard Feynman un premio Nobel de Física escriba en su libro La física del futuro que «esta terrible enfermedad universal, la temporalidad del cuerpo humano, se curará». En todo caso, la muerte en este siglo XXI parece que no será vencida. Lo que sí se logrará, creo, es aumentar mucho el promedio de los años de vida.

En relación con el Proyecto Cerebro Humano, fundado en 2006, ofrece unas perspectivas asombrosas. Con la suficiente financiación en una o dos décadas, ya existirá un cerebro humano artificial dentro de un ordenador, que hablará y se comportará, prácticamente, como lo hace un humano. Y esto gracias a la imitación de las redes neurales del cerebro por parte del ordenador.

El deseo de prolongar la vida de cada uno ilimitadamente en el tiempo, y de evitar el sufrimiento y la muerte están presentes en estas investigaciones científicas. Aunque una de las grandes preguntas es si merece la pena vivir por siempre o no. Y, sobre todo, es conveniente darse cuenta, que con esta revolución biomédica que se aproxima en los próximos decenios, pueden cambiar muchos conceptos de nuestro mundo y vida actuales. El sentido del yo debe ser preservado. Y los avances genéticos deben ponerse al servicio de todos, y no de una minoría privilegiada. Son temas que entran de lleno en el campo de la Bioética. El ámbito de los deseos se transformará.

(*) José Manuel López García es Doctor en Filosofía y Profesor