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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

La Navidad En Canarias

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

viernes 02 de enero de 2015, 13:26h
La Navidad En Canarias

De los treinta y dos países del mundo que he visitado sin duda Tenerife y el Puerto de la Cruz es el centro gravitatorio y emocional de todos ellos, de todos mis viajes, de todos mis recuerdos. Primero fui con mis padres y mis hermanos, con Pepi, mi maestra, los años sesenta, setenta y ochenta del siglo ya pasado, casi siempre en Navidad.

El Valle de la Orotava según Humboldt más hermoso que el más bello de los valles amazónicos y el Teide en su centro, majestuoso, imponente y nevado, nos producía una impresión indescriptible; bien es verdad que Paco Alfonso y Maxi, el hijo del socio de mi padre y su amigo, ambos muchachos extraordinarios de simpatía arrolladora y afincados allí, fueron el primer motor para lanzarnos a semejante aventura. Nos hospedábamos en el “Hotel Martiánez” y ellos nos recibían con ramos de flores y en las habitaciones nos esperaban cestas de frutas tropicales y champagne. Íbamos entonces con mi padre, empresario de empuje y corazón de oro, con mi madre bellísima y alhajada, mimada siempre por mi padre hasta el extremo, con mis hermanos y con Pepi, soltera amiga de mis padres, poeta y narradora de inteligencia, fantasía y creatividad inagotables.

Era realmente una edad de oro en la que para nosotros no existía ni la enfermedad, ni el dolor, ni la muerte; recorríamos la isla en cochazos, saltábamos de una a otra en aviones, bailábamos, nos poníamos los esmóquines, hacíamos también cruceros inefables, pero nada, absolutamente nada era comparable a Tenerife y al Puerto de la Cruz.

Después vinieron tiempos más oscuros en los que como Buda descubrí para mi desgracia lo que era el dolor, la enfermedad y la muerte. Yo enfermé durante largos y penosos años, mi padre murió, Pepi también murió, mi madre enfermó grave e irreversiblemente, el negocio fabuloso se vendió y comenzamos una vida errabunda en ese valle viscoso, resbaladizo y umbrío, esa realidad en la que se mueven la mayoría de los seres humanos y a la que suelen llamar “la vida”. Permanecí en ese destierro de la oscura realidad hasta que un buen día nació Marta, un nuevo sol, otro sol diferente pero muy poderoso que lo volvía a iluminar todo, que lo invadía y lo calentaba y que nos hizo con su compañía felices a mi mujer y a mí hasta ahora.

Desde entonces he vuelto a viajar pero con ella y he vuelto a ver Garachico, la flora y la fauna de las Islas Canarias, Icod de los Vinos, Santa Cruz, la capital, el Monte de las Mercedes, La Laguna; el último año ha querido hospedarse en un hotel precioso del siglo XVIII, el “Marquesa”, y nos han vuelto a dar una suite con vistas panorámicas sobre toda la isla, sobre el Teide nevado, sobre las plantaciones de plataneras y de flores de pascua, sobre las estrelicías y las flores de la buganvilla, sobre las altísimas palmeras y los cactus y las campanillas y las hortensias. Ella, Marta, me ha conducido como -hacía con mi padre– a los mejores restaurantes canarios a comer las papas arrugadas, el mojo picón, el conejo salmorejo y el gofio, a fumar los exquisitos puritos de la isla de “La Palma”, y me he dado cuenta de que mi hija tiene el exquisito buen gusto de su abuelo. Hemos subido como antaño en un gran turismo guiado por un chófer de la isla del Hierro, desde La Laguna al antes mencionado Monte de las Mercedes, donde unas nubes esponjosas y veloces transformaban el verdor del paisaje en algo medieval, como si se tratara de “El señor de los anillos” o del cuento de “Narnia”. ¡En fin, hemos llegado la niña y yo, seguidos por Elena, hasta la inmensa planicie que rodea el santuario de la Virgen de Candelaria a cuya izquierda, tras las estatuas en bronce casi negro de los Menceys, los reyes guanches, se abría el inmenso océano Atlántico con olas

Impresionantes de seis metros de altura que chocaban y salpicaban contra el muro protector de la basílica!.

Entramos. La Virgen morena en una anchísima hornacina de oro nos contemplaba, ángeles azules y verdosos de largas y enormes alas, como pintados por El Greco, la custodiaban. Marta y yo, sentados en un banco, quedamos inmóviles, petrificados, inundados por la luz, la majestad y el poder sobre todo el orbe de la patrona de todas las islas, no podíamos movernos, no podíamos levantarnos, no sé el tiempo que pasamos allí pues nunca jamás hubiésemos deseado levantarnos; al fin lo hicimos con un esfuerzo sobrehumano y solo entonces nos dimos cuenta de que aquello era el cielo.

Pueden comprender, lectores, con qué compleja mezcla de sensaciones tuvimos que despedirnos la niña y yo del Puerto de la Cruz, ella no quería regresar y me hizo prometerla que nos iríamos a vivir allí para siempre.

En cuanto a mí, el Puerto de la Cruz, sus callejuelas, sus plazas, su parroquia, su océano inmenso y oloroso, eran demasiado, sobrepasaban todos los recuerdos y amores de mi vida. Por eso cuando el avión despegó del aeropuerto Reina Sofía y sobrevolábamos el mar profundo y oscuro bajo un lecho de nubecillas blancas, sentí una honda perplejidad, no comprendía como aquella diminuta aeronave pudiera hacernos regresar del paraíso. ¿Qué sentido tenía semejante regreso? ¿Por qué lo hacíamos? ¿Para qué?

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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