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CARTA DESDE ALEMANIA

Locura homicida ¿sólo una tragedia alemana?

Agentes retiran el cadáver de una de las víctimas del estudiante de 17 años que el 11 de marzo de 2009 irrumpió a balazos en una escuela de Alemania y mató 15 personas antes de ser abatido por la policía.
Agentes retiran el cadáver de una de las víctimas del estudiante de 17 años que el 11 de marzo de 2009 irrumpió a balazos en una escuela de Alemania y mató 15 personas antes de ser abatido por la policía.
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
En los últimos días la prensa de todo el mundo ha informado sobre la tragedia ocurrida en una ciudad del sur de Alemania, donde un chico de 17 años, en un acto de locura homicida, mató a 15 personas con un arma de su padre, suicidándose después de haber cometido un crimen tan alevoso como inesperado.
Los medios de información de este país siguen informando cada día, procurando dar cada vez más detalles sobre los posibles motivos del crimen, sin que aún hayan llegado a una conclusión. No es la primera vez que en Alemania sucede un hecho semejante, y muchas personas buscan las razones en la televisión, que emite programas tan violentos, pero también en los juegos de ordenador, que para muchos jóvenes se han convertido en un vicio con consecuencias funestas para su salud mental. También se cuestiona la vida familiar actual, en la que muchos padres se ven impotentes de conducir a sus hijos. O bien se dice que muchos padres no dan un ejemplo de vida que beneficie a los jóvenes y les posibilite enfrentar los muchos peligros que ofrece la sociedad actual, tanto más cuanto los divorcios y las separaciones entre los padres han aumentado de forma alarmante. Sobre todo esto discuten en la televisión foros de periodistas, políticos, pedagogos, criminalistas, sicólogos, juristas y jóvenes, mostrando al final la impotencia de todos ellos ante hechos de tanta trascendencia para una sociedad.

Fuera de la inquietud que ha causado la noticia en la opinión pública alemana en general, la ciudad misma donde ocurrieron los hechos se ha sentido profundamente conmocionada. Miles de personas se han aproximado a la escuela de los alumnos asesinados, escribiendo condolencias, encendiendo velas, depositando flores, preguntándose, conmovidas y desconcertadas, cómo pudo suceder algo semejante, precisamente en una ciudad pequeña, donde todos se conocen y la mayoría profesan una religión que entre sus preceptos más importante tiene el 5° Mandamiento que dice: «no matarás». En la televisión y en los periódicos se siguen mostrando pequeños letreros, depositados entre las muchas ofrendas, dos de los cuales merece analizar más de cerca, ya que han sido escritos evidentemente por alumnos de la escuela afectada. En uno preguntaban: «¿Dónde estabas tú, Dios? Y en este caso, tratándose de un Estado federal alemán cristiano, es de suponer que se trata del mismo Dios que a través de Moisés legó los Diez Mandamientos a la humanidad, extractos de las leyes divinas, que tienen el objetivo de mostrar a todos los que creen en él, cómo ha de ser su comportamiento diario.

En otro cartel los jóvenes exigían que las armas debieran ser prohibidas, ya que el homicida utilizó un arma de gran potencia, que extrajo del dormitorio de su padre, miembro de un club de tiro y dueño de numerosas armas de fuego.

En relación con las armas y el Mandamiento de “no matarás”, muchas personas en este país se preguntan si no hay en realidad una institución que desde hace mucho tiempo bendice las armas en los cuarteles militares, o, como en la segunda guerra mundial y en otras, antes de que los soldados atacaran al enemigo, algo usual entre los capellanes castrenses del mundo occidental. También se preguntan si no ha sido la misma institución que se denomina a sí misma “cristiana”, la que ha establecido el derecho a la llamada “guerra justa”, que ha traído tanta destrucción y miseria a los pueblos afectados por tal justificación para matar a alguien, que en realidad debería considerársele un hermano. Ahora, con respecto a los diez preceptos divinos mencionados, hay que hacer notar que éstos han sido administrados y difundidos desde hace unos 1800 años por la misma institución que dice haber obtenido del fundador del cristianismo la legitimación para ocuparse de cuestiones de fe cristiana.

Si se compara la obra de amor y paz de Jesucristo durante su paso por la Tierra con los hechos de esta institución en el curso de la historia, es fácil comprobar que muchas actuaciones del cristianismo eclesial han estado caracterizadas más bien por hechos como guerras del pasado por la sucesión papal, por cruzadas contra otras religiones, quema de brujas, procesos de la Inquisición, persecución de personas de otras creencias, etc., que por muestras de amor al prójimo. Pero esto no es todo. Muchos movimientos de renovación del cristianismo fueron combatidos violentamente durante los siglos pasados, por ejemplo, los maniqueos, los cátaros, los bogumilos. Muchas guerras entre cristianos, como por ejemplo en Irlanda del Norte, donde en estos días ha surgido un nuevo rebrote de violencia, no han sido terminadas antes de empezar por los altos cargos de las Iglesias, de acuerdo con el precepto de Cristo “amaos los unos a los otros”.

Estas y muchas preguntas más se plantean actualmente. Si desde los púlpitos se predica muchos domingos sobre la vida eterna, ¿qué se dice, qué se sabe, qué se explica realmente sobre ella? Si las aclaraciones fueran verdaderamente consoladoras, ¿por qué hay tantos cristianos que tienen miedo a la muerte? ¿Qué se les dice sobre la relación muerte y vida eterna? Si la vida es eterna, la muerte no puede ser otra cosa que una simple prolongación de la vida, el paso de un estado físico sustancial a otro, la consecuencia natural de seres humanos que al fallecer abandonan la envoltura terrenal y vuelven a un estado original de seres espirituales, con un cuerpo anímico que no es de sustancia material.

En las escrituras de esta institución se lee que Jesús de Nazaret a menudo expresó que su reino no era de este mundo, que su reino estaba allí donde moraba su Padre, en el cielo. Pero en este sentido él también dijo categóricamente “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos a demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí, apartaos de mí, agentes de iniquidad!’”.

“¿Dónde estabas tú, Dios?”, preguntan con razón los alumnos afectados, y la misma pregunta se plantean seguramente también los padres y familiares de los 15 asesinados, así como los del joven que dio término a sus vidas de forma tan violenta. En realidad se puede pensar que es un Dios muy cruel el que deja a sus hijos en la estacada, que tampoco inspira a los que dicen ser sus representantes en la Tierra para que den una respuesta satisfactoria a esta pregunta, e incluso, como veremos a continuación, condena a sus hijos eternamente si no cumplen los preceptos de esta especie de testaferros de la divinidad.

No es que se trate en este caso de una simple creencia, sino de una institución con millones de fieles, que se arroga el derecho de decir, por ejemplo: “Quien no acepte la tradición de la Iglesia en su totalidad, la escrita y la no escrita, que sea excluido” (n° 85). Para quien no lo sepa, la palabra “excluido”, en los dogmas de la Iglesia católica procede de la palabra griega y latina “anatema sic”, que traducida significa “que sea condenado”; “que sea condenado” significa a su vez “condenado eternamente”. La magnitud que tiene esta condenación se puede leer en otro comentario teológico, que establece: “La santa Iglesia de Roma� cree firmemente, declara y proclama que “nadie fuera de la Iglesia católica, ni pagano”, ni judío, ni no creyente, o una persona que se ha apartado de la unidad (¿los protestantes, por ejemplo, entre otros muchos?), puede participar de la vida eterna, sino que caerá en el fuego eterno, que está preparado para el demonio y sus ángeles, si antes de morir no se adhiere a ella (la Iglesia)” (n° 381). La suerte que correrá el joven homicida, y los millones de soldados, víctimas y homicidas del pasado, está sellada por otra declaración, que dice: “Además, Nosotros determinamos: Como Dios mismo lo ha dispuesto de modo general, las almas de aquellos que fallecen en un auténtico pecado grave van a parar inmediatamente al infierno, donde son atormentados con martirios infernales” (n° 905). Los números entre paréntesis corresponden a la nomenclatura establecida en el libro “La fe de la Iglesia en los documentos de la promulgación de la enseñanza”, por sus autores, los teólogos católicos alemanes Joseph Neuner y Heinrich Roos, en cuya contraportada, en la edición en alemán, se lee lo siguiente: “Este libro contiene los documentos más importantes sobre la fe católica desde el tiempo del símbolo de la fe de los apóstoles hasta nuestros días. (�) Precisamente hoy es prerrogativa y deber de los creyentes saber qué es lo que la Iglesia misma ha dicho y dice sobre su fe en los documentos de la promulgación de la enseñanza”. Los jóvenes alemanes, cristianos y no cristianos, siguen esperando una respuesta. Considerando los aspectos e informaciones mencionados, la tragedia que ha vivido en estos días una ciudad alemana, producto de una locura homicida, es en realidad una tragedia mundial, ya que nadie puede asegurar que hechos semejantes no ocurran en otros países, lo que de hecho se puede leer a diario en la prensa mundial.

No obstante, hay muchas personas, entre ellas muchos cristianos, que no creen en un Dios de la condenación y del castigo, y saben que en todas las épocas el Todopoderoso ha enviado a hombres y mujeres iluminados a la humanidad, para dar respuestas y ayudarla a salir del caos, de la miseria, de la injusticia, de enfermedades y padecimientos, de catástrofes y destrucción, lo que en los últimos tiempos se ha incrementado cada día más. Habría bastado tal vez que, además de los Diez Mandamientos dados a través de Moisés, se pusieran en práctica las enseñanzas de Jesús, el Cristo. Entre muchas verdades, todavía se puede leer en el Nuevo Testamento la sencilla frase contenida en el Sermón de la Montaña, que dice: “Lo que quieras que otros te hagan a ti, hazlo primero tú a ellos”, o como la humanidad también la conoce “Lo que no quieras que te hagan a ti, no se lo hagas tampoco tú a nadie”.

Cuánto dolor se habría evitado con ello, pero la humanidad ha hecho caso omiso de una recomendación divina, proveniente del Hijo de Dios. Si el Dios institucional no da respuestas ni directas ni a través de sus representantes, hay un Dios universal que sí lo hace, como por ejemplo desde hace más de 30 años en Alemania, a través de la palabra profética. Se trata de un Dios de la libertad, que no presiona ni amenaza, que no conoce ni dogmas ni ritos ni ceremonias, ni menos jerarquías, cuyas amplísimas enseñanzas están al alcance de toda persona interesada, en forma de libros, CD, DVD, programas de radio y televisión. Quien lo desee, puede informarse en la página www.vida-universal.org, siempre bajo la premisa: Quien lo quiera creer que lo crea, quien lo quiera dejar que lo deje, esto es, en pleno ejercicio de la libertad de decisión inherente a toda persona.
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