Precisamente, el Teatro Real de Madrid, lleva a escena, en estos días, la ópera: “Muerte en Venecia” en la que vertebra una ambiciosa programación en diferentes ámbitos artísticos y culturales como son las artes plásticas, el cine, la danza, la música, conferencia, etc… En la programación participan la BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA, la FUNDACIÓN JUAN MARCH y la FILMOTECA ESPAÑOLA, con la proyección de la famosa película de Visconti, conocida por todos, Muerte en Venecia.
Las representaciones en el Teatro Real, se llevarán a cabo entre los días 4 y 23 de este mismo mes de diciembre. Constan de dos actos y diecisiete escenas según el libreto de Benjamin Britten (1913-1976) con una duración de dos horas cincuenta minutos. Esta puesta en escena se espera con gran expectación pues la ópera confiere al espectáculo una mayor dimensión ya que contribuyen a ello la música, los actores, la puesta en escena, los decorados y una realidad que se palpa en escena y que trasciende al espectador.
Pocos son los escritores que se libran de la angustia que han experimentado en algún momento de su vida, por la pérdida de inspiración. Tal es el caso del escritor Gustav von Aschenbach, el protagonista de Muerte en Venecia que, imbuido en su propia desesperación, un día descubre a alguien que le hace cambiar el rumbo de su vida haciéndole viajar a Venecia, lo que, inmediatamente, nos hace pensar en la famosa película de Visconti que con tanto acierto llevó al cine. En el transcurso del viaje, en barco, Gustav disfruta de la amistad de varios jóvenes mientras se deja requebrar por un viejo dandy que aparece en escena.
Ya en Venecia, el escritor se embelesa mientras se deja conducir en góndola por los canales de la ciudad en dirección al hotel Schiavone, pero el gondolero, se equivoca y lo deja en el Lido. Allí, Gustav es reconocido por el director y mientras cenan descubre a un joven bellísimo, Tadzio, que le recuerda a los apolos griegos. Y es ahí donde comienza una historia de amor prohibido donde se entremezclan los deseos, los convencionalismos y la angustia que ha comenzado a atenazar al escritor. Las miradas se cruzan apasionadas y los ojos de Gustav se dirigen a los juegos del joven al que ve como una obra de arte. El ambiente es demasiado opresor y el escritor decide huir pero al llegar a la estación comprueba que su equipaje ha sido llevado, por error, a otro tren, circunstancia que le permite reflexionar sobre sus verdaderos sentimientos y comprueba que necesita desesperadamente ver de nuevo a Tadzio.
La onírica cobra protagonismo cuando el escritor sueña con los dioses Apolo y Dioniso, quienes defienden sus respectivos puntos de vista sobre la razón y la belleza; el caos y el éxtasis. Se ve a sí mismo y al joven, reflejados en ambos y siente que él debe dejar al joven Dionisio con sus juegos. Este momento es de gran importancia para comprender el sentido de la ópera ya que es cuando Gustav descubre su amor por el joven Tadzio.
Mientras el escritor reflexiona sobre el sentido de su vida, dedicada al arte y a la voluptuosidad, que se han apoderado de sus sentimientos, se produce una epidemia de cólera. Sin vacilar, Aschenbach, por fin, decide aceptar sus sentimientos hacia Tadzio. En el hotel, se intenta aliviar a los clientes con sainetes de muy mal gusto lo que hace que se alejen de allí. Es entonces cuando el escritor reflexiona sobre la vida y la muerte. Y es la muerte la que ya ha hecho acto de presencia cuando la despedida de ambos amantes es inminente.
Un gran reparto para una gran producción que se acompañará de la Orquesta y Coros del Teatro Real.
(*) Concha Pelayo. Escritora. Miembro de AECA y FEPET.