Vengo de otro mundo

Vengo de un mundo en el que España soñaba con ser una, grande y libre. De un mundo en el que los elementos constitutivos del Estado eran: territorio, pueblo y poder.

Vengo de un mundo conseguido tras un esfuerzo continuado de 800 años de Reconquista y de tres largos años de Guerra Civil.

Un mundo con clara conciencia del esfuerzo que había costado la unidad de España, de lo que habíamos conseguido ser. De los objetivos marcados cara al futuro. Del Espíritu Nacional, de la unidad de la patria, patria indivisible, cuya naturaleza y cuya esencia había que defender si era preciso con la propia sangre. Me habían enseñado a amar a la patria, amar a España.

La dinastía de los Austrias era ejemplo para los españoles y el Monasterio de El Escorial y las figuras de los Reyes Carlos V y Felipe II los ejemplos a seguir, a imitar pues con ellos llegó la mayor grandeza de nuestra patria.

Por debajo de todo eso reinaba la paz. Una paz indudable y un orden social donde me crié. Con una legislación laboral por poner un ejemplo que defendía siempre al obrero y unos contratos laborales dignos y estables, seguros. Con abundancia de puestos de trabajo para los españoles. Sin un solo parado.

Así transcurrió buena parte de mi vida, una vida, un mundo que los jóvenes actuales desconocen.

Eran pocas ideas pero muy claras. Las gentes, mis padres tenían mucha ilusión, la ilusión de conquistar quizá un nivel de vida mejor para sus hijos, pero sin preocuparse de cosas que no venían a cuento, cosas que en realidad no eran necesarias para el vivir cotidiano.

Primaba el ser sobre el tener.

Entre los valores de que se hablaba estaba el cristianismo, elemento indispensable en nuestras vidas y la creencia en la inmortalidad del alma, que no todo terminaba aquí.

Comprendo que así se vivía muy bien. Rendía mucho lo que hacías. No concebíamos otra vida que no fuese la familia, la familia y los amigos.

Han pasado muchos años desde esto. Comprendo quizá que se me pueda llamar viejo por mi pelo canoso o mi andar titubeante. Pero nunca olvidaré el mundo del que vine. No lo puedo olvidar. Por eso creo que estoy triste, me apena lo que veo, lo que oigo. Me gusta pasear por la Abadía Benedictina de “Cuelgamuros” o visitar la tumba de Adolfo Suarez en Ávila.

Deseo para los españoles lo mejor del mundo. Comprendo en carne propia la virtud que Gregorio Marañón pedía a los de mi edad, la capacidad de adaptación.

No es nada fácil seguir ese consejo, cuando como en mi caso se viene de otro mundo.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)