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Opinión: “Desde Mi Despacho…”

Doscientos años de la muerte de Fichte

Por José Manuel López García (*)

sábado 01 de noviembre de 2014, 01:32h
Doscientos años de la muerte de Fichte

Este gran filósofo alemán que nació en 1762 y murió en 1814 es el gran impulsor del idealismo germano, y su fundador. Frente al predominio de la razón puramente especulativa y el dogmatismo se abre una nueva etapa filosófica caracterizada por la explicitación de la génesis de la conciencia. Para este pensador el mundo es construido por el sujeto, porque lo que nos rodea es la expresión de elaboraciones semánticas producidas por el Yo.

Lo que no impide que Fichte reconozca la existencia del mundo real externo, que es también una realidad cultural derivada de la capacidad pensante del sujeto. Si bien este Yo que es realidad es colectivo y no puramente individual.Es un Yo compartido o en la línea de pensamiento de Kant un Yo trascendental.

Aunque el Yo desde el planteamiento fichteano es pura actividad autocreadora, y no es teórico como sucede en la filosofía kantiana. De este modo el yo es más que una simple sustancia, porque pretende actuar de un modo absoluto y sin límites. La acción humana sigue los dictados de la razón, pero choca con las limitaciones inherentes a la finitud, y a la imperfección de la naturaleza de los hombres.

El Yo absoluto además de actividad pura es relación con lo otro y los otros. Las relaciones con los otros seres racionales es la forma apropiada para el desarrollo de la moralidad, y de los aspectos mejores del carácter y de la persona.

La grandeza del ser humano radica según Fichte en la necesidad de que el hombre se haga a sí mismo, de un modo absolutamente libre. Puesto que, en realidad, cada sujeto desarrolla un proyecto vital que se realiza en el transcurso del tiempo.

Frente al desprecio del cuerpo de platonismo cómo cárcel del cuerpo, Fichte considera que lo corporal es un medio de interrelación que parte del respeto mutuo y de la racionalidad. Las emociones parten de reacciones corporales y, por tanto, el sentimiento es el origen de nuestra relación con el mundo que es, fundamentalmente, emocional. Consecuentemente, la razón está basada en el sentimiento y en la emoción de una manera que, anteriormente a Fichte, no había sido pensada con tanta profundidad y claridad.

En el pensamiento fictheano el placer y la felicidad quedan conciliados con la bondad ya que cómo escribe este filósofo: «No es cierto que lo que hace feliz es bueno sino que sólo hace feliz lo que es bueno. Sin moralidad no es posible ninguna felicidad». De aquí se puede deducir que la libertad social está estrechamente relacionada con la espontaneidad individual, porque la liberación de la opresión y de la injusticia, depende del ejercicio de la voluntad personal para ser capaz de liberarse.

Fichte está plenamente convencido de que el ser humano es originariamente impulso o, si se quiere, fuerza o energía transformadora de la realidad, y de sí mismo como ser en proceso. Y la reflexión o la actividad reflexiva es el resultado o la derivación de la impulsividad transformadora de la voluntad humana.

La lectura de las obras de este gran genio alemán de la Filosofía es altamente enriquecedora, y estimula el pensamiento. Sus reflexiones acerca de la doctrina de la ciencia, ética, antropología, política y religión son una brillantísima muestra de una originalidad, y capacidad crítica y argumentativa asombrosa.

(*) José Manuel López García es Doctor en Filosofía y Profesor

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