Un cura con mucha miga

Mi mujer y yo le conocemos desde hace muchos años, cuando era muy joven y estaba prácticamente empezando, se afanaba en aprender a escribir bien y estudiaba muchísimo, su vocación fue muy temprana y siempre muy sólida, íbamos a cenar todos los años a la Ermita del Santo, a “Casa Mingo” y allí, al aire libre, departíamos con una cerveza, el pollo asado y la ensalada típica de aquel lugar, era muy joven y risueño y lleno de vida y de inquietudes,  de simpatía, con un cariño enorme hacia mí, en esa categoría meliflua que me daba el ser escritor, creo que quería que le corrigiera la tesina o me pedía consejos, su madre era también una mujer maravillosa, austera, delgada y cariñosa, adoraba a su hijo, hablábamos mucho con ella, le encantaba hacerlo.

Juan Carlos fue creciendo y aprendiendo a escribir cada vez mejor, hasta que hizo todas las tesis habidas y por haber y un buen día el señor obispo le nombró Consiliario de Hermandades, además de profesor en el Seminario Diocesano y no sé cuantas cosas más.

Desde ese día le vimos mucho más ocupado y a veces preocupado por la falta de tiempo, estudió a don Abundio a fondo y escribió sobre él libros y se manifestó como un pastor ejemplar para su grey de Hermandades y también como profesor en el Seminario Diocesano aunque le torturaba un poco tener que dirigir o corregir tantas tesis y tesinas.

Se fue haciendo más serio pero siempre intentamos mantener esa cena mi mujer, él y yo. Comenzó a publicar libros fruto de sus conocimientos y experiencias y fue llamado a Roma por el Papa Francisco. Su madre murió y lo que siempre he admirado en él fue su resistencia, su constancia, su equilibrio y su fidelidad a su ministerio. En Hermandades decían que era “un hombre de Dios”.

Juan Carlos aprendió a hablar de maravilla y sus homilías son hoy en día espléndidas, cosa que admiro y mucho pues es un don que no ha querido darme el cielo y las pocas conferencias que doy las tengo que leer.

¿Pero bueno, a qué viene todo esto, este largo preámbulo? Pues sencillamente porque el otro día, día de la fiesta de despedida en Hermandades anterior a las vacaciones de verano, nos dijeron que fuéramos al Espinar pero que no lleváramos apenas nada pues Juan Carlos nos iba a dar de comer, nos iba a invitar a un plato exquisito cocinado por él.

¿Juan Carlos cocinero? Pues sí, esa fue la bomba. Con una enorme perola, un cucharón y un mandil a la cintura comenzó a servirnos “migas”, ese plato tan exquisito, suculento y difícil de hacer que él, en un alarde no sé si culinario, teológico o sobrenatural había hecho y condimentado.

Pues sí señores, ¡con lo difícil que son de hacer las migas, las migas toledanas, con pimentón, torreznos y chorizo, previamente cocidas en leche y posteriormente rehogadas…!. Bueno la verdad es que yo no tengo mucha idea, las degusté por primera vez en un cigarral que tenía un amigo del colegio en el pueblo de Layos, cercano a Toledo.

Fue un poco impresionante porque comimos todos los que fuimos las migas en la “Residencia Betania” de El Espinar, un sábado fantástico de sol, departimos en hermandad nunca mejor dicho y vi a Juan Carlos, al querido Juan Carlos Carvajal, correr con la cuchara y los platos y servir, y ya no sabía si era José Mari Arzak, Arguiñano o alguno de la tele, el caso es que nos hartamos todos y aún  sobraron no sé cuantas banastas como en el milagro de los panes y de los peces, pues hasta en eso Juan Carlos se parece al Señor.

Mientras me servía me miró y me dijo: “¿Pero qué haces tú aquí?”. Las frases de Juan Carlos siempre encierran una cierta ironía, un rato después le propuse irnos al cine a ver un estreno de categoría, pero él levantando los brazos me dijo: “!Imposible, tengo mucho trabajo, ni un solo minuto libre!”.

Por eso mi mujer que le conoce tan bien como yo me reprendió al llegar a  casa y me dijo: “¿Es que te crees que a Juan Carlos le sobra el tiempo que te sobra a ti que ya estás jubilado?”.

No. A Juan Carlos no le sobra el tiempo sin embargo ha dado la muestra de cariño de cocinar unas migas exquisitas para todos nosotros porque le preocupa no solo nuestras almas, también y más que un poco nuestros cuerpos, el cuerpo humano, de eso soy testigo. Pero ese tema daría para otra historia. La de hoy es la de las migas con chorizo.  Las migas de Juan Carlos.

(*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)