Gallardón ha dimitido

Lo de Gallardón venía avizorándose desde hacía ya varias semanas y en los mentideros de Madrid se hablaba de la paulatina soledad en que se iba encontrando el otrora posiblemente, más sólido ministro del gabinete de Rajoy. Su numantina defensa del anteproyecto de la Ley del Aborto, tuvo dos resultados inmediatos. Por una parte reveló que Gallardón no era –como se decía – el más liberal (o izquierdoso) de los peperos y por otra, que amplias capas de la sociedad española –incluidas aquellas afines al PP- eran contrarias a modificar una situación que se consideraba ya largamente superada y que volver sobre el tema, significaba una involución y un fuerte recorte de libertades y derechos obtenidos con esfuerzo hace ya muchos años.

Si el afán de llevar adelante tan impopular iniciativa era propia o impuesta por Rajoy quien se sentía (o siente,) en deuda con los sectores más conservadores del país, es algo que ahora tiene poca importancia. Lo que está claro es que el gobierno ha preferido sacrificar  uno de sus políticos más brillantes  para no perder más apoyo popular en las próximas elecciones y ha ofrecido en holocausto, al ministro como una manera de acallar las crecientes dudas que sobre el tema en cuestión comenzaban a manifestarse de manera cada vez más clara al interior de su propio partido.

De la dimisión de Gallardon y de la ninguna resistencia del Gobierno para impedirla, se puede extraer algunas lecturas. Una, constatar hasta que punto en el gobierno y el PP, son conscientes de la creciente pérdida de apoyo popular. Según las cuentas que sacan los gurúes (profesionales y aficionados) políticos del PP, la furia de los sectores ultraconservadores y ultracatólicos que el domingo pasado han amenazado con quitar el voto al gobierno en las próximas elecciones son apenas, el chocolate del loro. Seguir adelante con la impopular  iniciativa de Gallardón podría haber supuesto (siempre según los gurúes,) una huída masiva de electores muy superior a las apenas, unas cuantas decenas de miles de votantes ultras que decidan castigar electoralmente al PP y otra, (la más penosa,) que definitivamente este gobierno, presentó su programa electoral para incumplirlo. No hay precedente de un porcentaje tan alto de incumplimiento del programa electoral de un gobierno en toda la historia de la democracia y eso sin duda, pasará una factura importante al PP.

Dueño de un currículo político impecable y arrasador, Gallardón podría haber sido –dicen-, un continuador o sucesor natural de Rajoy. Su abrupta caída habrá hecho con seguridad, frotarse las manos de satisfacción a su sempiterna enemiga política, la controvertida presidenta del PP madrileño quien también –al igual que Gallardón-, siempre ha tenido la secreta e inconfesada ambición de ser presidente/a del Gobierno. En el largo y soterrado enfrentamiento entre ambos, la presidenta del PP ha ganado al fin, la batalla para quitar de en medio a un eventual y fortísimo rival en sus futuras aspiraciones políticas claro eso si, si consigue salvar los escollos judiciales que ahora mismo, enfrenta.

En resumen, la salida de Gallardón deja contentos a todos ya que hasta ahora, nadie ha alzado su voz para lamentar su dimisión. Cosas de la política.