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CARTA DESDE ALEMANIA

Una poco santa alianza

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
A raíz de la crisis económica que afecta al mundo, la mayoría de los gobiernos de los países europeos se están viendo obligados a ahorrar en todo orden de cosas. Se despide a funcionarios públicos, se reducen los gastos de ayuda social, se compra menos armamento para las fuerzas armadas, se suben los impuestos –la mayor fuente de ingresos estatales–, se piensa en aumentar las horas de trabajo y muchas cosas más. Normalmente es la clase trabajadora la que carga con el mayor peso a través del alza de la tributación en beneficio de la hacienda pública.
Pero en Alemania se ha dado en estos días el curioso y desacostumbrado caso de que empresarios y profesionales que tienen remuneraciones muy altas, han declarado públicamente en la prestigiosa revista Stern, que están dispuestos a pagar más impuestos, siempre que el Estado piense menos en los autocomplacientes intereses de los partidos políticos de gobierno y más en una estrategia económica que posibilite un mejor futuro al país.

Por muy loable que sea tal oferta, si se comparan los impuestos que otros países aplican a la fortuna de sus habitantes más acaudalados, el Estado alemán les ha dado hasta ahora muy buen trato a los ricos de este país. Considerando el total de las recaudaciones tributarias y los aportes a la seguridad social, el cupo tributario a los bienes y fortunas en los EE. UU. fue en el año 2008 de 11,7; en Japón de 9,0; en Suiza y Francia de 7,8; en España de 6,7; en Grecia de 4,5; en Portugal de 3,6 y en Alemania de sólo 2,3, según estadísticas de la Organización Europea de Cooperación Económica. De acuerdo con los planes de ahorro, en los próximos años el gobierno federal alemán piensa reducir en miles de millones de euros los aportes a los desempleados, a los que reciben ayuda social, a familias, municipios, empresarios, etc. Y aunque de forma obligada o voluntaria todos ellos tienen que aportar su óbolo grande o pequeño a las arcas fiscales, se da el caso de que dos de las instituciones más ricas y poderosas del país no pagan impuestos. Dicho sea de paso, hasta ahora no se ha escuchado de que éstas quieran seguir el ejemplo de los empresarios y profesionales antes citados. El privilegio de que gozan ambas instituciones confesionales está cimentado en concordatos de la Iglesia católica y en acuerdos de la Iglesia protestante luterana con el Estado alemán. Uno de tales concordatos, firmado entre la Santa Sede y el gobierno nazi, sigue en vigencia, y tan pronto tuvo lugar la unión de las dos Alemanias, las dos grandes Iglesias, la protestante y la católica, se apresuraron a firmar acuerdos con los Länder, los Estados federales alemanes, que se incorporaron al país reunificado y que provenían de la Alemania Oriental, para asegurarse los privilegios que ambas ya tenían en los otros Estados de la Alemania occidental.

Esta alianza tan especial entre el Estado alemán y la Iglesia hasta ahora no ha sido puesta en tela de juicio por ningún gobierno federal, aunque los últimos escándalos dentro de esta institución han hecho pensar a muchos ciudadanos alemanes, si es justo que una Iglesia, como por ejemplo la católica, sea excluida de un deber ciudadano como es el pago de impuestos. Esta duda es justificada, puesto que las Iglesias no pagan impuestos sobre terrenos, sobre sociedades, sobre las rentas de capital, ya que todo lo que ellas en Alemania hacen en su calidad de corporaciones administrativas de derecho público (un título muy difícil de obtener en este país), vale como que es de utilidad pública, de índole caritativa y está libre del pago de impuestos. Además, al revés de otras corporaciones que disfrutan de los mismos derechos, como por ejemplo las universidades, las Iglesias no están sujetas a ningún control por parte del Estado.

Una de las tareas centrales de los obispos católicos, como publicó últimamente la página Web de noticias, Spiegel online, es defender el derecho que tiene la Iglesia en relación con sus bienes, ya que el Derecho Canónigo establece que “la Iglesia católica tiene el derecho natural, independientemente del poder secular, de acumular bienes para la realización de sus propios fines, de poseerlos, administrarlos y enajenarlos”. El politólogo berlinés Carsten Frerk calcula que las instituciones de la Iglesia tienen disponibilidades en efectivo por un valor de unos 50 mil millones de euros. Aquí no están considerados los palacios, bosques, tierras y otros bienes de la Iglesia. La misma página Web alemana ya citada ha dado en los últimos días detalles más exactos sobre las prebendas eclesiales.

Según esta información, las Iglesias alemanas han acumulado su cuantiosa fortuna en el curso de siglos, haciendo inversiones en bienes inmuebles, bancos, academias, cervecerías, viñas, multinacionales de los medios de información, clínicas, institutos, etc. A esto se unen acciones de la bolsa, fundaciones y herencias. Todo esto es patrimonio secreto, al que sólo tienen acceso los altos cargos de la Iglesia, pero no así la delegación de hacienda del gobierno. Se sabe que el Estado federal alemán subvenciona los sueldos de los obispos (unos 11 mil euros por mes y por persona) y curas castrenses, las facultades de teología en las universidades, los sueldos de los sacerdotes –considerando su monto como si fueran funcionarios estatales–, financia la mayoría de las actividades sociales como parvularios y asilos, reparaciones y construcciones eclesiales, etc., todo con unos 14 mil millones de euros al año. A esto se agrega el impuesto a favor de la Iglesia que paga mensualmente cada ciudadano que está inscrito como católico o luterano (unos 10 mil millones de euros). De lo que el ciudadano alemán poco o nada sabe es que el Estado otorga otras subvenciones directas o indirectas a las Iglesias, las que ya en el año 2000 ascendieron a unos 17 mil millones de euros. No sólo el Estado federal, sino además los 16 Länder y los municipios se adhieren a este regalo multimillonario a las Iglesias. Según el ya mencionado crítico de la Iglesia, Frerk, tan sólo el presupuesto obispal de la ciudad de Colonia ascendió en el año 2003 a 863 millones de euros. Según sus investigaciones, la fortuna del mismo obispado era en ese entonces de varios miles de millones y la participación en sociedades de la ciudad de Aquisgrán, con unas 26 mil viviendas y locales comerciales, tenía un valor de más de mil millones de euros. Como no existen publicaciones de parte de la Iglesia sobre sus bienes, los periodistas de la revista Spiegel, a su pregunta sobre el monto de los bienes eclesiales, recibieron como respuesta de un importante obispado: “La fortuna del obispado es algo secreto, pero escriban mejor: ‘confidencial’”. La portavoz de otro obispado dijo: “Esto es simplemente así”, y un representante de la Conferencia episcopal alemana mostró sin más la altiva respuesta habitual de su institución, cuando se trata de averiguar algún asunto interno de la Iglesia, diciendo: “No tengo ganas de hablar con ustedes sobre este asunto”.

A pesar de todos estos beneficios que recibe la institución, y en el fondo cada uno de sus miembros, naturalmente de acuerdo con su rango, otra noticia ha venido a mermar más aún el ya bastante estropeado prestigio de la Iglesia. En los días de Pentecostés se detuvo a un sacerdote católico de 76 años, después de que la policía encontró en sus habitaciones la suma de 131 mil euros; los billetes de banco estaban escondidos entre la ropa interior del cura o pegados bajo los cajones de sus armarios. Entretanto la fiscalía judicial de la ciudad de Würzburg habla de que en total se ha encontrado cerca de 1 millón y medio de euros, que el sacerdote había malversado en el curso de los años del dinero de la colecta de la misa dominical y otras entradas de su iglesia.

El caso más espectacular lo constituye el del entretanto depuesto obispo Mixa, de Augsburgo, acusado no sólo de haber golpeado a niños y de tendencia al alcoholismo, sino de haber malversado dinero de una fundación de un asilo de niños. Pero también en el obispado de Magdeburgo se perdieron misteriosamente más de 40 millones de euros, en el de Limburg 5 millones, en la diócesis de Münster se descubrieron 30 cuentas negras de un clérigo con labores administrativas. Al igual que como en el caso del escándalo de los curas y pastores pederastas, la Iglesia ha tratado de ocultar los hechos. En casos de dinero, sólo se sabe del presupuesto de algunos obispados ya que éstos se financian en parte con los impuestos que los contribuyentes, siendo fieles registrados, pagan a su Iglesia, y que por ley les son descontados mensualmente de sus sueldos.

Las Iglesias dicen ser representantes –es más, cada cura presume serlo– de Jesús de Nazaret, el fundador del cristianismo. Pero por los mismos documentos de la Iglesia se sabe que el Nazareno fue un hombre sencillo, que se ganaba el sustento con sus propias manos con lo que aprendió de su padre, un carpintero. También se conoce su valiente y clara actuación en el templo frente a los mercaderes que lo profanaban con su comercio, se sabe que él amaba a toda criatura, a todos los seres humanos, especialmente a los niños, también a la naturaleza y los animales, que jamás acumuló fortuna alguna y que predicó un evangelio de la paz, la mansedumbre, el amor al prójimo y nunca instauró jerarquías ni templos ni ritos ni menos dogmas.

En vista de los hechos expuestos anteriormente, para cualquier persona con una actitud crítica debería estar claro que el mantenimiento por parte del Estado del poder, de la pompa y de las prebendas de una institución que alberga entre sus muros a tantas personas de carácter dudoso como las descritas anteriormente, no se justifica, sobre todo en tiempos de crisis, a no ser que la alianza entre ambos tenga un motivo secreto más que aún no ha sido desvelado. En todo caso, el pueblo llano tampoco se entera de tales negocios secretos. El gran poeta alemán Goethe advirtió en su tiempo del por qué de esta actitud eclesial tan secretista, cuando dijo: “No hay nada que el clero, alta y ricamente dotado de bienes, tema más que el hecho de que se instruya a las masas bajas de la población”.

Sea como sea, esta poco santa alianza entre el Estado y la Iglesia tiene historia, como desvelan tres libros encontrados en una página web alemana y que en español se pueden ver en www.editorial-la-palabra.com, con el título “¿Quién está sentado en la silla de san Pedro?”. Allí se encuentran antecedentes que atañen a muchos otros países y que a más de un lector le podrían hacer pensar si en su país esta situación de alianza entre el Estado y la Iglesia es diferente, sobre todo ahora que la crisis económica se extiende por todo el mundo, y sabiendo que quien por lo general habrá de solventarla es el contribuyente de a pie.
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