Manteniendo la ilusión

Esta vez fue en uno de mis lugares de trabajo, sentado “en solitario” en la sala de espera de una consulta médica. Y digo “en solitario”, porque habiendo como 10 personas quise sentarme con nadie a mi alrededor.

Ahogados ya numerosos gritos de gol (incluso uno anulado), iba avanzando el tiempo, hasta que llegó el minuto 74 y decisivo. Tras un comienzo incierto, Chile pasó a imponer sus términos, con una defensa bien plantada y un medio campo de mucha movilidad; minuto a minuto la delantera se fue encontrando mano a mano con la última línea del cerrojo suizo. En el segundo tiempo, la presión sin ser intensa marcó una clara decisión por parte de Chile del medio campo hacia arriba, producto de esto llegó el anhelado gol, él que desató un verdadero carnaval en nuestro edificio y los edificios vecinos; como también, pude presenciar a través de la ventana de nuestro segundo piso la algarabía de la gente saltando en las veredas y por las calles los vehículos haciendo sonar sus bocinas y enarbolando el emblema tricolor con su estrella solitaria. El gol que nos daría el paso a un último encuentro a definir con algo más de tranquilidad frente a España, en búsqueda de la tan ansiada clasificación.

En la jugada participaron los tres suplentes que un rato antes había hecho ingresar el entrenador (avalando su decisión). Fueron los tres últimos jugadores que tocaron el balón antes que se anidara en la fortaleza suiza. (Aquí me cabe una doble satisfacción, ya que el pase gol lo hizo un muchacho a quien le atendí su retoño en más de una ocasión cuando él daba sus primeros pasos en el fútbol profesional y recuerdo con meridiana claridad la tarde en que le dije “¿Cómo sabes si algún día llegas a ser famoso?... ¡Dame ahora un autógrafo para mi hijo!… Hoy agradezco esa premonición…).

Luego; el relajo, la alegría, la pasión. Abducido por la vorágine caminé unas cinco cuadras por el centro de Santiago, comprobando como el fútbol y su éxito, pueden llegar a ser un bálsamo social. (En ese momento ni siquiera imaginaba los desmanes que ocurrirían más tarde, lo cual creo daría para un futuro artículo que deberíamos llamar “empañando una ilusión”).