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Visiones alternativas

En las leyes no está la solución

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
La Ley pareciera que pudiera dar la seguridad que muchos buscan desesperadamente. Pero las normas deben ser el marco de la convivencia, y no la espada de Damocles siempre lista para condenar: la Ley no es para castigar, sino para ayudar a reintegrar a las personas a la sociedad.

O al menos eso es lo que se supone en cualquier estado democrático.

Pero en el seno de la sociedad, vivimos constantemente aferrados a la idea del castigo como solución al delito. Frases como “que se pudra en la cárcel”, “que no vuelva a ver la luz del sol”, son las más habituales cuando el ciudadano de a pie se refiere a violadores, pederastas, asesinos o terroristas, autores de los crímenes que más socavan el sentimiento de seguridad del “pueblo”. Se pide el endurecimiento de las leyes, la eliminación de las reducciones de pena, la elevación de las mismas, y la reaparición de condenas que costaron años de lucha social eliminar como la cadena perpetua o la pena capital. Cuando pienso en la Justicia, con mayúsculas, se me divide el pensamiento entre la que se puede ver como virtud y la que consideramos uno de los tres poderes de cualquier estado moderno. Y no consigo que cuadren. La primera motiva la presunción de inocencia, la reinserción, la educación en unos valores no aprendidos, no asimilados o no recibidos; la segunda parece llevar aparejada la presunción de culpabilidad, la judicialización, el escarnio, y la búsqueda de penas ejemplificantes.

En estos días estamos viviendo en España, como se han vivido en otros países en tiempos recientes, peticiones de endurecimiento de las leyes penales, a raíz de hechos de gran crueldad y de gran resonancia mediática. Cuando hace cinco años se eliminaron los beneficios de reducciones de pena, sobretodo para casos de terrorismo, asistimos a una presión mediática y social similar; entonces ya no bastaba con el alejamiento del lugar de residencia habitual, o las especiales condiciones de encarcelamiento, sino que no tendría ningún efecto en los años a cumplir, realizar cualquier actividad, ni siquiera encaminada a la reinserción. Ahora, se busca que quien cometa crímenes con “especial crueldad” sean encerrados de por vida.

¿Especial crueldad? ¿Donde empieza y termina esta consideración?¿Seremos capaces de determinar si encerramos a alguien 20 años o el resto de su vida, por que la víctima tenga 13 años en vez de 15, o sea mujer en vez de hombre, o tenga su caso un eco mediático mayor que otro? Confundimos el dolor y la rabia ante la pérdida trágica y espantosa de un ser querido con el ejercicio de uno de los poderes más terribles que tiene cualquier estado en sus manos, juzgar. Digo terrible porque es un poder que pone en manos de personas el destino de otras personas, lo que se convierte siempre en un arma de doble filo.

Recordemos que tanto legisladores como jueces son personas, al igual que los miembros del ejecutivo. Los poderes del estado son detentados y ejercidos por personas que tiene en muchos casos potestades que afectan gravemente a personas. Decretar un estado de sitio o guerra, hacer una ley sobre la interrupción del embarazo o sobre las pensiones, juzgar o no a un miembro de un gobierno dictatorial o el hurto de una barra de pan son actos ejercidos por personas sobre personas, que tienen una trascendencia sobre la vida de muchas más.

El delito no puede quedar impune, pero cuando se condena debe ser para bien de la sociedad en su conjunto. Debe permitir reinsertar al autor en la sociedad y que esta le acepte de nuevo como un ciudadano de pleno derecho; si el delito cometido exige privación de las libertades, que es el derecho humano máximo que se puede restringir (ya que la vida es inviolable), debe ser con la clara intención de que ese tiempo se utilice en beneficio del detenido y la sociedad que espera recibirlo nuevamente. Cuando esto no se asume así, la sociedad no es democrática, y por lo tanto debe ser reeducada, sensibilizada, para que comprenda que un estado no es democrático si su población no lo es.
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