La muerte es lo de menos…

Esta es una pieza, - la segunda del Díptico del más allá, que contiene absurdas posesiones, debates clericales sobre la abolición o preservación del limbo, bautizos en el ”Mas allá” y un sin fin de absurdos, pero sobre todo y bajo mi personal punto de vista diría que esta pieza invita a reflexionar acera de cual es el objetivo en nuestras vidas. ¿Realmente buscamos la felicidad? o a lo mejor somos tan primarios que lo que nos importa es sobrevivir incluso en la muerte.

La muerte es lo de menos es, junto a La vida no lo es todo (Historias sobre la felicidad aptas para infelices) una de las dos piezas que conforman el Díptico del más allá de la dramaturga, directora y actriz uruguaya –residente en España- Denise Despeyroux quien decide llevar a escena sus propios textos.

La muerte es lo de menos, transcurre en un espacio curioso, algo así como un espacio convencional cercado en uno no convencional. Dos diagonales. Una de ellas trazada en el aire con muñecas, muchas muñecas, 22 muñecas de época. La otra diagonal la marca, en el aire también, una serie de fotografías, marcos cuadrados, rectangulares y ovalados, en total 12. Las 22 muñecas y los 12 retratos acotan un lugar que nos indica que la acción transcurrirá en una casa convencional, y nos marcan también esas paredes que cruzan unos cuerpos etéreos… como espectadores también somos ayudados por los cambios de iluminación a comprender, cuando los cuerpos son etéreos y cuando no lo son. Curioso también, saber que una vez terminada la temporada en la cuarta pared, cuando el trabajo viaje a la Sala Beckett de Barcelona, tanto escenografía como iluminación serán diferentes (según información de dossier).

La muerte es lo de menos nos dice que “Un mundo en el que no hay suficiente espacio cósmico para que dos amantes lloren juntos es un mundo muy difícil.” Y explora las dificultosas relaciones entre dos mundos (el Más Allá y el Más Acá), los amores desgraciados (tanto entre vivos como entre difuntos), el comportamiento de ciertas criaturas dignas de lástima y el equilibrio siempre precario entre la felicidad y la pérdida.