En recuerdo de Atahualpa

Por razones de espacio voy a recordar solo algunos hechos de su vida. Fue autor de cientos de temas. Entre los más conocidos en España se encuentra “Los ejes de mi carreta” : “Porque no engraso los ejes /me llaman abandonao/ si a mi me gusta que suenen/ pa’que los quiero engrasar”, “El arriero” : “...las penas son de nosotros/ las vaquitas son ajenas”, “Luna tucumana” : “ Yo no le canto a la luna/ porque alumbra y nada más / le canto porque ella sabe/ de mi largo caminar o “Campesino”: “...cuando vayas a los campos/ no te apartes del camino/ que puedes pisar el suelo/ de los abuelos dormidos”. O tal vez esa obra épica del gaucho/peón que escribió en 1965, “El payador perseguido” que en una de sus estrofas dice:
Y aunque me quiten la vida/ o engrillen mi libertad
Y aunque chamusquen quizá/ mi guitarra en los fogones
han de vivir mis canciones/ en el alma de los demás

Atahualpa comenzó su carrera profesional siendo muy joven. A los dieciocho años ya había compuesto “Camino del Indio”. Por motivos políticos se dirigió a Uruguay en el año 1950 y de ahí a Europa. En Francia la cantante Edith Piaf le dio la oportunidad de compartir escenario en el teatro Olimpia. Fue el lanzamiento definitivo del cantante. Comenzaron las giras por varios países, su primera presentación en Japón y la posterior consagración de su canto y su poesía, traducida en cientos de recitales y grabaciones en todos los idiomas. En 1967 llegó a España para establecerse en Madrid y realizar un gira por toda la nación. En el año 1986 Francia lo condecoró con la Orden de las Artes y las Letras.

Fue precisamente en una ciudad gala, Nimes, donde encontró la muerte el 22 de enero de 1992. Había sido contratado para participar en “La noche de América” junto a otros artistas, pero se sintió indispuesto y se retiró a su hotel. Allí en su habitación, solo, terminó sus días Atahualpa Yupanqui. Está sepultado en sus tierras de Cerro Colorado, en Córdoba, Argentina, debajo de un Olmo milenario. Y por supuesto, se le dedicó un Tango, como no podía ser de otra manera. Sus autores son Horacio Ferrer y Raúl Garello. Este es uno de sus fragmentos: “....La noche no se rinde ni Yupanqui/ ni el vino ni se rinde la emoción, / oyendo como él canta venturoso / silencios con olor a corazón...”