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Opinión

Los Chicos de Mareny Blau

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Los Chicos de Mareny Blau

Cuando llegué al “Ariane” en Mareny Blau y me asomé a la terraza de mi habitación me encontré con un paisaje brutal, una mar inmenso que como en “Cinerama” estaba encima de nosotros, enfrente, y abarcaba todo el horizonte, el ruido era tremendo, las olas rompían y se deslizaban blancas  hasta la orilla dorada, unos chicos volaban sobre las olas arrastrados por paracaídas cortados como una naranja, nunca jamás había visto nada igual, había llegado al fin el mundo, a un hotel, a una Residencia incrustada como la proa del “Titanic” en medio de un océano que no me recordaba en nada al Mediterráneo, al Cantábrico quizá, el Pacífico o el mar de otro planeta, comprendí que allí y sin coche no podría sobrevivir psicológicamente. El principio fue muy duro, desde la cama sonaba el estruendo como las cataratas de Iguazú o las del Niágara.

En la Residencia camareras y amables camareros nos miraban y sonreían. Un poco desesperado eché mano a la cartera y llamé a un amigo de Cheste y a Manuel Toharia, que amablemente se presentó allí en su coche y merendó con nosotros, venía de dejar una reunión de premios Nobel en un breve receso y fue fantástico tenerle con nosotros, Manolo Verduch de Cheste también hizo lo que pudo, me compró una gorra blanca de marca para animarme un poco, mi hija me miraba con complicidad y recelosa, sabe que me cuesta muchísimo integrarme en cualquier grupo y a mi edad hacer nuevas amistades es tan difícil como viajar a Plutón.

La reoca fue cuando mi mujer me señaló desde aquella proa inverosímil del “Titanic” una especie de tienda árabe blanca en una  playa inmensa sin un solo toldo ni una sola hamaca, el lugar idóneo para que la espichara.

Por aquel entonces ya había conocido a los directores a José Miguel y a Paco de extraordinaria simpatía y categoría personal, pronto sintonizaron y me dejaban amablemente entrar en el despacho a echar una ojeada matutina por su ordenador.

La tienda árabe, la carpa con sillas y coches alargados de ruedas flotantes estaba allí para ayudar a los minusválidos a bañarse. Sentí repugnancia a entrar allí, ¿yo un minusválido?...

Pero a los pocos días bajé a la playa y entré en la carpa, los cuatro monitores jugaban al dominó y al parchís o a las cartas, jugaban con frenesí y no hacían caso a nadie, eso me chocó y me senté en una butaca blanca de plástico. De pronto se pusieron en pie y comenzaron a moverse. Parecía un ballet, cogían a las pacientes las introducía en los misteriosos bólidos y se introducían en el mar, otros menos tullidos iban andando del brazo de ellos. Los veía entrar lentamente en el agua. Pepa sentada sobre la arena me miraba fijamente con sus ojos socarrones e inteligentes y Sofía machaconamente me animaba a bañarme, me conminaba, para ser más exactos. Como en una playa nudista todo era natural allí, era un microcosmos hermético y con vida propia. Fue en ese momento, algo desesperado por las voces conminatorias repetitivas y reiterativas de Sofía, cuando vi a los monitores de Mareny Blau.

Alejando, Joseph, David y Gema me miraron simultáneamente. Algo, como un electrochock me atravesó de los pies a la cabeza y fue entonces y no antes cuando me sentí como Luis Miguel Dominguín ante Ava Gadner o Lucía Bosé en la barrera.

-- Te ofrezco el baño, te ofrezco el toro, no sé si moriré- dije a Sofía extendiendo la mano mientras me levantaba lentamente de la butaca blanca.

Pero David me sujetó de un brazo y Gema, risueña, con los ojos castaños y el  largo cabello dorado me ofreció su brazo. Llevaba las uñas de las manos pintadas y también las de de los pies.

Sí, valía la pena morir, pensé, así de acompañado, un autor teatral, un viejo Premio Nacional, era acompañado hasta el mar rugiente por dos arcángeles enviados por Dios para llevar su alma hasta el paraíso.

Y así entramos en el agua y así subimos y bajamos un par de dunas,  breves mesetas, y me encontré nadado ingrávido, fuerte como hacía treinta, cuarenta o cincuenta años. Les dije a Gema y a Josep que podían retirarse, que podían volver pero ellos sonreían y me miraban y no se movían y se desplazaban según iba nadando, la pobre chica tiritaba un poco, estaba delgada y  era esbelta, su madre era alemana y su padre español, a veces se reía de las tonterías que decía y en el agua eufórico brotaban de ese volcán que siempre fue mi mente de forma desordenada. Joseph se parecía a Christopher Reeves y Alejandro que me esperaba allí en la lejanía a Pep Guardiola, por cierto él nos acompañó amablemente en su coche hasta la estación de Sueca.

David, el cuarto tenía un nombre maravilloso, el nombre de Carreras, de mi amigo Gironella y de Meliá.

Así estuve nadando muchas mañanas gracias a aquellos ángeles jóvenes y risueños, de la playa de Mareny Blau.

Y les dije que escribiendo y después leyendo describes lo que ves pero también lo que sientes por dentro y que el recuerdo es siempre mejor que la presencia, pues en el recuerdo no se cometen errores y en la presencia se pueden cometer y es eso  precisamente lo que desgasta el amor.

El último día Joseph, David, Alejandro y Gema prometieron acordarse de nosotros,  yo me estoy acordando ahora de ellos, me han enseñado algo nuevo: Que se puede ser feliz bajo una extraña carpa blanca a la luz cegadora de un mar inmenso, formando un “grupo inverosímil” donde todos se entienden y viviendo por fin el presente como si este  fuera a ser eterno.

 (*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

 

Los Chicos de Mareny Blau
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