Hoy me he desayunado con la noticia de que la FAO, organismo de la ONU dedicado al control y seguimiento de todo lo relacionado con la alimentación y la agricultura, dentro de su informe sobre Inseguridad Alimentaria (SEFI 2008 que puede descargarse íntegro desde
http://www.fao.org/docrep/011/i0291s/i0291s00.htm ), incluye datos muy preocupantes sobre el hambre en el planeta. A los más de 900 millones de personas que la padecían, hay que añadir otros 40 más, tantas como las que se pasean preocupadas por el estado español. Las razones son claras y concisas; el incremento de los precios en productos agrícolas que eran la base alimenticia para muchos, y que ahora son materia prima para la creación de combustibles (a pesar de que desde principios de año han descendido en un 50%) ha abocado a la desnutrición a más gente aún.
El hambre, cuya erradicación es el Objetivo 1 de los Objetivos del Milenio sigue siendo nuestra asignatura pendiente con nota más baja. Por mucho que el Secretario General de la ONU se empeñe en afirmar que hay avances en el tema al hacer la evaluación hace a penas un par de meses, los datos siguen empeorando año tras año. Y en este se nos añade el problema de la crisis que recorre el sistema económico imperante de uno a otro confín de nuestro globalizado mundo. Y de nuestra crisis me he acordado tras oír esta triste noticia. ¿A quien afectará más la crisis? ¿A ellos? ¿A nosotros?
Una crisis como la actual tiene componentes preocupantes, y no por lo que afecte a nuestros bolsillos. Primero, es una crisis del miedo. Miedo a perder lo alcanzado, miedo a perder valor en el plan de pensiones; miedo a fin de cuentas, a que adelgace nuestra bien amada libreta de ahorros, esa libreta que nos convirtió en pequeños burgueses atemorizados por cualquier cambio en su grosor. Nos han convencido de los peligros que se avecinan, que se resumen fundamentalmente en decrecimiento y paro. Pero los precios se están moderando, sobretodo el de los combustibles; el precio del propio dinero se está moderando, con lo que las hipotecas se verán afectadas positivamente para los hipotecados. El gran problema son las grandes empresas; esta es una crisis de las grandes corporaciones y su modelo de búsqueda del beneficio que era jugar con el dinero para hacer más dinero, y no dedicarse a vender lo que producían. Así los bancos están en crisis, porque son los depositarios y fiadores de gran parte del dinero ficticio que se movía; las corporaciones, porque al no poder seguir aumentando sus beneficios no pueden continuar con el modelo económico en uso, y deciden reducir su producción para moderar el gasto. En consecuencia, el paro se está comenzando a producir porque las corporaciones no pueden mantener a unos empleados que ya antes no les aportaban beneficios.
Y hasta aquí la crisis global, que sufren por ejemplo nuestros empleados de las grandes corporaciones automovilísticas, pero es que en nuestro estado español, tenemos nuestra propia crisis. Hemos construido tantas casas inútiles, que quienes invirtieron ven como su inversión se desinfla; y los trabajadores que construían esas casas inútiles, deben reciclarse a otras labores, hasta hace poco denostadas, como ser temporeros de la aceituna.
Tras hacerme todas estas disquisiciones, me encontré preguntándome si la crisis aumentaría el hambre en el mundo porque los bancos que no tienen y las corporaciones que tampoco los contratan pierden dinero, o porque nuestro miedo hará que enviemos menos migajas de las que ya enviamos para compensar lo que ya nos apropiamos de manera habitual al consumir cualquier producto. Estoy seguro que nuestro estado no recortará el presupuesto de Defensa, ni en nuestros ayuntamientos se reducirá el presupuesto de festejos, pero sí se reducirá el presupuesto para la Cooperación al Desarrollo, y el hambre seguirá siendo ese objetivo que queremos erradicar, reduciéndolo a la mitad, en una absurda operación matemática (véase el Objetivo del Milenio 1).
Este artículo está escrito originalmente en Gallego,
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