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VISIONES ALTERNATIVAS

Ley antidescargas, ley contra el compartir

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Internet ha venido a visibilizar algunas actitudes del ser humano que cada vez pasaban más desapercibidas, como es el caso de compartir. Hacer parte a los demás de lo que en un momento determinado tengo acceso, bien por posesión, bien por uso, bien por acceso a otro proceso de compartición, es a lo que nos referimos con la palabra "compartir".
Y eso está en las antípodas de la economía liberal, capitalista, o como quiera que la llamemos. Es su enemiga más peligrosa, es el antídoto contra el tener, contra el poseer. Recordemos que el sustento del derecho, de nuestra sociedad como hoy la conocemos es la propiedad, y por lo tanto su salvaguarda y acrecentamiento son el "sentido de la vida" del sistema en el que estamos inmersos. Cualquier acción en su contra es un peligro, y debe lucharse contra ello.

Aunque me desvié durante unas líneas, precisamente una de las consecuencias de la obtención del estatus de "religión de estado" del cristianismo, fue abandonar toda idea de comunidad de bienes para la sociedad. Se dejaba para los conventos y el reino de Dios. Una de las esencias de cristianismo se veía supeditada a la razón de estado; atesorar.

Pues bien, internet nació por y para compartir. Se comenzó compartiendo conocimiento, investigaciones, procesos. Después se pasó a los contenidos. Y esos contenidos comenzaron a rodar de una manera exponencialmente acrecentadora año a año primero, luego día a día,... hoy segundo a segundo. Se trata de una herramienta que ha desbordado y desborda todas las previsiones que se hacen y revisan, de su alcance, de su impacto en el entorno. Y durante mucho tiempo ha escapado a las garras más dramáticas del sistema. La peor de muchas es eso de los derechos de autor.

Reconocer la autoría es algo que está bien. El tener derechos sobre lo creado, tiene un alcance mucho más complejo. Si al referirnos a ellos lo hacemos en el sentido de reconocer la autoría, y no mal utilizar lo creado por otros, podríamos estar de acuerdo todos. Pero si con ello nos referimos a que alguien debe cobrar un dinero eternamente (o casi, al menos en cuanto a se es eterno mientras se vive) por el hecho de haber escrito, compuesto, dirigido,... ya no está tan claro, ya que estamos dando un estatus de propiedad a algo que se hace para que otros lo disfruten, o sea que producimos para venderlo, para comerciar con ello. Curiosamente ese estatus no se le da al producto del trabajo, pues sólo se cobra una vez (y eso con suerte) por eso que se ha creado, y después es otro el que se beneficia (económicamente) de ese producto.

Si a eso añadimos la entidad que "gestiona" esos derechos, que genera un dinero adicional al que reparte... que cobra por cada vez que alguien reproduce en algún sitio una música, o tiene posibilidad de hacerlo... estamos ante una entidad que tiene en el abuso y el sobrelucro su esencia más profunda.

Pero, ¿que hace el que comparte una película en internet? Una película genera unos fondos multimillonarios a su alrededor. Hablamos de muchos millones de euros de beneficios, que se reparten entre todos los que han participado en su creación, pero que fundamentalmente se quedan en la productora y la distribuidora. Es el mismo funcionamiento que con un tomate. Quien más se lleva es quien lo mueve de un sitio a otro y quien ha puesto el dinero para que ese tomate se produzca (el banco). El agricultor se lleva una parte ínfima. Los actores y actrices, así como director y guionista, se llevan una parte nada despreciable, sobretodo cuando hablamos de Hollywood, pero mucho más pequeña que la de productores y distribuidores. Y esto son los perjudicados con el P2P o las páginas de enlaces. Una persona que consigue grabar una película de estreno, o la obtiene de otro país y lo que consigue es la grabación del audio en castellano, es posible que reciba un dinero por ello, pero también que no. Que lo haga porque es algo que le parece bien, divertido, o justo. Ello depende de que la cuelgue de una web que tiene publicidad o no. Hay webs que ganan dinero con esos métodos, otras existen para servir de base a esos enlaces que llevan hasta quienes cuelgan las películas.

Hoy se quejan de que el negocio empieza a no serlo tanto; es como los bancos, que han dejado de ganar 5.000 millones para ganar 3.000 millones, es un verdadero desastre (!!!). Que la gente deja de ir al cine porque ve los estrenos en internet... ¿alguien ha hecho la investigación para saber cuantos de esos van al cine después para ver la película en el cine? No, eso no interesa. Pero lo que es realmente peligroso, es que la gente actúa en la mayor parte de los casos de forma desinteresada. Y eso es una actividad altamente peligrosa para el sistema.

He de reconocer que hay series de televisión que me gustan; Gallactica, House,... Hace años que no tengo televisión en casa, y eso me impediría verlas si no hubiera gente que semana a semana las sube a algún servidor desde el que verlas. No las veo con publicidad, aprendo de ellas cuando es el caso, o me divierto, actividad por lo demás más que saludable. Vivo en una zona rural, y para ir al cine tendría que desplazarme 130kms contando ida y vuelta, lo que supondría un gasto en gasoil a añadir al de las entradas (3 o 4), y la necesidad de contar con al menos 4 horas para destinar a la ida y vuelta más la propia película. Realmente quien sale perdiendo con el que alguien comparta la película en internet es el sistema. Yo dejo de consumir. Dejo de hacer circular el dinero por donde me dicen y decido donde, cuando, y para qué lo destino.

Epílogo. Era el primer año del siglo XX, París. En la sede de los Cahiers de la Quinzaine, su gerente y su secretario idearon una forma de hacer llegar los artículos de revistas como la suya a quienes no podían permitirse pagar más de una suscripción anual (o ni siquiera ninguna), aquellos que daban sus vidas en las fábricas del sistema. Solicitaron que todos aquellos de sus suscriptores que tuvieran alguna suscripción más, les hicieran llegar los números atrasados de esas otras revistas, y simultáneamente preguntaron quien querría qué revista a la que no tenía acceso. Con ambas bases de datos (recordemos que manuales), comenzaron el arduo trabajo de hacer circular números atrasados de revistas, con la única condición de que quien devolvía la revista debía hacerlo con el sello de correos para el envío siguiente. Era un P2P por correo postal ordinario cien años antes de que comenzara el otro. Se compartía conocimiento, se ponía al servicio de quienes menos podían pero que tenían derecho a ello, un derecho no económico, sino moral. Era la forma de hacer la Revolución de Charles Péguy.
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