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Opinión

Buscando un refugio

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Buscando un refugio

Creo que en algún artículo anterior y comentando el libro de Eduardo Punset “El viaje a la felicidad”, afirmé que el ser humano se diferencia de los animales en que es capaz de imaginar un hecho futuro con tal intensidad como para que aparezca de forma presencial y por lo tanto causante de segregación de adrenalina,  noradrenalina, endorfinas, etc., hormonas que preparan al sujeto para hacer frente a ese peligro o a huir de él; de tensar los músculos para correr, de acelerar los latidos cardiacos para así aumentar el flujo sanguíneo y con él el oxígeno que necesita el cerebro y  el cuerpo entero para esos momentos de estrés y peligro. Algo semejante me está ocurriendo a mí, pero prefiero generalizar para vosotros, lectores, esa experiencia y esa reflexión.

Como saben hasta la saciedad me he jubilado y me queda mucho más tiempo para pensar. En la Redacción del Gabinete de Prensa donde trabajaba, el  día “D” a la hora “H” se dio una gran fiesta: champagne, vino de Rioja, cervezas y coca colas, fiambres, empanada, frutos secos, patatas, aceitunas, canapés, patés, sándwiches, de todo. Muchos abrazos, fotos, besos, brindis, más abrazos, directores, subdirectores, ordenanzas, policías de seguridad, redactores, periodistas, asesores del partido, bueno, la reoca y el “verás qué feliz vas a ser ahora” o “se te abre la edad dorada” “lo mejor de la vida”… y más abrazos, más fotos. Como les he dicho tenía la mosca detrás de la oreja, no me fiaba ni un pelo porque me conozco, brindaba y abrazaba a todos torpemente, un poco bobalicón, como pudiera hacerlo Woody Allen en una situación semejante o en cualquiera de sus películas.

Y es aquí donde empieza el artículo. Ante la impresión, la sensación de la muerte próxima, cercana, de entrar en su área cuasi inminente el hombre como el animal huye, ¿ de qué huye?, huye de ella, de la muerte, no quiere que le alcance, tiene la experiencia añadida de todos sus seres queridos, amigos y familiares desaparecidos, seres que vivían junto a él evaporados, desvanecidos; es esa etapa final o pre-final en la que se anticipa el futuro un futuro que puede ser presente en pocos años, meses o semanas. En esa huida loca como la de un cervatillo o un gamo o un conejo, el hombre o la mujer buscan desesperadamente refugio, “un refugio” y ese refugio, puede ser la religión, las misas, comuniones y rezos, pero también puede ser el alcohol o las drogas o el sexo, sí, el sexo con gente joven, un baño que le haga olvidar que es viejo y que tiene que morir, que va a morir indefectiblemente y quizá de una forma cercana, inminente; a más miedo y más pavor más sexo, más sensualidad en la piscina inefable de esa juventud que a su vez nos contagia su belleza, se gracia, su encanto, su alegría.

Un viejo sabe que la juventud no se paga con todo el oro del mundo igual que un ser humano por el solo hecho de serlo ya vale más que todo el oro de ese mundo y en ese sentido tanto vale un vagabundo, un mendigo como Obama o Bill Gates. ¿Puede un viejo comprar la juventud, su propia juventud?, no, pero sí participar de ella, de su embriaguez en una orgía báquica y así olvidarla por unas horas… por unos días.

En un lugar donde impera el capitalismo más salvaje todo es posible.  Recuerdo que mi padre nos contaba a mi hermano y a mí haber compartido un compartimento en “Wagon-Lits Cook” con don Jacinto Benavente toda una noche en el expreso Barcelona–Madrid, y a la pregunta de mi padre de por qué se había exiliado durante la guerra civil y después de ella, éste le contestó: “Porque no soy ni un héroe ni un mártir“.

La respuesta de don Jacinto puede aplicarse a todos los que ante la sensación de la inminencia o cercanía de la muerte –ese león feroz de agudos dientes que nos amenaza-, no solo se refugia en la religión, sino en el alcohol, la mezcalina, las drogas o el sexo. ¿O es que los cristianos que iban a ser despedazados por las fieras en el circo romano no sentían miedo, pavor y angustia las horas anteriores a su sacrificio en la arena?

Así es la vida, amigos, un largo viaje, un Guadiana lleno de meandros siempre en busca de un refugio imposible que le evite su desvanecimiento en la inmensidad del mar.

 (*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos.

Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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