Se cumplen  150 Años del nacimiento de Gustav Klimt

Pero no sólo es en su lugar de nacimiento el que honra al pintor, sino que también se suman  diferentes países tanto de Europa como de América Latina donde también se han organizados diferentes actos que abarcan seminarios, conferencias o exposiciones en los que se  pueden contemplar fotografías, catálogos o textos que hacen referencia a las diferentes épocas del artista. Además también se exhiben vídeos y películas que muestran una vida centrada en su trabajo y en las mujeres a las que siempre amó aunque nunca contrajera matrimonio con ninguna de ellas.

No es de extrañar, por tanto, que en los cuadros de Gustav Klimt abunden mujeres hermosas, lujosamente vestidas y engalanadas, mujeres de la alta sociedad  que, curiosamente eran encargos que le hacían sus propios esposos. En todos estos cuadros destaca la gran sensualidad que Klimt veía en cada una de ellas y que la trasladaba a sus lienzos con gran maestría. A través de la mirada es fácil imaginar la relación que el artista mantenía con estas mujeres que se dejaban llevar atraídas por el carisma del pintor y que no escatimaban esos gestos donde los ojos semiabiertos o las bocas encendidas, quedaban enmarcadas en rostros ovalados y adornados  por abultados peinados que, en ocasiones, recuerdan a las Meninas de Velázquez. Algunas de estas imágenes fueron consideradas por la sociedad de entonces de un alto contenido erótico y es que el erotismo siempre estuvo presente, no sólo en la vida del artista, sino en sus obras.

Pero antes de que Klimt llegara a alcanzar éxito, fama y reconocimiento social tuvo que pasar dificultades. Fue el segundo hijo de siete hermanos, cuatro mujeres y tres hombres, todos ellos inclinados por el mundo del arte, tal vez heredado de su padre que era grabador de oro y no es difícil imaginar los extasiados ojos de niño al contemplar tan centelleante elemento. Su madre también siguió los pasos de su esposo aunque a ella le hubiera gustado dedicarse al canto, su verdadera vocación.

Durante su infancia, Klimt vivió en una relativa pobreza porque el trabajo escaseaba, como escaseaban también las oportunidades de adquirir mayor relevancia social.  Pero gracias al talento del artista en 1876 con catorce años, recibió una beca para estudiar en la Kunstgewerbeschule donde se formaría hasta 1883 como pintor y decorador de interiores. Uno de sus más admirados maestros fue Hans Makart del que aprendió su educación artística clasicista. Y así empezó su carrera individual donde los temas alegóricos se convertirían en el rasgo característico de sus obras.

Al morir su padre y sus hermanos, Klimt tuvo una estrecha convivencia con su madre con la que vivió hasta la muerte de ella en 1915. Su carácter tranquilo y observador  durante este tiempo  influyó  definitivamente en la temática de sus cuadros como también en algunos aspectos personales de su biografía que permanecen en el misterio. Por suerte no así su obra que ahora se despliega por su país de nacimiento para celebrar al pintor.

En 1888, Klimt recibió la Orden de Oro al Mérito de manos del Emperador Francisco José I de Austria por su trabajo en los murales del Burgtheater de Viena y también fue nombrado miembro honorario de las universidades de Múnich y Viena. Para entonces el artista, pese a haber muerto su padre ya podía soportar la carga económica de sus parientes.

Una de las mujeres que le siguió siempre fue Emilie Flöge quien sufrió y soportó sus constantes aventuras siendo su compañera fiel hasta el fin de sus días. Cuentan sus biógrafos que Klimt tuvo al menos catorce hijos. Su vida apasionante, sus maravillosos cuadros llenos de luz y de reflejos, son ahora objeto de atención e interés en todo el mundo.

(*) Concha Pelayo es escritora y crítica de arte. Es miembro de FEPET, la Federación Española de Escritores de Turismo