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Opinión

Mi amigo Julio Iglesias

Mi amigo Julio Iglesias

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Mi amigo Julio Iglesias cumplió en septiembre de 2013 70 años, yo los cumplí en abril del mismo año.

Julito como siempre le llamábamos era de nuestra clase en el colegio de los Sagrados Corazones de la calle Martín de los Heros de Madrid, él vivía en Benito Gutiérrez, muy cerca, con su padre el doctor Iglesias Puga y su madre Charo de la Cueva, su madre era guapísima y aparecía casi todos los días al final de la iglesia mientras rezábamos el rosario (entonces se rezaba el rosario todos los días y España, según nos decían, era la “reserva espiritual de Europa”).

Julito era el portero de la clase, era bastante chulo y bastante fantasma le metían  goles de auténtica risa pero cuando se apostaba con alguien una peseta a que paraba el penalti lanzado por el alumno más enorme y más bestia, lo paraba lanzándose y volando como una gaviota hasta el ángulo opuesto.

Pero un mal día Julito Iglesias sufrió un accidente de automóvil y no se mató de milagro pero quedó hecho una pena, su padre le compró una guitarra y durante mucho tiempo la tocaba e inventó alguna canción. Como  su vida no había terminado y tenía un aura especial con esa misma guitarra ganó el festival de Benidorm.  Dicen las malas lenguas que su padre pudo intervenir con su inmensa influencia. Yo creo que Julio lo ganó a pulso como se ganaban entonces los premios, se premiaba al mejor, se premiaba la excelencia, yo eso lo sé muy bien.

Julito quedó muy bien situado en la Eurovisión y de allí se lanzó a viajar como un loco y cantar por esos pueblos de Dios, como hacía Cecilia y tantos otros, pero mira por donde un día le escuchó y le vio Alfredo Fraile, ¡ese sí que era un genio, era casi, casi tan listo como don Santiago Bernabéu!, y no paró hasta hacer de él una leyenda  (yo se lo oí decir cuando nadie le oía en el Hotel Villamagna de Madrid, en su habitación) era el día antes de su recital clamoroso en el Estadio Santiago Bernabéu, donde la fortuna esquiva entonces le impidió ser famoso y  jugar de portero.

Pero Julio tenía además de una simpatía arrolladora, mucha suerte, sí, mucha suerte, por eso se transformó en un icono, un genio, una leyenda, su vida mezclada con las letras de sus canciones inolvidables fueron un cóctel explosivo. Conquistador de masas, de éxitos y de mujeres;  todas las mujeres quedaban prendadas de él, y su hijas, y sus nietas, y los maridos de estas. 

Recorrió Julio el mundo entero y en una ocasión, en el cénit de su fama, me ofreció irme con él, pero no me fui y como hice con Chekoulis el consejero de la embajada de la URSS en Madrid, solo cené con el cantante español más universal que jamás haya existido en el Club de Golf de la Moraleja, y con el ruso en el restaurante “El Puchero”. Con Chekoulis angulas de Aguinaga, y con Julito centollo y langosta, a él y a su padre les chiflaban los mariscos tanto o más que las mujeres, les encantaban  hincarlas el diente, pues además el amor tiene mucho de antropofagia.

 Bien; Julio siguió volando a velocidades supersónicas en su avión privado, y nos seguimos viendo él y yo en Nueva York, en el Radio City, en Miami, en varios sitios. Al final ya no sabía casi como me llamaba, me llamaba “doctor” como otros me han llamado “maestro”.

Sufrió su depresión en las Bahamas como yo la sufriría en Madrid  y en aquella casa inefable de  El Escorial… Pero Julito siguió cantando y yo escribiendo.

El sueño dorado de los dos es morir él cantando y yo escribiendo.

Ha cumplido Julio 70 años, una barbaridad, a mí me da miedo cumplir o haber cumplido ya esa burrada de años, pero en fin, si Dios lo quiere, el Sagrado Corazón y la Virgen María, aquella inmaculada del altar del colegio donde medio dormidos rezábamos a la caída de la tarde el santo Rosario y por la mañana la misa cotidiana más dormidos todavía,  mientras él me susurraba al oído la llegada de su madre, “la buena madre” como nosotros, niños aún,  solíamos llamarla.

Le deseo a Julito, mi amigo, desde aquí mucha salud y mucho éxito. De verdad. Tu amigo que no te olvida

 (*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos.

Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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