McKinnon, quien vive en Provo, en el oeste de Utah, ha tenido una decena de intentos fallidos de procrear, siendo el más largo un embarazo que terminó a las diez semanas. Tras el fracaso de sus intentos Lorena junto con su marido, Micah McKinnon, optaron por un vientre de alquiler. Al principio pensaron en otras posibles candidatas, hasta que la madre de Lorena se ofreció, ahorrándole al menos 30.000 dólares, la mitad del costo habitual del procedimiento. Durante tres meses, su madre fue inyectada con hormonas antes de recibir el óvulo fertilizado, pero los médicos estimaron solamente un 45% de probabilidad de éxito en el implante. Ahora esta futura abuela primeriza se encuentra en el octavo mes de embarazo.