www.euromundoglobal.com

¿Quién mató a Kennedy? Todas las teorías de su asesinato

Borran la 'X' que marcaba el lugar exacto donde fue asesinado Kennedy
Borran la 'X' que marcaba el lugar exacto donde fue asesinado Kennedy
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Mató Lee Harvey Oswald a Kennedy? ¿Fue Fidel Castro? ¿Qué implicación tuvo la  Mafia? ¿Hubo realmente una conspiración gubernamental? Cincuenta años después del asesinato de JFK, todas las teorías sobre su muerte siguen vigentes.

Lee Harvey Oswald fue el único detenido por el asesinato de Kennedy. Para la policía, se trataba de un único asesino, más o menos perturbado, con una motivación personal: Oswald era marxista y simpatizante de Cuba y de la Unión Soviética. En 1959, Oswald había renunciado a la ciudadanía americana solicitando la nacionalidad soviética. Además estaba casado con una rusa y era un firme defensor del comunismo y la Cuba de Castro. El caso parecía tener sentido y bien hubiera podido cerrarse aquí – de hecho se intentó – pero había demasiadas incógnitas que no encajaban.

Por un lado estaba la proeza del disparo. ¿Cómo es posible que un solo tirador pudiese acertar dos veces en nueve segundos a un blanco móvil desde un sexto piso y a 140 metros de distancia con un viejo fusil Mannlicher? Por otro, la proeza de la bala, capaz de acertar en dos blancos no alineados – aunque esto acabaría por explicarse –. Luego estaban los testigos que decían haber oído disparos saliendo de un montículo al lado de la carretera y la reacción de Kennedy al recibir el disparo, más propia de un impacto frontal. Estas y otras incógnitas sugerían una pregunta, ¿actuó solo Harvey Oswald?

[Te interesa leer: En casa de los Kennedy no se llora]

A partir del rechazo a la teoría del asesino solitario se abría un buen abanico de posibilidades que, dado el perfil diverso del único sospechoso, casaban perfectamente con su concurso. La afiliación izquierdista de Oswald conducía a pensar en la participación de Fidel Castro, archienemigo de Kennedy desde el frustrado desembarco en Bahía Cochinos. A Oswald lo mató un mafioso de poca monta, Jack Ruby, que bien podría estar conectado con la Mafia neoyorkina a la que Robert Kennedy, el hermano del presidente, estaba acosando desde su puesto de fiscal del estado. Por último, los graves errores en la protección del presidente y también en la custodia del detenido hacían pensar que bien pudiera tratarse de un complot gubernamental liderado por alguno de los rivales del presidente o por alguno de los lobbys perjudicados por sus políticas. Todas las teorías parecían encajar, aunque ninguna aportaba pruebas concluyentes para ser definitiva.

Estas son las principales: 

Fidel Castro. La presencia de Castro en las principales teorías conspirativas sobre la muerte de JFK se explica desde el fracaso de Bahía Cochinos. Kennedy inició entonces una guerra subterránea de los servicios secretos norteamericanos con el fin de derrocar a Castro, ya fuera por lo civil o por lo criminal. Bajo el nombre clave de Operación Mangosta, la CIA no dejó de intentar asesinar a Castro durante toda la presidencia de Kennedy y es razonable que el líder cubano tratara de contraatacar por una sencilla cuestión de supervivencia. Uno de los autores que con más ahínco ha defendido la tesis cubana es el escritor y director de cine alemán Wilfried Huismann, que sitúa a Lee Harvey Oswald como un agente de la Inteligencia cubana con la misión de matar a Kennedy para salvar la vida amenazada de su líder. Huismann recurre al testimonio de otro agente de la Inteligencia cubana, Óscar Marino, que confirma que la operación fue diseñada por los servicios secretos, que contactaron con Oswald a través de la KGB.

Según Huismann, Lyndon B. Johnson conocía perfectamente los hechos pero no los divulgó para no verse obligado a invadir Cuba y provocar una posible respuesta de la Unión Soviética que pudiera derivar en una tercera guerra mundial. Según el general Alexander Haig, Johnson convocó una reunión de urgencia del Grupo de Coordinación secreto para asuntos cubanos y les trasladó su decisión de no permitir que el pueblo norteamericano pudiera creer que Castro había asesinado al presidente. “Podría producirse un levantamiento popular derechista en Estados Unidos y el partido Demócrata perdería el poder por lo menos durante dos generaciones”.

Alexander Haig explica que el Gobierno recibió un informe del servicio secreto que probaba que Lee Harvey Oswald no sólo había visitado México días antes del asesinato, sino también Cuba y allí se había visto con oficiales de la seguridad estatal cubana. Huissman también cuenta que Johnson convenció a la Comisión Warren para que no siguiese las pistas que conducían a Cuba apelando a su sentido patriótico.

[Te interesa leer: Mil días en los que Kennedy revolucionó la forma de ser político en EEUU]

Cuando Kennedy murió – cuenta Huismann – Fidel Castro estaba en su casa de Varadero con el periodista francés Jean Daniel, para hablar con él sobre una oferta de paz de Kennedy. “No sé si cumplo una importante misión diplomática o soy el peón de una partida de ajedrez amañada”, diría el director de ‘Le Nouvelle Observateur’. Castro contestó el teléfono y recibió la noticia. “Querido Jean Daniel, se acabó, su misión ha terminado. Quizás lo han matado precisamente a causa de su misión, porque Kennedy y yo habríamos podido llegar a entendernos”, dijo entonces Fidel con aparente sinceridad.

La Mafia. Una de las vías abiertas para matar a Castro pretendía servirse del mundo del hampa para cometer el crimen. La CIA había encargado la misión a un ex agente del FBI llamado Robert Maheu, que a su vez contrató a un mafioso de Las Vegas llamado Rosselli, que quiso contar para el trabajo con Sam Giancana, puesto que había sido socio del antiguo capo de La Habana Santos Trafficante y por tanto conocía el terreno. Rosselli y Giancana protagonizaron varios intentos de envenenamiento que salieron malparados. Este trabajo conjunto de la CIA con el crimen organizado contrastaba con el acoso constante al que Robert Kennedy, desde su puesto de fiscal general del Estado sometía a la Mafia. Nada más tomar posesión de su cargo y mientras el resto de la administración se afanaba en diseñar ampulosos programas en cada una de las áreas políticas, Robert Kennedy confeccionaba una completa lista de objetivos mafiosos sobre los que iniciaría una investigación sin precedentes. La lista, de unos cuarenta nombres,  estaba encabezada por Jimmy Hoffa y en ella aparecían capos como Johnny Rosselly y Sam Giancana. 

La brigada para cazar a Hoffa, dirigida por Walter Sheridan, grabó unas conversaciones entre el sindicalista con conexiones mafiosas y un colega del sindicato de transportistas, E.G. Partin, en las que Hoffa exponía las distintas posibilidades de acabar con Bobby, ya fuera con explosivo plástico o empleando un tirador con un rifle de precisión y mira telescópica, preferentemente en una localidad del Sur para poder culpar a los segregacionistas – Robert Kennedy, además de azote de la mafia era un firme defensor de los derechos civiles –. En las escuchas, que serían consideradas como prueba en la Comisión de la Cámara de Representantes, Hoffa también dijo que sería una buena oportunidad dispararle mientras se pasease en un coche descapotable. Partin también aseguró que Hoffa tenía un rifle en su despacho y que a menudo comentaba apuntando con él que tenía que hacer desaparecer a Robert Kennedy.

En realidad, la campaña de Robert contra el crimen organizado había conseguido procesar a muchos capos, algunos con estrechas relaciones con Hoffa, como Anthony Giacalone, Carlos Marcello o Tony Provenzano. El año antes de la llegada de los Kennedy no se había procesado más que a 35 mafiosos, mientras que en aquel año 1963 pasarían por los juzgados más de 500. Johnny Rosselly – en una frase recogida por Michael Hellerman – se quejaba de estar ayudando al Gobierno, “ayudando a mi país”, mientras Kennedy no dejaba de acosarle. En esta época, el FBI recogió también unas conversaciones entre el hampón de Filadelfia Angelo Bruno y uno de sus socios en la que hablaban de la necesidad de eliminar a Bobby a puñaladas. Según recogen Peter Collier y David Horowitz en su libro ‘Los Kennedy’, aludiendo a distintas fuentes de obras norteamericanas, Santos Trafficante se quejaba igualmente de que el mediano de los Kennedy atacase a un “trabajador como Hoffa” y afirmaba que “alguien se ocupará de él”, mientras que Carlos Marcello apuntaba a la raíz del problema: “El perro seguirá mordiendo si sólo le cortas la cola pero si le cortas la cabeza se acabó”.

Conspiración del Gobierno. El que fuera fiscal del distrito de Nueva Orleans, Jim Garrison, es el principal precursor de la teoría de la conspiración gubernamental, que surge al tratar de poner en entredicho buena parte de las conclusiones de la Comisión Warren. Garrison apunta a los servicios secretos y a las cesiones de Kennedy con el comunismo como móvil, aunque no es el único defensor de estas teorías.

[Te interesa leer: Mil días en los que Kennedy revolucionó la forma de ser político en EEUU]

La implicación de la CIA llegó a ser confesada por el ex agente Howard Hunt, encarcelado años después por ser uno de los agentes que irrumpieron en el complejo de oficinas Watergate de Washington para instalar aparatos de escucha. Poco antes de morir, Hunt reveló que había participado en el asesinato de Kennedy y que el plan, conocido como ‘The Big Event’, había sido concebido por la CIA y ejecutado conjuntamente por miembros de la Compañía y de la Mafia. Uno de los pistoleros que habrían ejecutado el magnicidio fue Lucien Sarti, un experto francotirador de la Mafia corsa. Hunt también implicó a Frank Anthony Sturgis, un mercenario de la CIA que estuvo en Bahía Cochinos y que fue junto a él uno de los ‘fontaneros’ del Watergate.

Si la CIA y su antiguo director Allen Dulles, despedido fulminantemente por Kennedy tras el fracaso de Bahía Cochinos, tenían motivos y medios para cometer el asesinato, el FBI y su sempiterno director J. Edgard Hoover no se quedan atrás. Su relación con los hermanos Kennedy era horrible, especialmente con Robert, que le obligaba a dar cuenta de su trabajo con mucha más asiduidad que de costumbre y le había cambiado el orden de prioridades, relegando la amenaza comunista a un segundo plano a favor de la Mafia y la segregación racial. Según su esposa Jacqueline, Kennedy tenía pensado apearle de la dirección de la Oficina federal si vencía en una segunda legislatura. La implicación de Edgard Hoover encaja con la teoría que señala a Lee Harvey Oswald como amigo de Guy Banister, ex director del FBI de Chicago, que le habría conectado con líderes anticastristas y con algunos miembros de la Mafia, ya que ambas facciones tenían el objetivo común de eliminar a Kennedy. En el caso de los anticastristas, el móvil sería la traición de Kennedy a los brigadistas que trataron de tomar la isla en el desembarco de Bahía Cochinos, una traición acrecentada por el compromiso del presidente de no invadir nunca la isla con el que selló el final de la crisis de los misiles con la URSS.

En realidad hay multitud de indicios que apuntan hacia un complot de distintos agentes gubernamentales, sin que lleguen a probarse qué agencias o miembros del Gobierno pudieron haber estado implicados. Así, según asegura David Lifton en el libro ‘La mejor prueba’, el cadáver de JFK salió del hospital Parkland de Dallas en un ataúd de bronce con la cabeza envuelta entre sábanas y aterrizó en el Hospital Naval de Bethesda en un féretro sencillo de metal y con la cabeza envuelta en un plástico. Durante el viaje en avión, el cadáver habría sido manipulado, agrandando el orificio de entrada para confundirlo con uno de salida y ocultar por tanto un disparo frontal distinto a los tres realizados desde el sexto piso del ‘Texas School Book Depository’. La teoría de Lifton, que parece probar además la momentánea desaparición y manipulación del cerebro del cadáver de Kennedy – pues en él estaba la prueba de las trayectorias de bala – compromete a los servicios secretos y deja en el aire una supuesta ayuda gubernamental.

En cualquiera de estas teorías puede caber la colaboración del vicepresidente Lyndon B. Johnson, sobre el que el fiscal Robert Kennedy acumulaba pruebas de sobornos contra él y su ayudante en el senado, Bobby Baker. La supervivencia política de Johnson pendía de un hilo y es más que probable que JFK prescindiera de sus servicios en una segunda candidatura. Johnson, como principal beneficiado de la muerte de Kennedy cabe en la mayor parte de las teorías conspirativas, aunque según manifestó su esposa Jacqueline, Kennedy consideraba a Johnson un hombre leal aunque no se fiara en absoluto de sus cualidades como líder y de hecho, a menudo repitiese: “Oh Dios mío, ¿puedes imaginar siquiera lo que le pasaría al país si Johnson fuera presidente?”. 

Otras teorías menos probables 

Lobbies económicos. Se ha hablado a menudo del lobby del acero, muy molesto con Kennedy por sus medidas dirigidas a romper su monopolio – tras la subida de precios anunciada por la United States Steel Corporation, el mayor productor de acero del país – e incluso de la industria armamentística, con evidentes intereses en una política exterior beligerante en Vietnam y sin embargo, el único lobby económico que presenta al menos alguna pista que se puede rastrear es el del petróleo. Uno de los primeros detenidos tras el magnicidio fue Jim Braden, un exconvicto que trataba de introducirse en el negocio del petróleo y al que se localizó semanas antes en el despacho de uno de los grandes magnates del sector, H. L. Hunt. Hunt era un acérrimo detractor de Kennedy por sus blandas reacciones hacia el comunismo que apoyó con ardor la candidatura de Johnson, incluso después de que accediera a la presidencia. La pista más sólida de esta tesis es que Jack Ruby, el propietario de un local nocturno que disparó sobre Oswald, también estuvo en el despacho de Hunt semanas antes del magnicidio, lo que sólo puede indicar dos cosas: la pista es sólida o se trata – tal y como afirma Jim Garrison – de uno de los habituales señuelos diseminados interesadamente para crear confusión sobre el caso.

Rusia y la KGB. No se puede descartar la teoría del KGB en un contexto de guerra fría tan acusado como el que se vivía en los años sesenta. Tras la crisis de los misiles, buena parte del politburó soviético se sintió terriblemente humillado por la firmeza de aquel joven presidente que había obligado a recular a sus ejércitos. Es bien conocido que Lee Harvey Oswald solicitó la ciudadanía soviética y residió en el país durante años por lo que, dado su entrenamiento militar y su paso por los marines, no es descartable pensar que hubiera sido reclutado por la KGB. De hecho, según la teoría de Huismann, la Inteligencia soviética fue quien puso en contacto a Oswald con los servicios secretos cubanos de ahí que no pueda descartarse un trabajo directo para Moscú o conjunto entre la Inteligencia soviética y cubana. Lo que parece más descabellado es pensar que la vieja guardia estalinista soviética se hubiera asociado con el ala dura ultraconservadora de EEUU para organizar el magnicidio y reorientar la política exterior entre ambos países, como se ha llegado a insinuar.

Fuente: lainformacion.com – PGL - 22/11/13 -

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (19)    No(0)

+
0 comentarios
Portada | Hemeroteca | Índice temático | Sitemap News | Búsquedas | [ RSS - XML ] | Política de privacidad y cookies | Aviso Legal
EURO MUNDO GLOBAL
C/ Piedras Vivas, 1 Bajo, 28692.Villafranca del Castillo, Madrid - España :: Tlf. 91 815 46 69 Contacto
EMGCibeles.net, Soluciones Web, Gestor de Contenidos, Especializados en medios de comunicación.EditMaker 7.8