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Artistas latinoamericanos

El pintor cubano Carlos Boix en Madrid, después de 33 años en diversos países de Europa y África

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
El pintor cubano Carlos Boix en Madrid, después de 33 años en diversos países de Europa y África
Reside en Madrid desde hace siete meses, después de un recorrido de cubano errante por diversos países del norte de África y de Europa. Carlos Boix (La Habana, 1949) es un pintor de trayectoria sólida con importantes exposiciones en París, Estocolmo o Ginebra. De su obra han escrito, entre otros, Fernando Arrabal, Regis Debrai y Jose Pièrre.
Boix está encantado de vivir en la capital de España. “Es el primer país en el que me reencuentro con mi lengua, después de treinta y tres años que salí de Cuba”, explica. Tiene la nacionalidad sueca, sin perder la cubana. “Hay que tener varias nacionalidades para no tener que tomar leche en polvo, decía con humor Roberto Matta, el pintor chileno, que me honró con su amistad”. Se refería a que la gente del tercer mundo acababa por tomar leche en polvo.

Boix se plantea la posibilidad de solicitar la nacionalidad española porque sus abuelos eran catalanes. “Mi bisabuelo fue mecenas de Gaudí”, dice el pintor con orgullo. “Mi lenguaje es la pintura, pero también estoy recuperando el español, mi lengua materna”, añade.

La pintura de Carlos Boix se desenvuelve mayormente en grandes formatos, lo que le permiten hacer sucesivas capas de pintura con presencias y alusiones diferentes, de modo que el espacio y el tiempo se funden sin solución de continuidad en el trasunto pictórico rico y acumulativo.

El “Agua” como motivo de inspiración
“No se olvide que yo vengo del pop y asumo la vida cotidiana en un ritmo frenético con el humor y la ironía que capaz. Soy un urbanita confeso y necesito la velocidad, el ruido, los cafés y la vida en las calles para nutrirme y nutrir mi pintura”, declara Boix, que ha instalado su taller en un amplio apartamento de techos altos, en la céntrica calle Mayor madrileña, a pocos metros de la Puerta del Sol.

Colorista y dibujante, ambos aspectos se funden con inteligencia en sus grandes lienzos. “De vez en cuando me gusta sentir la madera y la utilizo también como soporte”, explica el pintor.

El “Agua” es el tema de una larga serie de obras en las que aparecen, desde el hermoso edificio del Canal de Isabel II, icono arquitectónico del agua en Madrid a conducciones mecanicistas del agua, grifos, duchas, lluvia, tormentas... El agua como valor precioso más allá del petróleo.

En la pared pueden verse grandes dibujos, bocetos de sus cuadros; dibujos que se superponen, realizados con pigmento, al ya trabajado soporte del cuadro; dibujos que a su vez admiten otros dibujos en un plano o visión más cercana.

Coches, aviones, personajes femeninos, perros, gatos, arquitecturas, letras, palabras en castellano e inglés, números... un controlado “totum revolutum” con títulos irónicos como “Car wash” en el que hay lavado de automóviles y de genitales.

Una serie humorística sobre “Fidel”
Su última serie va de “Vampiros” literarios y políticos... Una versión renovada de Drácula, personaje de permanente actualidad. En la recámara del taller, el pintor guarda otra serie titulada “Fidel”, referida al mandatario cubano, pintada curiosamente sobre palés de madera, reciclados como soporte de su pigmento. El personaje aparece con puro habano, con micrófono, bebiendo whisky o con otras actitudes... Fidel como repetición de icono, casi tan pop como el Che Guevara. “Él tiene cuadros míos, de cuando yo vivía en La Habana”, cuenta Boix.

Recuerda con frecuencia a Matta, aunque Boix advierte que con quien aprendió pintura fue con el pintor cubano René Portocarrero. “Conocí a Matta a través de Antonio Saura durante un almuerzo en un hotel de La Habana. Querían aparecer juntos en una publicación y yo les llevé a la revista “El Caimán Barbudo”, que entonces tenía prestigio. Desde aquel día yo también empecé a colaborar en la revista como ilustrador de la misma.

Boix se confiesa trabajador empedernido y por eso tiene tanta obra en su taller. “La pintura no se hace en el bar y yo trabajo incluso en los fines de semana”. Confiesa que necesita la luz para vivir y por eso dejó Suecia, donde “los inviernos son demasiado largos; me fui a Ginebra donde conservo todavía mi estudio, pero ahora es el tiempo de Madrid.”
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