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EL GRAN DESCUBRIMIENTO DE DUVERGER

Intrigas de poder, la lucha por la eternidad y el libro secreto de Hernán Cortés

Intrigas de poder, la lucha por la eternidad y el libro secreto de Hernán Cortés

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Durante siglos se ha pensado que la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, uno de los pocos testimonios de primera mano existentes sobre el desembarco de los españoles en el Nuevo Mundo, fue escrito por Bernal Díaz del Castillo, soldado de Hernán Cortés.

Cortés no se quedó con el oro de Moctezuma, sino que lo envió de vuelta a España. (Corbis)

Intrigas de poder, la lucha por la eternidad y el libro secreto de Hernán Cortés

Cuatro siglos y medio después de su escritura, el profesor de Antropología social y cultural de Mesoamérica de la Universidad de París Christian Duverger plantea una nueva y rompedora hipótesis, recogida de manera divulgativa, a la manera de una novela policiaca, en su último trabajo, Crónica de la eternidad (Taurus): que el auténtico autor de la que fuese considerada por el escritor Carlos Fuentes como “la primera novela latinoamericana” es el propio conquistador Hernán Cortés.

Duverger aduce distintas razones en su volumen por las que sólo Cortés pudo haber redactado tal libro. Para empezar, porque su autor tuvo que haber estado presente en todos los acontecimientos que se relatan, lo cual limita el espectro de posibles autores a un número muy reducido de soldados. Y entre ellos, es muy poco probable que ninguno gozase de la formación cultural y lectora suficiente como para escribir “tal obra maestra”. El profesor sospecha que el manuscrito fue atribuido falsamente a Díaz por uno de sus hijos, con el objetivo de presentarse como “hijo de héroe”. Una atribución que pocos se han atrevido a discutir, a pesar de que, como Duverger demuestra, los datos son contradictorios.

Hernán Cortés inventó México y apostó por su independencia “Mi libro cambia nuestra percepción de Cortés, que es un mito muy delicado, porque está instalado en un lugar muy especial en la mente mexicana. Por una parte, es el culpable de la conquista, y por otra, se sabe que México fue un país inventado por Cortés”, explica el autor a El Confidencial con un perfecto español tintado por un leve acento mexicano. Duverger recuerda que a finales del siglo XVIII, el “controvertido” conquistador fue reivindicado como “símbolo de la independencia mexicana” en el movimiento independentista posterior a la Revolución Francesa, junto a Nuestra Señora de Guadalupe. “Era el padre de la patria, ya que es el que decide independizar México”.

Sólo será durante siglo XIX, de mano de la Leyenda Negra y la Doctrina Monroe impulsada por los Estados Unidos en el año 1823 “con el objetivo de quitar la legitimidad colonizadora a España para sustituirla por la suya” cuando Cortés comience a adquirir los rasgos del conquistador sanguinario y vil con el que es popularmente conocido en la actualidad. “Es el inicio de la Leyenda Negra que culpa a España de la colonización y las matanzas”, añade Duverger que pinta un retrato del expedicionario totalmente diferente. Fue un conquistador, con todo lo que ello implica, pero también un hombre culto, muy leído, consciente de sí mismo y admirador de las culturas prehispánicas.

Derribando mitos, completando perfiles

“Cortés es un independentista muy particular. Era favorable al mestizaje, tanto de la sangre como de la cultura, al libre comercio y a la independencia de México”, explica Duverger, que ya abordó la figura del conquistador en su trabajo previo, Cortés. La biografía más reveladora (Taurus). Pero el profesor derriba otro mito muy consolidado en México, como es del de Bernal Díaz del Castillo, el que hasta la fecha había narrado “el milagro” que permitió que “500 personas fuesen capaces en dos años de controlar un territorio de al menos 18 millones de habitantes”.

La mistificación de Díaz del Castillo duró 400 años, y la imagen del Hernán Cortés satanizado, 200 Se trata de una crónica popular en México, “porque fue escrita, supuestamente, por un soldado raso que hablaba con una cierta forma de truculencia, rusticidad sofisticada y de una manera simpática”. La tesis de Duverger acaba con la leyenda de ese personaje popular que “escribe una obra maestra siendo un soldado raso”. Como él mismo recuerda, “escribir una obra así requiere mucho trabajo, cultura y lectura de fondo”.

El autor se ha encontrado, de entrada, con dos tipos de resistencias. Por una parte, “la sentimental, al perder a Bernal Díaz del Castillo”. Y por otra, la de aceptar el “Cortés culto y escritor” que Duverger propone. “La mistificación de Díaz del Castillo duró 400 años, y la imagen de Cortés satanizado, 200 años. No es fácil pasar de una creencia a otra certeza”, explica el autor, que recuerda que este nuevo perfil del conquistador no entra en conflicto con el anterior, sino que lo complementa. “Una conquista es una conquista, lo que quiere decir que hubo derramamiento de sangre. No quiero decir que Cortés sea un escritor y sólo eso. La diferencia con otros aventureros es que Cortés reflexiona sobre sus actos y mantiene una distancia con ellos”.

Incluso ha habido quien ha discutido sus tesis, como ocurrió recientemente en las páginas de El País, donde el catedrático de la UAM Guillermo Serés puso en tela de juicio sus hipótesis. Duverger responde: “Fue la respuesta a una entrevista, algo muy peligroso, cuando en el libro hay dos mil referencias, citas y documentos que apoyan mi demostración”. El autor manifiesta que no cree haber publicado un libro manifiestamente polémico, sino una exposición desapasionada de los elementos que refuerzan su tesis. “Estoy dispuesto a discutir con la academia, pero hay que hablar de los elementos que presento y no de las impresiones de la gente. Hacer un libro para no cambiar nada es absurdo. Las investigaciones sirven para descubrir otros enfoques diferentes, no volver a decir lo mismo”. El autor considera que su libro, en unos años, será una obra de referencia.

Un Cortés que no conocíamos

“No quiero decir que la conquista no se hiciese con una fuerte dosis de violencia, no quiero borrar eso”, recuerda Duverger, que califica a Cortés tanto de “genio militar” como de “hombre de libros y de lecturas”. Especialmente en los últimos años de su vida, cuando en Valladolid funda una academia donde debatirá temas como la acción pública o el idioma. Será entonces, según el francés, cuando decida entrar en “la creación literaria” a través de ese personaje ficticio que narra las desventuras de la expedición de Cortés en tercera persona. Para Duverger, las facetas de conquistador y refinado literato no son excluyentes, sino que completan el retrato general del aventurero castellano.

Cortés no tuvo más remedio que recurrir a la violencia si quería conquistar MéxicoEl autor afirma que, en México –donde el libro se publicó en primer lugar– “es muy diferente ser conquistado por un hombre culto e inteligente y un gran escritor que por un villano sin escrúpulos que sólo quiere matar indígenas y robar el oro”, una descripción que no se ajusta a la realidad. Duverger explica que al contrario de lo que se suele pensar, Cortés no fundió el oro del tributo de Moctezuma, formado por elementos artísticos como anillos, pulseras o códices, sino que lo envió de vuelta a España en 1519, “con el objetivo de hacer ver a Carlos V que era dueño de un territorio cuyos habitantes, los aztecas, eran un imperio de gran cultura que podían competir al nivel de España o Europa. La dimensión cultural de Cortés estuvo presente desde los inicios”.

Pero ello no le impidió llevar a cabo matanzas como la de Cholula, en la que su ejército pudo llegar a matar hasta a “2.000 ó 3.000 indígenas”. “Tenía que tener determinación para salir vivo de ahí, tenía que matar. Cortés estaba sitiado por 30.000 guerreros cholultecas. En condiciones normales, cuando luchan 30.000 contra 500, son estos los que mueren. La solución fue no dormir, levantarse a las tres de la mañana y matar a todos por sorpresa. Así lo hicieron. Para salvar su vida tenían que utilizar la violencia”.

Un libro con la vista puesta en la posteridad

Dado que Cortés parecía preocuparse de tal forma por su imagen y su representación en la historia, ¿por qué ocultarse bajo la figura de un soldado raso? ¿Por qué no reivindicar su autoría desde el primer momento de forma explícita? Porque, como el mismo Duverger ha explicado en alguna excepción, Cortés tenía a la eternidad en mente, y no a sus contemporáneos, cuando redactó el libro.

“Para una persona que tuvo tanta fama, añadir un poco más significaba poco. La figura del Cortés desesperado que no tiene ningún papel en la sociedad es absolutamente falsa. Es muy popular y vive en Valladolid, donde está la Corte, aunque él represente a la oposición. Y sabe que está al final de su vida, tiene 60 años y muere a los 62”, explica Duvernier. “Seguramente su idea fue la misma de Julio César a la hora de escribir sus memorias”. El título del libro, explica el autor, alude precisamente a la fórmula de Tucídides, el primero de los historiadores, que indicaba que todo lo que queda por escrito queda para la eternidad.

A Cortés no le interesaban sus contemporáneos, sino la eternidad “Cortés comparte al final de su vida esa idea, por lo que se propone ser el historiador de su propia epopeya y actuar como escritor”. Eso es lo que le conduce a llevar a cabo esta Historia verdadera de la conquista de la Nueva España que tantos avatares hubo de superar a lo largo de la historia, que es a la vez “un testimonio sobre los hechos” y “una creación literaria”. “Cortés sabe que los escritos duran más que la vida humana, y por eso, 400 años más tarde seguimos hablando de ellos. Esa era su auténtica ambición. El hecho de ser anónimo para él no es importante, porque sabía que sería reconocido como el autor. La memoria escrita dura más que la memoria de los vivos, que sólo dura dos o tres generaciones. ¿Qué era Cortés para sus nietos? Prácticamente nada”.

Algo que ha ocurrido con mucha tardanza, aunque para Duverger, ahora resulte obvia la conexión entre Cortés y el libro al que ahora se atribuye su autoría. “Hay muchos elementos claros que no lo eran antes porque estábamos ciegos. Son guiños de Cortés para que haya una identificación secreta. Por ejemplo, el párrafo donde se equipara con Julio César. Para mí es evidente que un soldado raso no puede decir eso”. Duverger señala a la dificultad de “eliminar las creencias consolidadas” como una de las razones por las que este hallazgo ha tardado tanto en producirse. También, por la serie de “recortes y reescrituras” a las que fue sometido el texto, y por la “mistificación tan bien hecha realizada por el propio Cortés al dar forma a un personaje tan exitoso”.

Una España más convulsa de lo que pensamos

El nuevo paisaje pintado por Duverger no cambia sólo nuestra percepción de Díaz del Castillo y Cortés, sino también de la España del siglo XVI, y concretamente, de Carlos I de España y V de Alemania, un personaje con el que Cortés mantenía una complicada relación. “Se puede resumir en una relación de competición política. Carlos V representa un mundo monárquico, absolutista, autoritario, defendido por la Inquisición, con censura, monopolio… Cortés se opone a todo eso, porque es republicano y moderno”, señala el autor de El origen de los aztecas.

Carlos V y Hernán Cortés mantenían una relación de competición política “Si describiésemos el mundo de Carlos V como una monarquía de control inquisitorial absoluto y de derecho divino absoluto nos equivocaríamos, porque había fueros y elecciones en las comunidades, lo que significa que había dos sistemas que cohabitaban”, prosigue Duverger. “Aunque había persecuciones, Cortés existía como opositor y contramodelo”. Esa oposición abogaba por una república “a la italiana”, el modelo franciscano legitimado por las elecciones”, con “libre comercio” e “independencia del mundo intelectual de las universidades”.

“Mi libro define una España mucho más conflictiva de lo que pensamos”, concluye el profesor nacido en Burdeos. “Dentro de la monarquía había brotes de republicanismo, lugares de independencia intelectual. Aporta una visión diferente a la tradicional de una monarquía que asfixia a todos los elementos de la oposición. Cortés era invitado a la boda del rey, cruzaba la calle y estaba en la Corte. Era un opositor, pero un opositor recibido, capaz de exponer sus teorías y sus propuestas”.

Fuente: Elconfidencial.com - Héctor G. Barnés 12/05/2013  

 

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