Pocas veces creo, se han dado situaciones tan rocambolescas en unas elecciones como las que se han dado en el proceso venezolano. Un “Pajarico” que aparece y revolotea alrededor de la cabeza de Maduro y que se comunica con él mediante “twits” (el piar de un pájaro) y le brinda su apoyo. Por otro lado, Capriles, carga son la malévola sospecha difundida por sus contrarios de ser (un poquito) gay (maricón para que nos entendamos.
En términos generales (y dicho por un ciudadano de a pie en una calle de Caracas) es menos preocupante que Maduro haya perdido la chaveta y tenga “pajaritos en la cabeza” (y nunca mejor dicho), a que Capriles resulte a la postre, “menos macho” que el hombre común venezolano.
En Venezuela, país donde se prima y celebra el machismo desbordado, venerado por hombres y mujeres, Capriles, cuarentón y soltero sin novia/s conocida/s, lo tendría muy difícil y quizás por eso, hace un par de días, se ha sacado de la manga una “espectacular novia” (joven y curvilínea) que se ha apresurado a mostrar a la prensa.
No me imagino a un país como Venezuela gobernado por un hombre que no representa para nada al “típico macho venezolano”, perfectamente apreciable en esos sonrojantes culebrones que saturan las tardes televisivas españolas y donde los luises-mario-francisco-albertos hacen sufrir impunemente a las yadiras-tibisay-claudias de los novelones venezolanos.
Por otro lado, la idea de un país gobernado por un mandatario que declara públicamente hablar con espíritus del Más Allá, también es altamente preocupante y estos episodios nos hacen ver que Venezuela es un país excesivo, dónde los extremos más irreconciliables se dan la mano y, por tanto, la extravagante campaña electoral a la que hemos asistido a través de la prensa, radio y TV no es más que el reflejo de una realidad que bien mirada, tampoco está tan lejos de la nuestra por mucho que no nos guste.