¡Póngale la firma Don Jacinto!

Pero es que tres años antes, el 10 de diciembre de 1923 se había producido su debut en el Teatro Apolo de Madrid, integrando junto a José Razzano<(b>, la compañía de los esposos Enrique De Rosas y Matilde Rivera. En esa oportunidad se reencuentra con Jacinto Benavente en un conocido salón donde el escritor solía acudir para jugar al ajedrez. Después de darle un abrazo y en presencia de otros parroquianos dijo: “este es el hombre que me ha hecho pasar mis mejores ratos en la Argentina oyendo sus canciones”.

Don Jacinto había estado en el país del sur el año anterior presentado sus obras y recorriendo distintas provincias con la actriz Lola Membrives y su compañía. En Buenos Aires había aplaudido al dúo Gardel-Razzano en los teatros porteños Empire, Esmeralda y Maipo. Es importante recordar que fue en aquél viaje a la Argentina cuando le comunicaron a Benavente que le habían otorgado el premio Nobel de Literatura. El dramaturgo recorrió varias provincias criollas a bordo del ferrocarril, todavía en manos de los ingleses. La noche del domingo 10 de diciembre de 1922 se habían detenido en la ciudad de Rufino, provincia de Santa Fé. Lola Membrives bajó a la estación para recoger las cartas que les esperaban en las distintas paradas. Allí le entregaron el telegrama que anunciaba a Benavente la buena nueva. La mujer compró inmediatamente una botella de cava, subió al vagón, despertó al escritor y le dio la noticia. Éste decidió no suspender la gira y continuarla hasta el final.

Es posible que el último encuentro de Gardel con Benavente se haya producido en el mes de Diciembre del año 1928. En septiembre el cantante regresó a España para actuar ya como solista acompañado por los guitarristas Ricardo, Barbieri y Aguilar. En París se produce la charla que tiene lugar en un restaurante del Boulevar des Capucines con el periodista argentino Edmundo Guibourg como testigo. Entre generosas viandas, la conversación se centró en la difícil jerga del lunfardo o lo que de denominaba “idioma de los porteños”: “Me cuesta creer que haya en Buenos Aires gente que hable así Gardel”. “¡Póngale la firma Don Jacinto!”. Benavente no se terminaba de creer aquélla aseveración tan enfáticamente pronunciada por Carlos: “¿Quiere decir usted que sí?” volvió a preguntar. “Póngale la firma” repitió Gardel.

Parece ser que la duda quedó así zanjada. Guibourg recordaría luego de aquél encuentro, que J.B. había salido muy contento y cantando tangos, como cuando en el año 1922 concurrió a una presentación de la música de Buenos Aires en el Colegio Internacional de Olivos, en la capital argentina. Desde entonces Benavente se interesó por esas letras tan complicadas donde se citaban frases del lunfardo. Tal vez la que más le intrigó fue la de “El Ciruja” de Marino y De la Cruz, que en uno de sus estribillos dice: “... Recordaba aquéllas horas de garufa/ cuando minga de laburo se pasaba; / meta punga, al codillo escolaseaba/ y en los burros se ligaba un metejón...”
Sin duda hablaron mucho más estos dos grandes de la cultura hispana. Aquí quedan estos encuentros para el recuerdo.