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Opinión

El clero vivirá en un universo paralelo en el más allá

Por Maite Valderrama

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Es curioso reflexionar sobre por qué las religiones de culto, las Iglesias, sólo declaran santos a fieles pertenecientes a su creencia, cuando siempre ha habido personas que hicieron mucho bien de forma altruista, sin buscar prestigio ni poder, esforzándose en practicar en su vida los Mandamientos del amor a Dios y al prójimo pero sin ser católicos.

La respuesta es porque la Iglesia no premia a las personas de otras religiones, pero si beatifica y santifica a quienes han hecho grande y poderosa a la religión católica.

¿Pero que les espera en el más allá, según la iglesia, a las personas de otras confesiones incluso a aquellos que han llevado una vida de acuerdo con las bienaventuranzas de Jesús? En la Colección de Dogmas de la Iglesia, recopilación de Neuner y Roos leemos: “La santa Iglesia católica cree firmemente, reconoce y proclama, que nadie que esté fuera de la Iglesia católica, sea pagano, judío, o ateo o que esté separado de la unidad, participará de la vida eterna, por el contrario quedará a merced del fuego eterno que está dispuesto para el demonio y sus ángeles, si antes de la muerte no se incorpora a la Iglesia”. 

Otra cuestión es saber dónde se encuentran los supuestos santos, si en el Reino de Dios solo hay un único Santo. A través de la profecía dada en la actualidad por Gabriele de Würzburg, sabemos que únicamente se pueden encontrar en universos paralelos, en niveles de purificación donde las almas también en grupos siguen practicando lo mismo que hicieron durante su vida en la Tierra.

Ninguna energía se pierde. Esto también tiene validez en lo referente a la muerte, pues tal como trascurrió la vida, es decir, los contenidos del sentir, pensar, hablar y actuar, el alma tras la muerte será atraída por los ámbitos correspondientes que concuerdan con su conducta. Deseos, pensamientos, ideas y opiniones forman la matriz energética del nuevo lugar en el más allá. No son las moradas de las que habló Jesús, más bien son los calabozos de la conciencia fabricados por uno mismo.

Cuando la persona fallece, el alma es atraída por el lugar que le corresponde según su evolución, según su nivel de conciencia, puesto que la absolución del cura no conduce a ningún alma al cielo. En estos ámbitos se reúnen también los canonizados, beatos, santos y también el clero, donde permanecen hasta que reconocen que a la existencia eterna es posible llegar únicamente practicando las legitimidades de los Cielos, no los dogmas eclesiásticos. Una vez reconocido esto tienen la posibilidad de alcanzar el Reino de Dios en el que sólo hay uno Santo, Dios.

 

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