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CARTA DESDE ALEMANIA

El “Día Universal del Niño”:

¿Dónde estarán los “Derechos Universales” proclamados por la ONU de éstas niñas-prostitutas de Brasil?
¿Dónde estarán los “Derechos Universales” proclamados por la ONU de éstas niñas-prostitutas de Brasil?

La celebración de una tragedia a nivel mundial

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
En un periódico alemán se leía en los últimos días la siguiente noticia: “En 1954 la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó que todos los países instituyeran el Día Universal del Niño, fecha que se dedicaría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los niños de todo el mundo, sugiriendo a los gobiernos que celebraran el Día en la fecha que cada uno de ellos estimara conveniente.
Miles de europeos viajan a países asiáticos atraídos por el execrable comercio de la prostitución infantil y el llamado “turismo sexual”
Miles de europeos viajan a países asiáticos atraídos por el execrable comercio de la prostitución infantil y el llamado “turismo sexual”
El día 20 de noviembre la Asamblea aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.

En septiembre de 2000, durante la Cumbre del Milenio, los líderes mundiales elaboraron los ocho objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), que abarcan desde la reducción a la mitad de la pobreza extrema hasta la detención de la propagación del VIH/SIDA y la consecución de la enseñanza primaria universal para el año 2015. Aunque los objetivos del Milenio están dirigidos a toda la humanidad, se refieren principalmente a la infancia. UNICEF apunta que seis de los ocho objetivos incumben directamente a la infancia y que la realización de los dos últimos también traerá mejoras fundamentales a las vidas de los niños y niñas”.

Pero como bien dice la sabiduría popular hispana, “del dicho al hecho, hay mucho trecho”, por muy loables que hayan sido los propósitos, lo que a su vez un dicho alemán justifica a su manera diciendo “el papel tiene mucha paciencia”.

En estas fechas se podría pensar que este llamamiento de hace 55 años a los gobiernos del mundo ya estaría en vías de convertirse en realidad, o que por lo menos entretanto habría tenido acceso a la conciencia de los padres y adultos de todo el mundo. ¡Quién no desea lo mejor para sus hijos! Pero como muchos otros objetivos de Naciones Unidas, tan buena intención se ha quedado en los archivos, y la triste realidad es que a los niños en los últimos decenios les va peor que nunca. Se podría argumentar que la llamada de 1954 ha llegado un poco tarde, ya que estos hechos delictivos son tan viejos como la humanidad, pero aquí se trata de poner en evidencia una actitud humana que es preciso cambiar, en beneficio de los millones de niños que han sido y siguen siendo víctimas de un abuso que tiene tantas consecuencias para su salud síquica y corporal.

Tanto los gobiernos como las instituciones que presumen ser instancias de la moral establecen que es la familia la que ha de velar por la salud física y emocional de sus hijos. La realidad actual es que entonces de ello ha de ocuparse un núcleo de personas muy pequeño, donde las relaciones familiares se han disuelto cada vez más, sea por la actividad laboral de ambos padres, la relegación de los abuelos a hogares de ancianos, las relaciones distantes entre los familiares, la presión de las vacaciones anuales, la compra de un piso, las tentaciones de todo tipo o por muchas otras situaciones de la vida moderna. Algunos de los expertos que se aferran a esta exigencia no tienen más experiencia que la ganada con sus propios padres, ya que jamás han formado ellos mismos una familia, puesto que su cargo se lo prohíbe; otros, que tienen una mayor influencia política, están más ocupados con diversos problemas que aquejan al mundo y abandonan a los padres a su suerte. Por otra parte, la tasa de nacimientos ha disminuido de forma alarmante en la mayoría de los países industrializados, y allí donde nacen más niños, por ejemplo en Asia y África, la situación de éstos no es mucho mejor, es más, ésta se ha convertido en muchos casos en una tragedia humana con proyecciones incalculables para la humanidad. Una breve mirada a la prensa basta para comprobarlo.

Se informa que en Camboya no cesan las protestas por los centenares de niños que son víctimas de trabajos forzosos y de la prostitución. De acuerdo con estudios de la Oficina Internacional del Trabajo, en este país unos 600.000 niños abandonan prematuramente la escuela y trabajan prácticamente como esclavos. Está oficina calcula que en todo el mundo la cifra de niños que realizan labores de adultos es de unos 250 millones, perteneciendo más de la mitad a países asiáticos, 32% a países africanos y 7% a naciones latinoamericanas. Organizaciones de ayuda calculan que de las 50.000 prostitutas camboyanas cerca de un tercio son niñas. Aunque muchas organizaciones del extranjero ayudan, se sabe que numerosos europeos o turistas de países ricos suelen pasar allí sus vacaciones para “disfrutar” del llamado “turismo sexual”. La organización alemana “Centro de cuidado de niños que trabajan” calcula que en la India un 30% de las 900.000 prostitutas del país son niñas. A este indecible sufrimiento de niños se unen aquellos que trabajan en canteras haciendo a mano adoquines de piedra y granito para las calles y la construcción de los países más ricos, otros que trabajan en minas de hasta 30 metros de profundidad o bien curtiendo pieles de animales, fabricando fuegos artificiales y materiales explosivos o buceando a grandes profundidades, con todos los peligros que esto conlleva para su salud. La organización mencionada agrega que por ejemplo en algunos países sudamericanos niños de 10 años trabajan hasta 15 horas al día como criados en casas de familias más acomodadas.

Ya en el año 1999 Amnesty Internacional declaró que en unos 29 países, principalmente en África y en el Cercano Oriente, unos dos millones de niñas habían sido víctimas de mutilación genital. Además, que millones de niños habían sido objeto de abusos sexuales y que unas 9.000 menores de edad habían sido vendidas cada año durante la trata de blancas entre Bangla Desh y Pakistán, así como entre Nepal y la India. La misma organización calcula que unos 100 millones de niños ganan su sustento mendigando, o con pequeños trabajos en la calle. Que en países como Brasil, Guatemala, Uganda, India, Nepal y Bangla Desh numerosos niños que viven prácticamente solos y sin familia son drogadictos o han sido víctimas de “batidas sociales” por parte de las autoridades o de grupos armados; los autores de tales hechos son en muchos casos conocidos, sobornan a las autoridades y se liberan así de un castigo, perteneciendo incluso algunos de ellos a organizaciones estatales. En muchos países se encarcela a niños ya por delitos menores, por ejemplo por pequeños robos para tener dinero o algo para comer. Según Amnesty International tales hechos suceden no sólo en países tercermundistas sino también en los EE. UU., Australia y Rusia. Esta organización agrega que a pesar de que la Convención de las NU por los niños lo prohíbe, en la década de los 90 se ajustició a unos 18 niños en países como Irán, Nigeria, Pakistán, Yemen y los EE. UU. Que en esa misma época tan sólo en Pakistán unos 50 niños permanecieron mucho tiempo en la cárcel esperando a ser ejecutados, mientras que en los EE. UU. a unos 70 reclusos les esperaba la pena de muerte por delitos cometidos siendo niños. Se sabe entretanto que la crisis económica mundial ha agudizado este proceso. Sólo en Tailandia tienen que trabajar unos 250.000 niños más que antes de la crisis. En otros países, como Indonesia y Filipinas, aunque no ha disminuido la natalidad, se observa que muchos niños no asisten a la escuela y otros la abandonan prematuramente. Esta situación se puede traspasar sin duda a otros continentes, ya que la crisis afecta entretanto a todo el mundo.

En Alemania hace años que el gobierno hizo una llamada a luchar contra la explotación y el trabajo ilegal de millones de niños en los países subdesarrollados. Pero también algunas empresas de la industria y el comercio alemán se han esmerado en aliviar la necesidad de los niños en aquellos países, procurando no comprar, por ejemplo, alfombras provenientes de países donde tiene lugar la explotación infantil. Instituciones como “Transfair”, que promueve un comercio justo con el Tercer Mundo y “Rugmark”, que otorga un sello a la fabricación de alfombras que no provienen del trabajo de niños, han acogido esta idea que comparten con otras instituciones de ayuda como “Brot für die Welt” (Pan para el mundo), Misereor, Terre des Hommes y UNICEF. Esto es comprensible, ya que Alemania es el mayor importador de alfombras tejidas a mano. Otros países procuran también llevar a cabo proyectos de ayuda. No obstante, como la prensa ha declarado y la televisión lo muestra constantemente, la explotación continúa.

Hace años que algunas organizaciones internacionales como la Agencia cuáquera de Ginebra, Amnesty Internacional, Terre des Hommes y Human Rights Watch, se esmeran en luchar contra el reclutamiento de niños soldados. Se calcula que en todo el mundo hay unos 300.000 niños soldados, un tercio de ellos en Afganistán y un tercio del total son niñas. En muchos casos se les utiliza como autores de atentados suicidas. Estas instituciones dicen que también hay niños combatientes en grupos armados de Birma, Colombia, Perú, Sudán y el Congo. Según declaraciones de un delegado de Naciones Unidas, en los últimos 10 años murieron unos 2 millones de niños en conflictos armados, 6 millones fueron heridos o mutilados, un millón de ellos quedaron huérfanos.

Otro triste e increíble capítulo de esta historia interminable es el abuso sexual que se comete en contra de menores de edad. Desde hace unos pocos años se ha ido destapando cada vez más una olla maloliente que estuvo cerrada herméticamente durante siglos: el abuso de niños por parte de sacerdotes, lo que por mucho tiempo, a pesar de ser conocido y usual, nadie se atrevía a sacar a la luz ni menos criticar. Ahora esto es de conocimiento público, y son pocos los países en que no se han cometido tales atropellos contra menores indefensos. Los medios de comunicación se han referido principalmente a los EE. UU., donde la Iglesia católica ha tenido que pagar sumas enormes a los dañados –se habla de más de mil quinientos millones de dólares– por concepto de indemnizaciones. Muchas iglesias norteamericanas están en peligro permanente de ser demandadas, como informan las noticias. Algunas diócesis como San Diego, Tucson/Arizona, Davenport/Iowa, Spokane/Washington y Portland/Oregon han tenido que recibir incluso protección contra los acreedores. También los abusos de niños y niñas en Irlanda han ocupado los titulares de muchos periódicos. Pero también en Alemania la prensa y los medios informativos en la web informan constantemente de abusos sexuales, con titulares como: “Nuevos casos de abuso en la Iglesia católica”, refiriéndose a casos en la ciudad bávara de Bamberg; “Investigaciones contra sacerdote de Friburgo por abuso sexual”; “Pornografía con abuso de niños en el seminario de sacerdotes de St. Pölten”, refiriéndose a los hechos de seminaristas pedófilos y homosexuales en esa región austriaca; “Cura católico enjuiciado por 45 casos de abuso en Leiden”; “Sacerdote abusa de monaguillos varones y niñas”; “El obispo Krenn echa la culpa a las víctimas”; “Obispo presenta su renuncia después de la acusación de abuso sexual”; “Tres años y medio de cárcel para el cura de Wald”, refiriéndose al abuso de docenas de niños por parte de un sacerdote; “Pastor protestante suspendido”, sobre el acoso sexual a una niña de 15 años; “Casos de abuso de niños por sacerdotes no terminan”; “Sacerdote alemán vende niños en Brasil”, de los que antes abusó sexualmente, según anunció la agencia alemana de prensa, etc., etc.

En Alemania la Iglesia ha optado en muchos casos por trasladar a los acusados a otra parroquia, manteniendo largo tiempo silencio sobre los hechos cometidos. Pero esta actitud se repite en todos los países del mundo donde se han cometido tales atropellos, lo que entretanto ha sucedido en todos los continentes. En este país hay muchas informaciones en la web, entre las cuales se encuentran explicaciones sobre el por qué tales hechos suceden precisamente de parte de representantes de una institución “sin la cual no es posible alcanzar la salvación”, como afirman los teólogos alemanes Neuner y Roos en su libro “La fe de la Iglesia en los documentos de la promulgación de la enseñanza”, citados en los libros de la serie “¿Quién está sentado en la silla de san Pedro?”, encontrados en la página www.editorial-la-palabra.com.

Volviendo a la celebración del Día Universal del Niño el 20 de noviembre, cabe preguntarse si esta situación tendrá algún día un desenlace positivo para los niños de todo el mundo. Los hechos demuestran que esta tarea de reivindicar el derecho a una niñez sana y feliz no es solamente un asunto de gobiernos o de instancias morales, que hasta ahora han fracasado, sino de cada persona adulta. Hay un camino que se puede empezar cada día, con el ejemplo personal de cada uno, y que los cristianos conocen muy bien: la fe activa, en contraposición a la sola fe, la que como dijo Lutero bastaría para alcanzar la salvación. Jesús de Nazaret dijo por su parte que aquellos que escuchaban su enseñanza y “la ponían en práctica”, es decir, la aplicaban en su vida, eran comparables a hombres inteligentes y prudentes. En el curso de su vida todo ser humano está en peligro de cometer errores. Esta fe activa que recomendó el Nazareno dice que todo empieza con que una persona reconozca lo que ha causado en contra de su prójimo o de la creación de Dios, poniéndose en el caso de su “víctima” y sintiendo el dolor por el daño causado; después de ello ha de pedir perdón o perdonar a los que culpó tan parcialmente, ya que cada persona tiene su parte personal en la disputa. Y si entonces se esmera en no volver a cometer lo mismo, ya habrá dado un paso importante para cumplir lo que nos legó el Hijo de Dios cuando estuvo en la Tierra. Para ello no se necesita recurrir a expertos en teología o psicología. Así toda persona adulta, sobre todo si dice ser cristiana, se hará consciente de su responsabilidad ante los que en el futuro dirigirán los destinos del mundo, los niños, y contribuirá con una actitud basada en la ética y la moral a que tales hechos como los descritos antes no sigan sucediendo. Se ha comprobado repetidamente que los abusos empiezan en el círculo familiar más cercano, ¿y dónde sino allí es justamente donde se debería empezar a practicar una relación honesta entre los miembros de la familia?

El mundo que se precia de ser cristiano hace milenios que recibió en los Diez Mandamientos que Dios dio a Moisés y en las enseñanzas del Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret indicaciones precisas de cómo comportarse. Que muchos de aquellos que dicen ser sus representantes en la Tierra lo hayan olvidado o tergiversado, no significa que los padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, vecinos, compañeros de trabajo y otros lo tengan que olvidar. En la Biblia cristiana se encuentra una frase de Jesucristo a su paso por la Tierra, quien advirtió: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Ahora que para la cristiandad se acerca la fecha en que volverá a celebrar el nacimiento de aquel a quien dice venerar, el Niño Jesús, sería hora de que recordase estas palabras y obrara según ellas. De otro modo este Día Universal del Niño, que debería ser una obligación diaria de todo el año para toda persona adulta, seguirá siendo un titular más de la prensa, sin mayor trascendencia, y que no contribuirá a detener una tragedia vivida a tan temprana edad por seres inocentes.
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