Sinatra y Gardel (II)

Puede que la vida de Frank Sinatra haya cambiado aquella noche del gélido invierno neoyorquino del año 1934. Con su novia Nancy Barbato decidieron protegerse del frío y de paso, escuchar a uno de los cantantes latinos más promocionados del momento. Se trataba de Carlos Gardel, que una noche a la semana, llenaba los estudios de la National Broadcasting Corporación ( la emisora de radio NBC). Sinatra venía de Nueva Jersey, de la barriada pobre de Hoboken. Hijo de genovesa y siciliano, llevaba una vida llena de conflictos, había sido expulsado de la escuela y en su horizonte comenzaban a dibujarse negros nubarrones.

Expulsado de muchos trabajos, empezó a ser carne de presidio por su relación con pequeños mafiosos que le encomendaban encargos no ajustados a derecho, precisamente. Una de sus virtudes que le sirve de salvavidas, será su gusto por la música y una voz cálida y prometedora. Por eso, aquella noche será importante para Francesco Albertino Sinatra Agravante.

Tal vez para apartarlo de los turbios ambientes de los que era asiduo, su novia del barrio le invita a ir a la emisora de radio a escuchar a ese cantante de pelo negro y engominado del que la gente tanto habla. Y precisamente porque le gusta la música, el italiano no se niega. Después de escuchar a Gardel, ambos quedan embelesados y se atreven a acercarse al cantor y hablan con él. Cuando Carlos le pregunta a que se dedica, ante el rubor de su novio, es Nancy la que contesta, le relata por arriba sus penurias y lo de su buena voz.

El Zorzal Criollo le cuenta su propia experiencia juvenil en Buenos Aires entre aquellas gentes de mal vivir, émulos brillantes de los mafiosos que pululaban por el país del norte, y que fue el canto que le permitió romper con todo aquello e iniciar la carrera que lo había llevado a la fama. Le aconsejó a la futura Voz que aprovechara sus condiciones vocales y se apuntará en el concurso de cantantes amateurs que propiciaba la NBC.

Así lo hizo Sinatra con un grupo (“Three Falsees”) que ganó el premio. Con el tiempo se separará de ellos .comenzando la que será una carrera profesional de grandes éxitos. El cantante guardó siempre aquella entrada de la radio que le permitió conocer y oír a Gardel. Por eso, cuando llegó a Buenos Aires para actuar en el año 1981, sacó ese viejo papel de su cartera y pidió que lo llevaran a conocer los lugares que le había descrito el “morocho del Abasto” (ver primera nota). Aquél mes de Agosto de ese año 1981 Frank Sinatra actuó delante de veinte mil personas en el estadio Luna Park de la capital argentina. Ante el aplauso interminable y los gritos de admiración, el norteamericano confesó su emoción especial por encontrarse en la tierra de quien, sesenta y ocho años atrás, le había dado el consejo que transformó su porvenir.