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Opinión

Sí. Algo más que un órgano llega al receptor.

Por Maite Valderrama

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Con la muerte del asesino de El Salobral la polémica está servida. “Twitter está incendiado” aseguraba El País. La mecha la encendía Mariló Montero presentadora de La Mañana de la 1, ante las cámaras de televisión cuando, ante la duda de sí al final sus órganos serían donados, expresaba abiertamente su propio desconocimiento y preocupación sobre este tema con la siguiente reflexión: “No se sabe si el alma se trasplanta con los órganos”, una afirmación muy lógica y que pocas personas se plantean. Montero que no obstante reconocía ser donante, aseguraba no saber nada al respecto y sentirse confundida, máxime cuando hay personas trasplantadas que dicen sentir el alma del donante en sí.

Lo cierto es que tenemos bastante poca información al respecto, sin embargo tal como se cuestionaba Mariló Montero, habría que decir que en un trasplante algo más que un órgano llega al receptor, de esto informa la escritora Renate Greinert en su libro “Donación de órganos ¡Nunca más!”, donde detalla exhaustivamente algunas experiencias vividas por personas que ante la dolorosa situación de tener un familiar moribundo, consintieron que sus órganos les fueran extraídos con el fin de ser posteriormente trasplantados. Pero las iglesias, y algunos políticos declaran que la donación de órganos es un acto de amor al prójimo, aunque habría que preguntarles sin ellos mismos son donantes.

Pero qué es lo que sucede cuando alguien recibe un órgano ajeno. De esto se habla poco, aunque se sabe que el sistema inmunológico de un trasplantado rechazará el órgano de por vida, lo que debería ser un indicio claro de que la naturaleza no había previsto esto que la medicina moderna fomenta. Además las personas trasplantadas son más propensas a infecciones como el SIDA o herpes, generando con mayor rapidez enfermedades tumorales. Por lo que la calidad de vida con que estas personas soñaron puede quedar en entredicho. Si el cuerpo no puede “expulsar” el órgano extraño debido al tratamiento, éste se queda forzadamente dentro y ha de ser asimilado de alguna forma. Los doctores Paul Pursal (Universidad de Hawai) y Linda Russek (Universidad de Arizona) han recopilado numerosos y sorprendentes informes de personas receptoras de trasplantes, demostrando que no sólo se quita un órgano a alguien y se pone en otro lugar, sino que al parecer algo personal del donante va acompañando al órgano, lo que se manifiesta a lo largo de la vida del receptor. ¿No tendrá entonces el receptor una vida influenciada por las informaciones, que el donante ha registrado en cada célula del órgano transplantado?

Igualmente poco se sabe de las circunstancias en que un órgano es quitado, llevado y trasplantado y muy poco sobre la muerte cerebral y hasta donde llega la legislación al respecto. Bien, la persona declarada legalmente muerta es llevada al quirófano, recibe una anestesia general y se procede a la extracción de sus órganos, los que son trasportados rápidamente para que el receptor pueda recibirlos vivos. Pero ¿cuándo se considera que una persona está muerta? cuando se ha producido la supuesta muerte cerebral, pero qué pasaría entonces si su corazón sigue latiendo y su circulación sanguínea funcionando y se produjera  una reanimación imprevista o “milagrosa” del ya legalmente muerto. Cuando se lleva a cabo una explantación no se está tratando con un muerto, sino con un legalmente muerto y el hecho de que los médicos comprueben un encefalograma plano durante más 30 minutos, unido a los otros requisitos legales, no es óbice para que en el futuro se descubra que el legalmente muerto estaba vivo.

Antes, una persona estaba muerta cuando dejaba de respirar, cuando perdía el pulso o quizás cuando aparecía el rigor mortis, entonces se le dejaba descansar en paz. Pero para el proceso de explantación esto no sirve de nada, pues los órganos han de estar vivos, surgiendo el dilema de si es ético que se desmiembre a una persona que tan solo está declarada legalmente muerta, pero ¿y si no fuera así? En EE.UU. muchos médicos de renombre cuestionan la consideración actual de muerte cerebral. El premio Nóbel Sir John Eckels, un famoso experto en investigaciones cerebrales es un convencido detractor de esta afirmación, pues se ha comprobado que durante la explantación al supuesto muerto de pronto le sube la tensión o se agita, lo que significa que existe un sistema celular vivo. Ante esto ¿se debería seguir afirmando tal como hace la Iglesia, que los trasplantes son un acto de amor al prójimo? Usted mismo estimado lector puede darse la repuesta.

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