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ESCAPARATE DE LIBROS

Análisis del libro “Dípticos y Trípticos en español”, de Josefina Rodríguez

Por Mayte Guerrero. Asesora literaria

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Análisis del libro “Dípticos y Trípticos en español”, de Josefina Rodríguez

 

Dípticos y trípticos en español, de Josefina Rodríguez (Ediciones Letra Clara, 2012), es un libro especial y curioso, un libro que en su origen tuvo un afán pedagógico y cuyo resultado final hará las delicias de los amantes de la literatura y del arte en general.

Decía que es un libro especial. Lo es por su planteamiento y también por su desarrollo. Cuando Josefina trajo su original a la editorial y le echamos el primer vistazo, fue inevitable que éste nos llamara la atención. Y lo hizo en principio por el aspecto anecdótico de su contenido (la comparación de obras de diferentes autores emparejados o en tríos según la similitud de los títulos o de la temática de determinadas obras). En una segunda lectura, más allá de la originalidad de ese planteamiento, nos llamó la atención la concisión del estilo de la autora a la hora de exponer esas comparaciones. Así se lo hice saber a Josefina y de ello hablamos. Pequé en aquel momento del prejuicio. Cuando se llevan leídos bastantes, muchos manuscritos previos a la edición, es inevitable observar ciertas tendencias tanto en novelistas, como en poetas, como en ensayistas... Cada uno las suyas, claro. Tendencias que cuando se rompen inevitablemente llaman la atención. Pues bien, el prejuicio nos pone sobre aviso de que ensayista tiende al barroquismo en su estilo, a la aglomeración acumulativa formal y de contenido en sus exposiciones. Al menos, ése es el prejuicio que inevitablemente se ha ido formando durante mi experiencia en este trabajo. Pues bien, llegaba un texto nítido, de ideas claras, expuestas con naturalidad, con precisión, sin relleno de oratoria vacía. Y no pude por menos que recordar a Borges, a su permanente búsqueda de la esencia del lenguaje para ensalzar el contenido (que es lo que realmente importa), más allá de las florituras estilísticas y autorregodeos  del escritor consigo mismo, aquello que le impidió escribir una novela, pues en una novela implicaba introducir una gran cantidad de texto de relleno. Y Josefina, después de hablar de ello, me recordó a Borges. Entonces, lo que en principio fue sorpresa (repito, consecuencia del prejuicio) se transformó en admiración. Leí de manera distinta, sin prejuicios, Dípticos y trípticos en español con plena satisfacción. Me gustaría a este respecto recuperar un fragmento de un texto de Borges, «La supersticiosa ética del lector»:

La condición indigente de nuestras letras [decía en 1932], su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis. Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informarán si lo escrito tiene el derecho o no de agradarles.

Josefina, además, ha sido muy inteligente, pues con el material que maneja en el libro (Neruda, Delibes, Baroja, Azorín, Machado, Bécquer, Cervantes y mil más) cede a los autores el absoluto protagonismo, comparte sus textos y en el modo en el que ella los expone permanece en un falso segundo plano. Falso porque, primero, ya sólo en la elección de los temas, los autores y los textos demuestra que tiene criterio literario (la elección adecuada de la información es el primer mandamiento del escritor y es obligación del lector, como decía Borges, no confundirse con supersticiones respecto al estilo); y segundo, porque su participación, su análisis, según dice ella misma en el libro, no es en profundidad, «sino que se trata de dar a conocer de forma cómoda, fácil y sencilla, hechos, circunstancias y situaciones que con mayor o menor aproximación cada autor aporta. Los comentarios y valoraciones (aclara) tienen un carácter espontáneo, sin pretensiones, pero sí con el mayor equilibro posible.» En estas líneas hay palabras claves que caracterizan el libro: «dar a conocer de forma cómoda». «Dar a conocer» incluye la intención del aprendizaje, esencia última de la literatura.

Leyendo las páginas del libro es inevitable escuchar a la maestra, con lo que se dispone uno a adoptar una actitud de dejarse enseñar o aprender de nuevo incluso lo que ya se sabía. Por muy conocidos que sean los autores y algunos textos (otros no, especialmente los del primer capítulo, uno delicioso por inocente dedicado a las cartas de amor), creo que todo lector sacará una lectura nueva de cada una de las propuestas. Uno de los aspectos más atractivos de este libro es su ausencia de ortodoxia cerril. Más bien, de una forma pragmática, en realidad se trata de una hermosa manera de despertar (si no se tiene) o de acentuar (si ya se tiene) el amor a la literatura en concreto y al arte en general. Es una manera de empezar o reiniciar la aproximación a la literatura y al arte. Supónganse por un momento en esa tesitura: quieren despertar el amor a la lectura a una persona. ¿Por qué escritores, por qué escritos empezarían? ¿De qué manera lo harían? Con toda la historia de la literatura en español, ¿qué escoger, cómo explicarlo? La tarea, como pueden imaginarse, no es nada fácil. La aparente naturalidad con la que está concebido este libro en realidad no es tal. Hace falta mucho criterio y mucha capacidad pedagógica para afrontar este reto.

Por otro lado, esta tarea se ha hecho con mucha libertad y esta libertad de la autora es trasladada al lector: no hay dogmas que justificar hasta el extremo, no hay obligatoriedad ni verdades absolutas; hay en cambio, como ella misma decía, espontaneidad o aparente espontaneidad en las conclusiones; hay naturalidad o aparente naturalidad (porque en realidad esto no se hace sino con mucho trabajo) y, sobre todo, hay mucho, mucho respeto hacia el arte.

Tanto respeto o más nos merece este Dípticos y trípticos en español, más aún cuando incluso frívolamente se puede decir de él que es terriblemente ameno: cartas de amor, ventas y posadas, árboles, la plaza del pueblo, las estaciones del año, la muerte, los toros... Una temática tan variada expresada además de mil maneras: poesía, género epistolar, novela, teatro... pintura...

Corría el riesgo Josefina de que su obra, de buenas intenciones, se hubiera quedado en un mero cajón desastre sin orden ni concierto. No, no es así: lo que está en sus páginas incluido lo está porque lo merece, lo está porque de ello hay algo interesante que decir, algo interesante que aprender, algo interesante sobre lo que prestar atención. Quizás por ello se ha cuidado muy mucho de compilar en un último capítulo las conclusiones generales que justificaran su porqué. No, no existe ese último capítulo, porque en realidad cada uno funciona con autosuficiencia, cada uno se autojustifica, y todos ellos, al final, en conjunto, sin que sea necesario expresarlo de forma directa, obtienen un significado común: impulsar a la lectura, impulsar a seguir leyendo las obras que se proponen en él, a seguir leyendo otras obras de esos autores y, finalmente, a seguir leyendo. Es probable que por ello Josefina deje para el final sus dípticos y trípticos pictóricos. En realidad, parece que la autora ha empleado técnicas pictóricas, técnicas del retrato del conjunto, como los cuadros que analiza. El jardín de las delicias, del Bosco (que no de Goya, como erróneamente aparece en el enunciado del último capítulo; un error que deben atribuir a nosotros, no a la autora). El primer vistazo del cuadro desprende un aparente caos, una apariencia caótica, pero que en realidad dura los dos primeros segundos en los que se contempla la obra. En el detalle, en la mirada pausada va surgiendo el orden, la explicación en definitiva.

            Recopilando motivos para leer este libro: es original en su planteamiento, es cómodo en su lectura, es ameno en su temática, es respetuoso en su tratamiento y es sólido en su conjunto. Y para nosotros en la editorial, recopilando estos meses de trabajo con Josefina, pues nos quedamos con un agradable sabor de boca, tanto en su estupendo trato personal como en su exquisito comportamiento profesional. Estoy segura de que van a disfrutar leyéndolo, que van a aprender cosas, que van a recordar otras ya aprendidas y, en definitiva, que van a dar por bueno el tiempo y/o el dinero invertido, algo que hoy es más que agradecer.

El libro fue presentado el pasado mes de junio en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles por Emilio Porta y Octavio Uña.

 

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