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REFERENDO EN ISLA DE PASCUA

La Isla de Pascua ya no será un terreno libre para cualquiera que quiera llegar a vivir allí…
La Isla de Pascua ya no será un terreno libre para cualquiera que quiera llegar a vivir allí…

Vivir en Isla de Pascua: Un sueño de muchos que ahora, ya no es posible

Por Juan Ignacio Vera (Madrid - España)

jueves 10 de septiembre de 2009, 22:49h
10/09/2009.- Vivir en una isla es para muchos, el sueño de su vida y si es en una isla tropical o de los mares del Pacífico sur, mejor todavía: blanca arena (en la mayoría de los casos), vegetación exuberante (también en la mayoría de los casos), mar por doquier y una idílica paz en un contacto con la Naturaleza imposible de conseguir en cualquier otro lugar.
Seguramente eso fue lo que pensaron los muchos cientos de ciudadanos chilenos y extranjeros que alguna vez y a lo largo de estos últimos 40 años, decidieron quedarse a vivir en Isla de Pascua, uno de los lugares habitados más remotos del planeta pero sin embargo, eso, desde el pasado 24 de octubre , ya no será tan fácil.

En referendo convocado en la citada isla, el 96,3% de sus 1.300 habitantes empadronados y habilitados para votar, dieron un contundente apoyo a la iniciativa de solicitar al gobierno central chileno, regular y poner fin al tránsito y estadías irregulares que venían produciéndose en aquel territorio insular chileno, anexado al gobierno de Chile en 1888.

Después de siglos de orfandad, en la que su no pertenencia a ningún gobierno soberano o mejor dicho, la no protección por ninguno de los gobiernos que sucesivamente desde su descubrimiento en 1774, detentaron transitoriamente su dominio sobre lo que era prácticamente, “tierra de nadie” permitieron múltiples atropellos. Isla de Pascua y sus habitantes vivieron y soportaron toda clase de tropelías y abusos: balleneros, cazadores de focas, piratas e incluso traficantes de esclavos, anclaron en sus costas para depredar a la población.

El gobierno chileno se la adjudicó al término de la Guerra del Pacífico donde, el dominio del mar había sido un factor determinante en el buen resultado de la misma para Chile. La estratégica posición de Isla de Pascua y la visión de futuro de algunos notables de la época convencieron al gobierno de turno de la conveniencia de reclamar para Chile, el dominio de aquella estratégica y minúscula porción de tierra en medio del océano Pacífico.

Desde 1888 y hasta finales de la década del 60 del pasado siglo cuando se abre al tráfico aéreo regular, Isla de Pascua continuó siendo un terreno de nadie; administrado por la Armada chilena como si de un buque de guerra se tratase, sus habitantes eran virtualmente prisioneros del territorio ya que no podían abandonar la isla sin un permiso especial de las autoridades y, mucho menos, disponer de los recursos (escasísimos) con que contaba la isla para la subsistencia de los casi 2.000 habitantes de origen rapa nui que vivían allí.

Arrendada por años, a compañías que explotaban ganado lanar, Isla de Pascua constituía lo que los chilenos llaman graciosamente, un auténtico “cacho”, es decir algo con lo que no se sabe muy bien que hacer.

Pero he aquí que a partir de los primeros años 70, Isla de Pascua merced del servicio aéreo que comenzó a prestar la aerolínea de bandera chilena con un B-707 (lo máximo para aquellos años) inicia su andadura como atracción turística y a ser conocida en el mundo entero. Los turistas (norteamericanos casi en exclusiva) comienzan a llegar y las cosas a mejorar.

Un dudoso acuerdo de un gobierno chileno de la época concede a las FF.AA. norteamericanas, la autorización para instalar allí una base militar (secreta y de espionaje de las actividades atómicas francesas en el archipiélago de Tahiti al decir de muchos y la creencia popular) y donde a nadie, se le permite entrar. El entonces senador de la república Salvador Allende en una visita a la isla, es impedido de visitar aquella base secreta norteamericana -¡instalada en territorio soberano chileno!- Tres años más tarde, ya convertido en presidente, Allende no alcanzaría a regresar para en esta ocasión sí entrar a sus anchas en aquella base. Los isleños de la época dicen que la misma noche que Allende ganó las elecciones, los norteamericanos metieron todo lo que pudieron en un barco y salieron “pitando”.

Los norteamericanos desmantelan la base de un día para otro y prácticamente sin ruido, dejan la isla llevándose todo lo que habían instalado dejando eso si a los pascuenses, un rudimentario y básico aeropuerto, unas cuantas casas prefabricadas y la idea generalizada en la población de que los “americanos” lo eran todo, y posiblemente desde ese entonces, los nativos pascuenses acrecentaron más su cierto desprecio y desdén (dicho con todo respeto) por el “tire” (“chileno”, en lenguaje coloquial pascuense).

La indudable mala experiencia recogida por los muchos años de una férrea administración militar (naval) que reducía poco menos que al status de niños de corta edad a los habitantes de Pascua por parte de los miembros de la Armada, difícilmente habrá dejado ideas positivas en el inconsciente colectivo de los pascuenses respecto de los “tires”, idea que fue “redondeada” por la “largueza y generosidad” con que los norteamericanos de la base militar de Pascua, regalaban a sus habitantes -según comentarios de la época-, blue jeans, encendedores, chicles, cigarrillos y alcohol a diestro y siniestro que eran –según añoran los nostálgicos de esa época-, moneda corriente en los primeros años de “vida independiente” en Rapa Nui después de quitarse de encima el control de la Armada chilena.

Ya en los años 70, con el incipiente turismo existía una sorda rivalidad entre los “empresarios chilenos” que fueron allí a hacer dinero y los emergentes e inexpertos aprendices de tour operadores, guías y hoteleros en que se transformaban día a día, semana a semana, los pascuenses que veían en este negocio, algo que les sacaría de su ancestral estado de pobreza y dependencia.

Ya por aquellos años, existía soterradamente, una corriente de rechazo al “tire” que venía a aposentarse en la isla pero en los años 70-80 y parte de los 90, no estaba el “horno para bollos” ni para protestar ni para reclamar. Si en el “conti” (como llaman los isleños al territorio continental chileno) era difícil cuando no suicida reclamar (en tiempos de la dictadura) ya puede uno hacerse a la idea de cómo era la situación en aquel microcosmos de apenas 2.500 personas metidas en 180km2 con 2.000 pascuenses y 500 “tires” muchos de los cuales controlaban todo lo controlable en aquella isla..

Hasta 1976 –según cuentan quienes han vivido allí-, en Isla de Pascua se podía estar tranquilo. “La cosa se comenzó a poner fea –decía un viejo pascuense- cuando instalaron en la isla el primer cuartel de “tiras”(ojo, que no “tires”) –para los no conocedores de esta expresión, valga la explicación de que “tira” es el nombre vulgar con que se denomina a un policía de investigaciones (detective ) en Chile-
“Ahí –comentaba este anciano pascuense- la cosa se echó a perder y luego en pocos años, una cosa trajo la otra y de repente, sin saber como, nos vimos enfrentados a todos los problemas propios de un pueblo cualquiera del “conti”: ruido, exceso de vehículos, accidentes, motos, alcohol, drogas, especulación comercial y muchos otros problemas inherentes al tráfico masivo de personas”.

La estancia más o menos prolongada de personas que llegaban a la isla sin ningún propósito definido no es nueva. Ya en los primeros años 70, uno que otro “hippie” aparecía por allí pero resultaba casi simpático. Uno que otro artista llegaba a la isla en busca de inspiración y a nadie perjudicaba ni le llamaba la atención pero en los últimos años, esta tendencia se ha acrecentado hasta transformarse en un problema.

La superficie total de la isla que se cifra en 180km2, es solo una referencia válida en términos de mapas, agrimensión u otros datos técnicos pero no sirve para hablar de espacios aptos para el desarrollo normal de un grupo poblacional que va en aumento. Para esto, tendríamos que circunscribirnos a lo que realmente es apto para ello y ésta superficie en la isla, es mínima y se reduce a los alrededores de Hanga Roa que es por decirlo así, la virtual capital de la isla y el núcleo poblacional, comercial, residencial y de ocio, por excelencia.

La dificultad no radica sólo en eso, en la escasez evidente de terrenos habitables sino en que cualquier otro espacio que se elija para poder vivir, tiene que tener unas mínimas condiciones como por ejemplo: vías de acceso, facilidades para hacer llegar los servicios básicos de luz, agua corriente, alcantarillado, servicios de extracción de basura, áreas cultivables, etc.

Lo raro de todo esto es que la eclosión de este problema que repito, es tan antiguo -como que data de los años 60-, haya aflorado ahora cuando ya ha hecho crisis de manera definitiva y tanto, que como se sabe, los nativos pascuenses se plantaron en la pista del aeropuerto en el mes de agosto pasado e impidieron las operaciones aéreas como una manera de llamar de una vez, la atención de las autoridades que finalmente, han debido ceder a un problema que, cualquiera que no sea ciego, lo ve: la sostenibilidad de la vida en Isla de Pascua está en riesgo y está determinada para un número máximo de personas y no hay más vueltas que darle.

Obviamente, ese número determinado de personas que puede vivir y trabajar de manera permanente en Isla de Pascua solo afecta (de momento) a los residentes estables por cuanto el turismo es una masa flotante que puede depender en mayor o menor medida de factores que en un momento, no son controlables ni por los residentes, ni por las autoridades. Imaginemos por un instante, que en Isla de Pascua se declara una epidemia equis y las autoridades sanitarias decretan la cuarentena: nadie podría entrar ni salir del lugar hasta que el peligro hubiese sido neutralizado. Esa situación exógena influiría de manera decisiva en el devenir diario de todas aquellas personas que dependen directa e indirectamente del flujo del turismo, que es la actividad industrial básica de la isla y la que genera todo el flujo de dinero que hace marchar la vida y la economía en ese lugar.

Si bien es cierto Isla de Pascua es parte del territorio chileno y de momento, cualquier chileno tiene absoluta libertad de desplazamiento a lo largo y ancho del mismo, no es menos cierto que dadas las determinadas características de algunos lugares, deberán establecerse ciertas normas para no vulnerar el patrimonio arqueológico, no dañar el medio ambiente y/o exceder las reales capacidades de sostenibilidad del lugar,

Por tanto, en mi opinión, es perfectamente normal y de sentido común, establecer unas condiciones bajo las cuales una persona que no es residente en aquel territorio, tenga limitada su estancia a un tiempo determinado al fin del cual, debería necesariamente, abandonar el lugar. Es obvio que las mejores condiciones de vida que hay en Pascua impulsan a algunas personas a intentar vivir allí con cierta facilidad situación por ejemplo, que no se produciría en la Antártida aunque este es también, al igual que Isla de Pascua, territorio chileno y por ende, susceptible de ser habitado por cualquier chileno que lo deseara pero, ¿cuantos chilenos agarrarían su mochila, unas cuantas camisetas, dos pares de zapatillas y a la Antártida se ha dicho?… poquitos, ¿no es cierto ?... ¿o no?... Ud., ¿que opina al respecto?
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