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Mercedes Rodríguez de la Torre
Mercedes Rodríguez de la Torre

Un día cualquiera. Drama en un acto

Por  Mercedes Rodríguez de la Torre

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Un día cualquiera

Esta obra esta dedicada a todos vosotros, amigos del amor universal, y a los que lucháis en aras de la justicia y la libertad. Mi agradecimiento a, José López Martínez, Periodista, Poeta, escritor, y crítico literario, Director General de la A. E.A.E., por su apreciadísima opinión sobre esta obra:

Un día cualquiera. Drama en un acto

Una obra meditada y escrita para cualquier drama vigente en conexión con el mal trato de violencia de género.  Estamos ante un tema de gran sensibilidad. En esta obra se pretende denunciar los malos tratos, huyendo del morbo…todo lo contrario, no es mi intención como autora, herir la sensibilidad de ningún ser humano, sino sacar a la luz los equívocos cometidos durante tantos siglos de existencia, produciendo frustrantes emociones entre hombres y mujeres que de forma voluntaria o involuntaria, han formado parte de la existencia de este maravilloso paraíso llamado, planeta Tierra.

 No sé si voy a ser capaz de trasmitir lo que me gustaría comunicar a toda la humanidad. Muchas mujeres han sido y todavía son, víctimas de unos seres malvados, tiranos, acomplejados y absurdos, seres lejanos de la realidad, de una realidad que envuelve la vida de igualdad, respeto, y libertad, y si esto lo magnificamos con el amor, sentimiento del cual se alimenta toda la humanidad, no hay forma de entender el desajuste en esas mentes refugiadas en el machismo y la tiranía, despreciando así, el entendimiento entre los hombres y mujeres que quieren y tienen la obligación de una convivencia pacifica, en un maravilloso paraíso en el cual cabemos todos, porque de todos es su pertenencia. El hombre, siempre se ha sentido un ser humano superior a la mujer, pero desde tiempos recientes, va poco a poco desplegando una brillante carrera restauradora, desligándose así, inteligentemente, de sus injustos esquemas claramente machistas.

No son palabras, son hechos logrados por la batalladora y titánica lucha de la mujer, que con fuerza guerrera, va consiguiendo que el hombre se integre en una sociedad mucho más justa. El hombre se va despojando de sus absurdos complejos, injustamente adquiridos de sus antepasados. Por eso nuestros hijos son la esperanza de un futuro menos egoísta, donde la convivencia entre hombres y mujeres será más equilibrada y los papeles en este mundo más equitativos, donde tanto el hombre como la mujer puedan expresar sus sentimientos y su sabiduría libremente, alcanzando así, la dignidad a la que todo ser humano tiene derecho por su propia naturaleza.

La dignidad y la libertad son los principales cimientos de nuestra sociedad.

No se trata ahora de vengarse de las injusticias cometidas.

Se trata de una inexorable comprensión entre el respeto y la libertad. Un respeto que nunca se debió de cuestionar en el transcurso de la historia de la humanidad y, por consiguiente, no tendríamos en este momento que estar hablando de la ansiada libertad.

Por tanto, reitero mi intención de denunciar el drama de muchas personas que enmudecen su dolor y malos tratos por circunstancias puramente emocionales, convencionales, y en muchos casos por desgracia, por no tener acceso a un puesto de trabajo digno y meritorio que como personas se merecen.

En esta obra de teatro, ¡que es como la vida misma! se nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el pensamiento y la conducta del ser humano.

Yo, como mujer que soy, me dirijo a todas vosotras, mujeres trabajadoras dentro y fuera del hogar, a todas nos llaman “amas de casa”¡bueno eso nos dicen! porque en mi casa todos mandan más que yo, claro que esto debe ser la norma general de todas las amas de casa. Creo saber a qué se refieren cuando nos consideran las amas de la casa...sí, ¡creo que sí!

 

Esta es mi historia

Mi nombre es Carlota y todo mi calvario empieza unos meses después de casarnos.

Mira tu por donde la señora que hasta entonces venía a limpiar la casa, ya no viene, ¿será para que me sienta más cómoda, o porque llegó el relevo y encima gratis? el primer día que estrenamos nuestro queridísimo nido de amor, con mil delicias y con sumo cariño, me comunica que soy la dueña y señora de la casa ¡qué bonito y que orgullosa me siento! pero claro… esta ilusión duró muy poco.

El estrenado marido empieza a traer los amigos a casa incesantemente, no es que me moleste que tenga amigos, ¡claro que no! pero no me parecía sensato hacerlo con esa asiduidad cuando casi no teníamos tiempo de estar a solas en la intimidad. Al principio sólo me traía al amigo más intimo a tomar una copa, como buen amigo, se tomaba una copa…otra…y otra, y ya animadito se tomaba unas libertades poco prudentes, ¡vamos!, que casi parecía el dueño y señor de la casa, llegué a sentirme molesta con las bromas machistas que tanta gracia les hacía…¡vaya par de dos!.

¡Eso no era nada!, lo malo empieza cuando las tertulias aumentan de volumen y todos absolutamente todos, van elevando el tono de su voz mientras fantasean con sus ridículas batallitas…a ninguno de ellos le da respeto mi presencia, ¿para qué? en sus absurdas discusiones solo cabe el ego machista, ese en el cual la mujer no tiene espacio.

Es entonces cuando empiezo a entender lo poco que dura el respeto y la libertad hacia el ama de casa, sólo me siento: la cocinera que pone la comida… la camarera de la casa, sí, me siento la más inútil de todos los que allí se encuentran, la que sólo sirve para poner la mesa y recoger después las migajas de los señores, esas que van cayendo al suelo… ¡como si fueran palomitas de maíz!

Por supuesto voy observando disgustada y herida en todo mi amor propio, cómo sus queridos amigos son más importantes que yo, y poco a poco la ilusión de los primeros días se va desvaneciendo, creando en mí, una desagradable personalidad una frustración y una gran tristeza muy difícil de superar, la cual es acompañada por esa absurda resignación tantas veces inculcada por nuestras pobres, abnegadas, maltratadas, pero queridas madres.

Pasa el tiempo y como muchas mujeres, quedé embarazada, para mí fue una gran alegría, pero para la empresa donde yo trabajaba, fue toda una desgracia. Me empezaron a hacer toda clase de maldades para que con el avance del embarazo, no pudiera continuar la vida laboral, ¡vamos! que o te vas, o te echan y aunque parezca mentira, todavía existen empresas que actúan con las mujeres embarazadas igual que se portaron conmigo, y yo os digo: luchad por defender vuestros derechos, unos derechos que la propia naturaleza nos da.

Afortunados son los demás hombres de inteligencia sana y normal que junto a las mujeres, son grandes luchadores y grandes emprendedores en la batalla del trabajo, del hogar y de los hijos. Hombres, que comprenden que el amor, la dignidad, y la libertad… ¡Son de todos!.

El amor brota en campos de libertad

En la vida no esclavices al amor

Amar es abrir caminos a otros

Amar es quitar las etiquetas

Amando exentos de equipaje

Encontraremos la verdad

Un día cualquiera…suena el teléfono, diga… sí…sí, el ama de casa soy yo…

(Esta es una versión parcial de la obra completa de Mercedes Rodríguez de la Torre “Un día cualquiera)

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