A pesar de que el trabajador sólo reconoció eructar una o dos veces al día, el jefe se vio obligado a tomar cartas en el asunto y despedirlo por sus "eructos regulares por las que resulta que sus faltas y su comportamiento generan tensiones y conflictos recurrentes en las relaciones con sus colegas de trabajo". Pero el trabajador siguió eructando, por lo que hubo que apelar a la justicia laboral, según un abogado de la ciudad de Montpellier. La Justicia dio la razón a los sufridos compañeros del trabajador cesado: la Corte de Apelaciones de Versalles consideró que "las faltas deliberadas y reiteradas a las reglas del saber vivir de este asalariado, generadoras de tensiones en sus relaciones con sus colegas, constituyen una causa real y seria de despido".