Partí dejando atrás mi hogar y pude comprobar de inmediato la maldad humana... cuántos perros callejeros en busca de comida y abrigo deambulaban por ahí, víctimas de haber sido desechados de sus hogares, porque la familia prosperó económicamente y se fueron de la casita que arrendaban, a un flamante departamento nuevo, sueño de toda una vida.
A poco andar (volar), una anciana era desplazada virtualmente a la fuerza, en su intento por abordar un bus, por un muchacho de no más de 15 años, (un futuro dueño del mundo seguramente).
Que manera de ser testigo de injusticias, en mi posición casi de “hombre invisible” seguí advirtiendo realidades.
Ví a un padre pagando una cuota prácticamente como de arriendo para poder ver dos veces a la semana a sus hijos, después de su separación conyugal (y si quería tres días, eso ya tenía otra tarifa).
Encontré desadaptados sociales destrozando mobiliario de un parque, mezclados con manifestantes más bien mesurados, de una justa marcha reivindicatoria estudiantil.
Más allá una madre esperando dos horas con su bebé, para ser atendida en el consultorio de su barrio.
Ya más lejos de mi punto de partida, vi políticos malgastando el tiempo más en destruir que en construir.
Vi presos viviendo hacinados en lo que parecía ser un castigo adicional agregado a la justa pena impuesta por la justicia.
Observé un muchacho sorteando el ingreso al metro, con el pase escolar de su hermano menor.
Y ya fuera de mi país, vi otras cosas. Indignados ciudadanos durmiendo en plazas públicas. Vi jefes de estado de potencias mundiales inventando conflictos donde no los había para poder justificar así sus intervenciones sobre ellos, en un afán meramente de expansión comercial y explotación.
Pude ver a corruptos empresarios deportivos arreglando resultados de encuentros y competencias, involucrando incluso a deportistas ambiciosos.
Vi millonarias danzas de dinero en torneos de tenis, carreras automovilísticas y encuentros de ligas futbolísticas con tanta frecuencia, como niños muriendo de hambre y caquécticas jovencitas dando a luz lo que en países más desarrollados se confundiría con un feto.
Vi sacerdotes explicándoles a sus feligreses que no los estigmatizaran por los errores y horrores cometidos por otros prelados, confirmándoles que el diablo está en todas partes.
Vi mutilados muchachos regresando de una guerra de la cual no lograron comprender su origen y mucho menos su resultado.
Ya cansado y fatigado le solicité al genio que me volviera a casa.
Y finalmente, mire a los cielos y vi a Dios… y vi como lloraba.
Si (
No(
