Vitriolo y keroseno a las puertas de América Latina

Ocasionalmente, las labores diarias culinarias te sorprenden con un ataque repentino de aceite caliente. La quemadura es inmediata y el reflejo del dolor nos fastidia bastante. A veces nos queda un recuerdo más permanente, se forma una ampolla que –maldita sea la suerte- solemos reventar accidentalmente y entonces el enrojecimiento de la piel dura más de lo previsto, se queda una marca que nos acompaña haciéndonos recuerdo de que una quemadura duele por más leve que sea.

En el telediario estaban pasando en ese momento la noticia de que unas fotos tomadas por Emilio Fernández Morenatti -ganador del primer premio FotoPres ’09- sobre los malos tratos a las mujeres en Pakistán iban a ser expuestas en un certamen, con la advertencia de que el contenido podía resultar de “gran dureza”. La foto que retuvo mi memoria visual fue la de una mujer cuyo ojo había desaparecido de su rostro al haber sido quemada.

La Comisión de Derechos Humanos en Pakistán reportó hace dos años que 33 mujeres habían sido quemadas con ácido sulfúrico –comúnmente conocido como vitriolo- y a 45 les habían prendido fuego con keroseno. Sin embargo Masarrat Misbah –dueña de una peluquería- que por azares de la vida se sensibilizó con este problema pudo –con la ayuda de una fundación italiana- habilitar un hospital para atender a 240 víctimas de estos tratos inhumanos. Obviamente no todos estos ataques brutales son denunciados –de hecho son bastante habituales y van en aumento- ya que los procesos judiciales son costosos y se parte de una clara desventaja de la mujer frente al hombre. Esto puede llevar a incoherencias tales como que, aunque la esposa haya sido atacada tan dolorosamente y el marido esté en la cárcel, la mujer no logre divorciarse de él o bien que no permitan a la madre ver a sus hijos.

Según un informe de Amnistía Internacional del 2002, en Pakistán una mujer es violada cada dos horas. Peor aún, cada segundo -¡3.600 veces por hora!- una ciudadana paquistaní es víctima de un acto de violencia directa o indirecta. Estos fenómenos no son exclusivos de Pakistán, también se han reportado en Cachemira o en Afganistán –países islámicos dónde se las ataca con ácido por negarse a usar el burka o por salir a la calle sin ser acompañadas por un varón-

Esos rostros y cuerpos brutalmente derretidos por el vitriolo, sádicamente quemados por keroseno -a veces les producen la muerte- o sometidos a violaciones de honor, dejan el impacto en el espectador de un vistazo en todo caso superficial hacia un Estado calificado de fallido como es Pakistán.

En la cuenca del Mediterráneo, acercamos la mirada hacia la última boda masiva ocurrida este año en medio oriente –promovida por Hamás- en la que las novias rondaban los siete (7) años –aunque se podía hacer un promedio matemático de diez años-. El Centro Internacional sobre Mujeres ha hecho la estimación siguiente: hay aproximadamente 51.000.000 de niñas casadas –sobre las que pesa una “vida sexual”- agrupadas en países musulmanes. Mahmud Zahar –dirigiéndose a los novios que rondaban los veinte años- dijo para la ocasión: “Le estamos diciendo al mundo y a Estados Unidos que no nos pueden negar la dicha y la felicidad”. Ibrahim Salaf, hombre fuerte de Hamás, aclaró lo siguiente: “Presentamos este casamiento como un regalo a nuestro pueblo que se mantuvo firme enfrentando el sitio y la guerra”. Había que ver esa fila de niñas maquilladas como mujeres -cuya estatura superaba con poco la cintura de sus futuros maridos- de la mano de hombres adultos....

Se puede continuar enumerando ejemplos como estos, pero estimo que sólo lograrán acumular puntos de interrogación y exclamación en nuestras mentes.

Está claro que las mujeres islámicas padecen un terrible desconocimiento de sus derechos básicos. En Lahore el 80% de las mujeres entre 18 y 24 años ignoran completamente las cláusulas de su contrato matrimonial. El 90% cree que no tiene derecho a divorciarse. Pero esto es sólo una pincelada del cuadro.

Es fácil iniciar un debate sobre si casarse y practicar sexo con niñas de 7 a 10 años es pedofilia o no, sobre si la ablación del clítoris es barbarie o tradición, sobre si el hombre debe tener todos los derechos sobre la mujer o si ese simple pensamiento es un despropósito, o sobre si hay que endurecer la ley del menor en España. Cualquiera puede entrar en el morbo de analizar estos tristes sucesos.

Lo importante es reparar en que se trata de un grave problema de libertades fundamentales y derechos de los niños y de las mujeres –a estos efectos damos otro ejemplo basado en el informe de Amnistía Internacional que denunció que, sobre todo en la zona de Beluchistán, se comercia con mujeres y niñas en concepto de pago de deudas familiares. Estamos hablando de flujos de esclavas que salen hacia Oriente Medio para dar básicamente servicios sexuales, llegando a ser asesinadas si se niegan a servir de esclavas/prostitutas-. Lo que ha sido relatado tiene un punto en común que consiste en que hay una población débil sobre la que cae el peso del derecho como instrumento del Estado.

Reconocer que en los países islámicos la mujer supone una parte demográficamente representativa y que al mismo tiempo es un colectivo frágil, implica detectar un síntoma social que se corresponde con un planteamiento político, ideológico y religioso sumamente agresivo que nace desde la intimidad del hogar para trascenderlo bajo la forma de un abstruso desafío a los valores globalmente aceptados sobre los derechos de las niñas y las mujeres.

Para los países latinoamericanos, que celebran el Día de la Madre como un acontecimiento revelador de un pasado histórico de tradición matriarcal, estos relatos pueden parecer exageraciones e incluso los pueden poner en duda, pero primero habrán de cuestionar a los presidentes de América Latina que sin dudarlo estrechan la mano de dirigentes islámicos –como es el caso del presidente iraní Ahmadineyad, defensor de la shariá-. Luego, cada uno de nosotros habremos de mirar a nuestras madres, esposas e hijas y sacar una conclusión que aproxime las libertades de los débiles con sus derechos si estamos decididos a conservar íntegro nuestro sentido de Humanidad.

No tomar una postura frente a los abusos relatados puede llevar a los presidentes de nuestros países a hacer alianzas peligrosas ya que importar valores extraños a nuestras culturas, que se están reafirmando, es como aceptar otro tipo de colonización.

Pensar que islámicos y latinoamericanos tienen en común la lucha contra el imperialismo americano y que eso es una piedra angular suficiente a la hora de establecer relaciones bilaterales con países como Irán, es una simplificación del pensamiento que puede coagular nuestras venas. Los pueblos del continente latinoamericano no están aún preparados para luchar también contra la invasión de los valores del Islam sin antes tener bien definidas sus prioridades en materia de Libertad y, sin duda, los presidentes que importen ajenidades serán juzgados por la Historia. Como siempre, sólo si el individuo hace uso de su fuerza en calidad de último responsable de su destino colectivo, se podrá presentar una alternativa ante los desatinos políticos.