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El Gastronómada: Visto, leído y comido

Bar de ostras del Union Oyster House (M.H.B.)
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Bar de ostras del Union Oyster House (M.H.B.)

De New England a la Pequeña Habana

  • El viaje por carretera desde Boston a Miami, "La Ruta Este", nos sirvió también para conocer curiosas comidas e históricos restoranes

miércoles 29 de enero de 2020, 22:02h
  • Por Mario Hernández Bueno -( viajar con cuchillo y tenedor) - Miembro de FEPET

29ENE20.- Había que comenzar por algún lugar y elegimos Boston, cerca de donde desembarcaron los peregrinos ingleses que navegaron en el Mayflower (flor de Mayo); ellos lo celebraron (Thanksgiving Day) con pavos salvajes y nosotros en mayo comiendo bogavantes: Homarus americanus, que alcanza mayor envergadura que el europeo: Homarus gammarus.

Fachada del restorán más antiguo de EEUU (M.H.B.)
Fachada del restorán más antiguo de EEUU (M.H.B.)

Pensábamos que, a causa del consumismo, ya serían rara avis; pero no, este país-continente de 327 millones de habitantes, procedentes de todos los países, razas y credos, funciona sorprendentemente bien. Es paradigma de derechos y libertades, pero todo está reglado y se preserva con ahínco la independencia judicial. Su pesca también está regulada.

Uno de los objetivos en Boston era homenajear: comer en un restorán de la cocina que en el siglo XIX dejaron nuestros parientes los portugueses; si bien queríamos conocer los más antiguos del país o con alguna curiosidad de la cultura norteamericana que haríamos tan nuestra tras la II Gran Guerra.

Y comenzamos con el aperitivo en un bar icono, el que durante años nos mantuvo frente a la tele: Cheers. Abarrotado, pronto hicimos amigos -el norteamericano es sociable, muy amigable- y uno de ellos, natural de Charleston -donde pararíamos- nos facilitó dos de aquellos restoranes. Cenamos en el lujoso Ruth's Chris Steak House, magno edificio neoclásico que fue el ayuntamiento. Un New York cut (lomo bajo), nada del otro mundo, y un sabroso solomillo con papas fritas y champiñones, dos pequeñas ensaladas César, tres cervezas, agua y dos Fernet Branca: 240US$, (215€.)

El importe fue 190US$, pero aparecerían doña IVA y doña "gratuity": eufemismo para decir "servicio". Propina aparte. Hacen las carnes en un horno con temperaturas de hasta de 980ºC y los platos llegan con el peligro de los 260ºC. En Boston llaman "pittsburg" al "black and blue": la carne bien torrada por fuera y roja por dentro.

Al día siguiente acudimos a una marisquería: el restorán más antiguo de los EEUU: Union Oyster House, cuyo inmueble data de 1742 y el inicio del negocio de 1826. Le han anexionando inmuebles convirtiéndolo en un laberinto de comedores y pasillos, barra para ostras y ¡cómo no! tienda de souvenires. Este molusco es uno de los atractivos, pero es el bogavante la estrella. Descubriríamos, a lo largo de varias semanas, la afición americana por el bivalvo, que ha generado, con sus variedades y cocina, una cultura.

El crustáceo no es muy sabroso y lo presentan con guarnición de piña de millo, una aportación de los indios massachusetts. La tomamos en ensalada y también la César, que ya es especialidad prácticamente de todos los restoranes. Aquí comeríamos la mejor y más generosa. Después, dos platos enormes: Ye olde seafoood platter, fritura mixta, demasiado enharinada, de gambas, almejas blandas, vieiras, calamar, ostra, filete de bacalao y las omnipresentes Onion rings (aros de cebolla), y Broiled seafood platter: fritura de salmón y pez espada también muy enharinada. Y reafirmamos como la vida se ha puesto cara; aunque eso no lo sabe el norteamericano: el comedor no paraba de recibir comensales -es muy bullicioso- que abonan unos 100€ por barba. EEUU está en plena pujanza. Se llenan los negocios. Corren los dólares. No hay paro. No obstante, los bostonianos, algo mosqueados por tanto impuesto, llaman a su Estado Taxachusetts.

La colonia portuguesa dispone de tres buenos restoranes; elegimos Casa Portugal. Situado en su muy bien cuidado barrio, acoge al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Es pequeño y modesto pero, como en Portugal, no fallan el fado, la amabilidad, la limpieza y un café de nota. Se alegraron al ver españoles.

Las dos camareras eran lusitanas; no así el cocinero, un salvadoreño, José Landaverde, quien tuvo el detalle de venir a saludarnos y nos comentó que todos los que ofician en restoranes portugueses son de su nacionalidad y han aprendido en Boston. Tomamos, tras la cortesía de unos pasteis de Bacalhau, el popular Caldo verde (de coles), muy digno; unos fresquísimos chicharros fritos, Sopa portuguesa (Potaje de verduras) y calamares asados con papas sancochadas.

Y comenzamos el largo y excitante viaje; tendríamos la primera parada en el delicioso pueblito de Provincetown, situado al final del serpentiforme Cape Cod (Cabo Bacalao). Y ya intuirá usted de quienes seguiremos hablando. Y más de bogavantes, en perritos calientes.

Con el cocinero José Landaverde (T.Aguiar)
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Con el cocinero José Landaverde (T.Aguiar)
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