Ya es mediodía y tras mis devociones y obligaciones ha llegado la hora de comer. Pongo la tele y el telediario sigue con los pactos exasperando al sufrido espectador que ya no sabe dónde mirar ni qué hacer, ni qué pensar, porque se está dando cuenta de que no hay vida detrás de estos nuevos políticos, guapos ellos: Sánchez, Rivera, Casado, Abascal, Smith…y guapazas y buenorras ellas: Villacis, Ayuso, Arrimadas, Monasterio…todas con melenazas y con más o menos culazos o tetazas. Guapetonas a la postre. Hay que reconocer que por ahí, por la diáspora, deben de estar alucinados por tanto despliegue de belleza, salvo excepciones, de los representantes políticos españoles.
Cada vez estoy más convencida de que tanta información política excede mucho más allá de la mera noticia, enerva al ciudadano y hace que cada vez se aparte más de los políticos y que vaya en aumento el rechazo que producen, incluso en algunos hasta se les ha despertado el sentimiento de odio. Mala cosa. He llegado a la conclusión de que los medios de difusión ni existirían si no hubiera políticos porque no tendrían nada que decir. Y es bien triste porque la vida es otra cosa, la vida está en la calle, en el ciudadano anónimo que cumple con su obligación y pasa desapercibido, pero “velaí”, a los grandes medios sólo les interesan los partidos y quienes los conforman. Y cuánto más interesan a ellos mucho menos nos interesan al respetable.
Efectivamente hay otra vida, lo he descubierto este fin de semana. ¿No queríamos política? Pues, tiemblen, entre la Pantoja en Supervivientes y la boda de Belén Esteban, la cadena privada Tele5, ocupa sus horas de emisión dando cuenta de los peces que se pescan en Honduras, de los llantos de la Pantoja y de sus rencillas con Colate, o de los invitados que asisten a la boda de la Estéban. Sí, si ya lo decía Juan José Millas el otro día: “La tele lo llena todo.” A él, cuando lo entrevistan en alguna televisión le dicen por la calle, “le vi en la tele”, pero nunca le dicen me gustó esto o aquello cuando habló de tal o cual tema. No, eso no, pero el hecho de que lo hayan visto en la tele lo catapulta al estado más alto al que puede llegar el hombre de hoy. Muchos no habrán oído hablar de Schopenhauer, ni mucho menos escribir bien el nombre, pero todo el mundo sabe quién es Belén Esteban.
Estamos construyendo monstruitos, haciendo multimillonarios a necios, estamos despreciando el valor del trabajo, del estudio, del esfuerzo personal para construirse un futuro. Ya no significa nada aquello que nos decían nuestros padres sobre la honradez y el sacrificio personal, por los que nos harían mujeres y hombres de provecho y que así alcanzaríamos un buen porvenir y seríamos reconocidos en la sociedad. El zafio, el inculto, el paleto, el “chorizo” o el corrupto, tendrían que sufrir el precio de su fracaso y de sus tropelías.
¿Nos hemos equivocado? Sí, nos hemos equivocado.
Si (
No(
