La Virgen del Hinojal

El 23 de agosto, martes, la Virgen del Hinojal, protectora del pueblo, abandona la ermita para dirigirse a la iglesia parroquial, escoltada por los devotos paradinenses. Entre cantos y letanías, la comitiva, cuyo número va engordando paulatinamente, desemboca en la plaza de la Constitución. Esta construcción es el centro social de la localidad, y acoge entre su pavimento al templo cristiano, al ayuntamiento, al tanatorio y a un pequeño frontón. Esa noche, por unas horas, los pequeños que, generación tras generación, se dan cita para disfrutar de las noches veraniegas en ese punto han de retrasar impacientemente sus juegos. La plazoleta muta: ejércitos de personas parapetan a la talla de la Virgen, situada a la luz de un flexo y enfrente de decenas de asientos. Los presentes se unen en una dinámica oración de acogida.

La semana de fiestas ha comenzado. El miércoles, el jueves y el viernes por la tarde, los paradinenses tendrán a su disposición una eucaristía para preparar la fiesta mayor. Éstas celebraciones religiosas se conocen como “triuduos”. De igual forma, el ágora paradinense no decae, y esboza varias actividades.

El jueves por la noche, Baco y las tres cárites acostarán a Morfeo. Ancianos, adultos, jóvenes y niños regresarán a la plaza, a danzar al son de la música. Simultáneamente, cerca de una docena de peñas fulgirán y derrocharán simpatía y animación. El jolgorio inundará este querido pueblo. La música alcanzará decibelios tan elevados que morderán al mismo cielo. Quizás, los trabajadores que al alba tienen que coger su alforja y reanudar sus labores no proyecten el mohín simpático que anegará este municipio.

Y al fin, el día de la fiesta. El día de la fiesta con mayúsculas: el sábado. Al ritmo lento, pertinente para contemplar a la Madre, entre rosarios desgranados y melodías religiosas, el séquito de la madre de Dios avanza hasta la ermita. En el santuario, joya de mi pueblo y su comarca, los paradinenses celebrarán la eucaristía y pedirán a la verdadera Démeter por los cultivos que nos circundan. Allí también los mayordomos de la cofradía del Hinojal entregarán sus varas a los nuevos encargados.

Todavía nos quedarán las noches del sábado y del domingo para despedir este verano que ya se ha ido, y no volverá. Pero es menester que, antes de ahogarnos en la rutina y en los estreses, sepamos identificar nuestros orígenes. Luego, el poder igualatorio de la vida nos atrapará. Sin embargo, las tradiciones que nos identifican han de rubricar nuestro corazón para sacarnos una sonrisa en los agobios de las mañanas, en los sudores de las tardes y en las preocupaciones de la noche.

Yo sé dónde está mi génesis. Está ahí, en ese templo que se levanta allende las autopistas y las grisáceas aceras. Está ahí, en esa talla que fue encontrada alrededor de hinojos. Está ahí, en ese sagrario que contiene el cuerpo del hombre que más me amó. Está ahí…

Marcos Carrascal( @M_CarrascalC)