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Irene Iribarren y el Retrato como género pictórico  

Por José López Martínez

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Irene Iribarren y el Retrato como género pictórico  

Conocí a Irene Iribarren en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, una de las instituciones más prestigiosas  y  antiguas de España, creada en el siglo XIX por un grupo de grandes figuras del Romanticismo con Julio Nombela, íntimo amigo y compañero de Gustavo Adolfo Bécquer, a la cabeza.

Fue con motivo de una conferencia que allí mismo pronunció la pintora, la cual habló    sobre su propia obra, principalmente  sobre la importancia del retrato como género artístico. Recuerdo que ofició de presentadora una gran amiga suya y  mía, la  también destacada pintora  María Ángeles de Armas, fallecida hace algún tiempo. Recuerdo que fue aquella una sesión realmente interesante, tanto por la disertación de Irene Iribarren  como por las destacadas personalidades de la vida artística y social que allí se congregaron. Pintores, escritores, poetas y gentes destacadas en  otras profesiones. Como digo, había un ambiente de gran expectación. Me impresionó su manera de entender y realizar el retrato. Puro trabajo creativo. A partir de entonces su nombre  y sus actividades comenzaron a acaparar mi atención..

Irene Iribarren nació en Valencia,  una de las regiones que mayor número de artistas ha dado a España en los últimos siglos; aunque ha pasado en Madrid buena parte de su vida. En 1967 obtuvo la licenciatura en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, simultaneada con estudios de pintura mural y grabado calcográfico; y a partir de entonces treinta y siete exposiciones individuales y más de doscientas colectivas figuran en su curriculo. Siempre en salas e instituciones de gran prestigio y con críticas muy elogiosas. Sucede que Irene Iribarren, con la que en varias ocasiones hemos contrastado nuestros criterios sobre la función del arte en la sociedad, entiende que el retrato constituye uno de los géneros de mayor compromiso,  para el que se precisa disponer de una sólida formación, pues sólo desde la calidad pictórica  tiene sentido y proyección, con lo que siempre estuve de acuerdo.

Por otra parte, ha ganado una gran cantidad de premios, varios de ellos tan importantes como el de grabado del Salón Internacional, en el Grand Palais de París, el primer premio de la Fundación Rodríguez Acosta , becada por  la Fundación Juan March, y un largo etcétera.

Ella sabe que el arte no es otra cosa que un destello fugaz que el artista debe lograr que resista el paso del tiempo. No importa que se trate de un paisaje rural o una escena histórica. Infinidad de casos me llegan a la memoria, sobre todo cuando se trata de las grandes épocas de la pintura española: el velazqueño cuadro de las lanzas, los retratos de Goya, la grandiosidad de las escenas valencianas de Sorolla o los personajes tan singularmente reflejados por Julio Romero de Torres. Por citar sólo algunos ejemplos. Me llegan a la memoria lecturas de Baltasar Gracián en El Criticón: "Las obras de la naturaleza todas llegan al complemento de su perfección", mientras que "las de arte, raras son las que llegan a no poderse mejorar". Y también por aquí andan la grandeza y el misterio del retrato como género pictórico.

Muy importantes personalidades, de España y del extranjero han optado por confiar a Irene Iribarren la dificil función de llevar su imagen al lienzo En siete ocasiones ha retratado al Rey Don Juan Carlos, ofreciendo  obras dignas de nuestro jefe de Estado. También, en varias ocasiones, se  ha derramado su ingenio artístico en retratar a la Reina Doña Sofía y a los Príncipes de Asturias. También a quien fuera presidente de los Estados Unidos, George Bush. Y en lo que se refiere a la Iglesia católica, célebre fue el retrato que dedicó al Papa Benedicto XVI, el cual le fue entregado al Pontifice por el Cardenal Rouco Varela en el Aula Pablo VI del Vaticano para agradecerle su visita a España. La lista, pues, sería demasiado larga para incluirla en un apunte periodístico: embajadores, financieros  y celebridades de todas las profesiones.

Estamos hablando en su casa madrileña  de la calle Virgen del Puerto, desde cuyo décimo primer piso se ofrece una visión admirable de la que en tiempos fuera Villa y Corte. Es una casa que nos dice a las claras que allí vive una pintora, una mujer que vive entregada al arte y que en el arte emplea la razón principal de su vida. Se trata de una persona de mirada  clara y profunda, de palabra fácil y concisa, o sea que, recordando a Juan Ramón Jiménez, procura siempre dar con el nombre exacto de las cosas. Habla bien de sus compañeros de profesión y se advierte que su afán principal es continuar indagando en las tantas encrucijadas del arte. Precisamente ahora que nos encontramos en el año del centenario de El Greco al genial autor del Entierro del Conde de Orgaz dedicamos los últimos minutos de nuestra entrevista.

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