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OPINIÓN

El alma existe antes de nacimiento

Por Ana Sáez Ramírez

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Sacar la creencia y los conocimientos sobre la Reencarnación de las enseñanzas de los sabios y profetas, fue la  injerencia más trascendental y de más graves consecuencias para la religión interna y el paso decisivo hacia la forma de pensar patriarcal de vida en la Tierra.

En el Concilio de Constantinopla en el año 553 se condenó por decisión mayoritaria lo que el maestro de los comienzos del cristianismo, Orígenes, enseñó: que las almas de los hombres existían como seres espirituales antes del nacimiento de su cuerpo y que los acontecimientos de la Caída les llevó a la corporeidad. A su vez se condenó la creencia de que algún día todas las almas y hombres regresarían a Dios. En su lugar el Concilio estableció la enseñanza de la condenación eterna.

 

Hubo por tanto hombres que en aquel concilio condenaron la enseñanza de Jesús de Nazaret quien trajo el mensaje de un Dios-Padre amoroso que no condena a nadie, sino que conduce de regreso a todas las almas y hombres, con la ayuda de la fuerza redentora de Cristo, la que actúa con el cumplimiento de Su enseñanza. Se condenó el conocimiento de la preexistencia del alma, una de las bases de la enseñanza de la reencarnación que también enseñó Jesús de Nazaret, como se deduce de varios escritos de los primeros tiempos del cristianismo. Esta enseñanza está estrechamente vinculada a la ley de siembra y cosecha. La enseñanza de la reencarnación nos hace comprender a los seres humanos porqué las personas en occidente se han vuelto como hoy día se muestran.

 

Hombres que no podían comprender o que no querían comprender el mensaje de Dios, porque sus intereses no estaban orientados a cumplir Su voluntad, han deformado y cambiado las verdaderas enseñanzas, con lo que las grandes sabidurías de los transmisores del mensaje de los Cielos fueron constreñidas por ególatras en el estrecho tubo del misterio.

 

El mensaje de Dios fue representado de forma cada vez más humana en el transcurso de los siglos y finalmente adaptado a los deseos y ambiciones de los guías religiosos externalizados, quienes han recortado y dispuesto la imagen de Dios y Sus leyes, también la ley de la reencarnación “lo que siembres lo cosecharás mañana o en una posterior encarnación”, tal como lo querían los susodichos guías religiosos. Dado que la enseñanza aguada de las Iglesias oficiales cada vez se volvió más contradictoria, los dignatarios eclesiásticos la cubrieron con el manto de los “misterios de Dios”.

 

Si en el año 553 en el concilio de Constantinopla unos pocos se hubieran decidido de otra manera, el “misterio” se habría aireado y los hombres sabrían en Occidente acerca de la existencia del alma humana antes de su encarnación corporal y con ello acerca de las bases de la enseñanza de la reencarnación. Esa trágica decisión sustrajo a muchos hombres el conocimiento sobre el sentido y la finalidad de su vida en la Tierra. Ya no conocían las interrelaciones de su destino, no sabían que las condiciones para el nacimiento del alma en otros mundos, es decir, en el Más Allá, dependen del comportamiento del hombre en su vida terrenal, según lo que el hombre haya pensado, hablado y hecho; y no sabían que el retorno del alma como ser humano debería ser utilizado para reparar lo que el hombre ha causado en encarnaciones anteriores.

 

Tomemos conciencia de que el hombre entonces, en el año 553, se arrogó determinar lo que es verdad y correcto, y así lo sigue haciendo hoy. Si un feligrés pregunta por el “de dónde” y “a dónde”, el deformador de la verdad, el sacerdote, lo cubre todo con el misterio de Dios argumentando que “Dios no permite ver en Sus misterios”. Apenas pueden distinguirse ya las dimensiones de las consecuencias nefastas de aquella decisión errónea. Hagámonos conscientes de que la consecuencia fatal de esa ignorancia es que muchas personas creen que su forma egoísta de pensar y de vivir, el menospreciar y dominar a sus semejantes, el torturar, explotar y asesinar a seres humanos y a otras criaturas, la lucha desconsiderada contra la vida de otros, el querer ser y poseer en sus diversas variantes etc., les traerá impunemente sólo ventajas y provecho.

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