La novela termina con un viaje en metro y yo he oído decir que narrar un viaje en metro pone de relieve al que es escritor y al que no lo es. La escritura de Manuel Vilas (Barbastro. Zaragoza, 1962) es espontánea y fresca en una primera apariencia y literaria si se presta más atención a su escritura. El libro se abre con un poema de José Hierro que dice:
Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe,
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.
El propio Manuel Vilas lo transmuta en el comienzo de su novela: Todo aquello que amamos y perdimos, que amamos muchísimo, que amamos sin saber que un día nos sería hurtado, todo aquello que tras su pérdida, no pudo destruirnos, y bien que insistió con fuerzas sobrenaturales y buscó nuestra ruina con crueldad y empeño, acaba, tarde o temprano, convertido en alegría.
Hay una suerte de indagación en lo que uno es y en lo que uno ha pasado para tratar de encontrar la identidad, para encontrar el sentido de la vida. Ordesa trata de la relación padres e hijos con un acierto y verismo conmovedor. Ha sido traducida a varios idiomas. Alegría va más allá y engancha al lector con su escritura y contenido personal y familiar.