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Quinto Centenario de Sir Julián Romero de Ibarrola, el temido “mediohombre” de los Tercios de Flandes

  • En 2018, se cumple el quinto centenario del nacimiento de Julián Romero de Ibarrola, conocido como el “mediohombre” –perdió en combate un brazo, una pierna y un ojo-, y temido por sus enemigos.

sábado 13 de octubre de 2018, 18:55h

Por Jesús Caraballo

13OCT18 – MADRID.- Hijo de Pedro de Ibarrola, hidalgo maestro de obras originario de Puebla de Aulestia (Vizcaya) y de Juana Romero, y natural de la localidad conquense de Torrejoncillo de Huete, su humilde cuna no le impidió gracias a su arrojo y talento militar escalar todas las posiciones posibles en los Tercios, en una época en que el ejercicio de la milicia igualaba a todas las categorías sociales.

Quinto Centenario de Sir Julián Romero de Ibarrola, el temido “mediohombre” de los Tercios de Flandes

Precisamente buscando fortuna y prestigio, en 1534, a la temprana edad de 16 años se alista como mozo de tambor en los tercios del Rey Carlos I, para participar en la Jornada de Túnez.

Tras servir varios años en Italia, en 1543 y ya como capitán, acude a Inglaterra, como mercenario a las órdenes de Enrique VIII, distinguiéndose en la batalla de Pinkie –la última en que se enfrentaron escoceses e ingleses y posiblemente la primera moderna en territorio británico-, que se saldó con una dura derrota para los escoceses, con 15.000 muertos y 2.000 prisioneros. Los méritos de nuestro héroe español le valieron como reconocimiento su ascenso a maestre de campo y los títulos de sir y banneret.

Sin embargo, la abierta ruptura del Rey inglés con el Papa impidió a Julián Romero –quien después de todo acudió a Inglaterra por orden de su verdadero Rey, Carlos I- continuar al servicio de la Casa Tudor, volviendo tras diez años a España, en donde fue muy apreciada su experiencia y conocimientos de la lengua y costumbres de aquel país. Tanto es así que el Rey Felipe II, a la sazón inmerso de nuevo en sus disputas con Francia, le nombró maestro de campo y caballero de Santiago.

Al otro lado de los Pirineos, se distinguió en las victorias de San Quintín y Gravelinas. También fue famoso su duelo, en Fontainebleau, contra un caballero español al servicio de Francia, al que acusó de traidor.

Pero nuevas obligaciones desviaban la atención del Rey Prudente hacia el levantisco Flandes, nuevo destino de nuestro protagonista, que en 1.563 y como Sargento Mayor General, al mando de los 1.500 soldados del Tercio de Sicilia, se pone bajo las órdenes del Gran Duque de Alba. En esa campaña, Julián Romero se empleó en la batalla de Jemmingen, el asedio de Haarlem (donde perdió un ojo) o la cruenta toma de Amberes, entre otras acciones. A pesar del exceso de celo de algunas de sus actuaciones, siempre fue respetado por propios y extraños y, desde luego, temido por sus enemigos.

Sim embargo, la guerra de Flandes, más allá de una invasión extranjera (en realidad, el Rey de España era el señor natural de aquellos territorios, heredados por Carlos I, y contra quien se sublevaron algunos nobles, liderados por Guillermo de Orange), devino en auténtica guerra civil, entre los rebeldes y los nativos leales a España. El resultado sería la fragmentación del territorio en tres países: Holanda, Bélgica y Luxemburgo.

Tras el Edicto Perpetuo, en 1.577, las tropas españolas abandonan los Países Bajos en dirección a Italia (Liguria). Desde allí es reclamado Julián Romero de Ibarrola, que soñaba con retirarse a la patria que le vio nacer y que llevaba años sin ver (sólo aspiraba a la concesión de una castellanía o gobierno de una fortaleza en España; Felipe II le concedería la castellanía de Hedín en tierras flamencas), a prestar un último servicio a su país.

Don Juan de Austria, héroe de Lepanto y que había sucedido en Flandes a Requesens –sustituto del Duque de Alba-, requirió de nuevo a nuestro protagonista, con rango de Maestre de Campo General. Éste, a la edad de 59 años y tras una vida entregada a la milicia, emprendió su última marcha al frente de las tropas, muriendo sobre la silla de su caballo.

Detrás dejaba una única hija, fruto de su matrimonio con María Gaytán, y tres hijos ilegítimos –uno de ellos muerto en combate, en Flandes-, así como toda una leyenda de coraje, honor y lealtad a su país.

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