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La emigración andaluza, en la segunda mitad del siglo XX

Foto: ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla. Archivo Serrano, 1961
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Foto: ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla. Archivo Serrano, 1961

Cataluña, década de los setenta: 'Xarnegos, fora!'

sábado 21 de octubre de 2017, 19:40h

21OCT17.- Reproducción de un artículo del 27/02/13 y enviado por José Antonio Sierra (CCLAM).

En los años setenta, más de 840.000 andaluces residían en tierras catalanas. La emigración andaluza es uno de los fenómenos demográficos del siglo XX . Emigrar no fue 'una tradición andaluza': el emigrante es el 'gallego'. La integración fue, en la década de los 50 y 60, 'una aventura penosa'. Trabajo duro y mal pagado, alojamiento en infraviviendas y expulsiones

Periódico 'Solidaridad Nacional', 7/9/1949.
Periódico 'Solidaridad Nacional', 7/9/1949.

Irse debía ser como morir un poco. Dejar atrás la familia, la casa, el pueblo. Pensar un día en volver. Cerrar las maletas. Dar un beso a la madre y subir al tren, viajar en el Catalán. Partir en busca de un futuro mejor. Como sucede ahora, había entonces una razón básica para marcharse: el trabajo, el porvenir, las oportunidades. Cataluña fue, en la década de los cincuenta, los sesenta y los setenta, la 'tierra prometida' para miles de andaluces.

En 1930, unos 70.000 andaluces vivían en suelo catalán. Cuarenta años más tarde, en 1970, la cifra superaba los 840.000, más de un millón con los hijos ya nacidos allí. Es decir, casi la mitad del total de los andaluces que salieron de su tierra en la segunda mitad del siglo XX, unos dos millones de personas, se instalaron en Cataluña, a la que se llamó, acaso de forma exagerada, "la novena provincia" de Andalucía.

La emigración andaluza es, sin duda, uno de los grandes fenómenos demográficos del siglo XX en España. Pero quedan muchos interrogantes. ¿Por qué tanta emigración andaluza? ¿Y por qué preferentemente a Cataluña? ¿Cómo les fue? ¿Y por qué una gran mayoría nunca regresó? Paradójicamente, hasta entonces, emigrar no era "una tradición andaluza". Sirva como ejemplo de lo anterior que, en Suramérica, la imagen del emigrante español está vinculada al gallego, no al andaluz.

Un antecedente: Almería, 1916-20

Algunas de las últimas aportaciones al asunto están en el dossier 'La novena provincia. La emigración de andaluces a Cataluña', publicado por la revista Andalucía en la Historia (número 28), del Centro de Estudios Andaluces. El estudio, coordinado por el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Martí Marín Corbera, desvela, por ejemplo, que el antecedente del fenómeno migratorio está en el éxodo rural a Barcelona vivido en la provincia de Almería entre 1916-20, a causa de la decadencia de la minería y las viñas.

Otro aspecto interesante del estudio es la integración de los inmigrantes en Cataluña, proceso que llegó a ser, sobre todo en los años de posguerra, "una aventura penosa". A ellos se les imputará, particularmente en las primeras oleadas, toda suerte de tachas, desde la ignorancia a la delincuencia. En una carta pastoral de 1950 de Gregorio Modrego, arzobispo de Barcelona, decía lo siguiente: "Lo que más nos duele (...) es que el número excesivo de esos inmigrados da lugar, en gran parte, a la inmoralidad en nuestras urbes".

El rechazo a los inmigrantes se visualizó en pintadas como "Xarnegos fora!" y el "Aquí termina Cataluña", que se podía ver a la entrada de algunos barrios. Un caso extremo que aparece en el estudio es el uso del calificativo "trogloditas" para referirse a las personas que vivían en las cuevas próximas a Barcelona, como publicó el periódico Solidaridad Nacional el 7 de septiembre de 1949. "Nos referimos a auténticos trogloditas, o sea gentes que provienen de los poblados subterráneos que abundan en las provincias de Jaén, Murcia y Granada".

Por tanto, la acogida de los emigrantes "no fue precisamente una luna de miel", anota el profesor Marín Corbera. Las autoridades les acogieron con recelo, los alojaron en infraviviendas e, incluso, llegaron a poner en marcha una política organizada de expulsiones (unos 15.000, entre 1952 y 1957). Los empresarios los acogieron satisfechos de poder pagarles poco. Y los obreros catalanes desconfiaban de la dura competencia, en tiempos de bajos salarios y malas condiciones de trabajo.

Del suburbio al barrio

Marín Corbera añade, en este punto, que "fueron los propios inmigrantes quienes se integraron entre sí transformando el suburbio en barrio y escalando posiciones a pulmón en la escala socioprofesional de la industria local".

"Al principio, la conexión con catalanes que no fueran autoridades, empresarios o sus representantes sólo pudo producirse con fluidez en el trabajo (...) El segundo escenario fue el de la asistencia social y el asociacionismo confesional católico, lo único que había quedado en pie tras la represión franquista", añade.

"Si la acción conjunta en defensa de los intereses populares unía, la distancia y la obcecación en la diferencia podían separar -concluye el profesor Marín Cobera-. No fue una historia sencilla y nadie podría jurar a día de hoy que sea un tema completamente cerrado, aunque las pintadas hayan desaparecido y los choques entre comunidades afecten en el presente a nuevos emigrantes, llegados desde lugares más lejanos".

José María Rondón | Sevilla

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