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Los clavadistas de Acapulco
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Los clavadistas de Acapulco

Por A. del Saja – Miembro de FEPET

viernes 16 de diciembre de 2016, 02:46h

16DIC16.- Llevan más de 80 años jugándose la vida. Son los clavadistas, arriesgados jóvenes que se lanzan al agua desde lo alto de un acantilado de 45 metros de altura, en la zona de La Quebrada, de Acapulco, del estado mexicano de Guerrero. El espectáculo sigue siendo uno de los principales atractivos. Pocos serán los turistas que se lleguen a esta zona del sur de México, que no se acerquen a presenciar los saltos.

Los clavadistas de Acapulco

Los famosos clavados llevan saltando cara al público desde 1.934. Es su forma de vida. Han creado una asociación, formada por 30 miembros activos, que reúnen la condición de que todos se han tirado desde los 35 metros. Entre ellos hay algunos considerados como los mejores del mundo de la especialidad. Han llevado a cabo exhibiciones en cuatro continentes y atesoran 16 copas mundiales y un record mundial.

La Asociación les permite poder cobrar un sueldo y disponer de seguro para hacer frente a las frecuentes lesiones. El área de La Quebrada, que cuenta con un mirador y un restaurante con terrazas desde las que se visiona el mar y el acantilado, es explotada por sus miembros. Por el acceso se cobran 40 pesos.

En lo alto del acantilado, a 45 metros, se ha habilitado una plataforma donde se encuentran dos capillas azules de la virgen de Guadalupe a la que los clavadistas se encomiendan antes de iniciar los saltos.

El acceso se hace desde el mar, subiendo por las propias rocas, entre las hendiduras naturales del acantilado hasta la plataforma. Aquí, después de orar ante las capillas y realizar ejercicios de estiramiento, descienden hasta los 35 metros, punto en el que los clavadistas observan el movimiento de las olas, la marea y el viento, antes de realizar el salto, que puede ser de cabeza o de pie. Hace falta que la altura del agua tenga cuatro metros de profundidad, ya que el saltador entra en contacto con el agua a gran velocidad, después de un salto de tres segundos de duración. Su peligro radica en que el clavadista debe calcular el momento en que la ola haga que el nivel del mar sea más alto, ya que de lo contrario sería una muerte segura debido al impacto contra las rocas del fondo.

Los clavadistas estiman que cuando impactan con el agua van a una velocidad que varía entre los 70 y los 100 kilómetros por hora. Las lesiones más comunes al llevarse el golpe son las dislocaciones de hombro, las fracturas de antebrazo, la explosión de los tímpanos y la rotura de clavícula. El choque es tan potente que justo antes de cada función, ellos mismos se encargan de retirar cualquier cosa que esté flotando en la superficie.

Los saltos se realizan de forma individual, por parejas e, incluso, por tríos. Se hacen a las 13:00 horas, 19:30 y 22:30 horas. En el último, los saltadores se lanzan portando antorchas con lo que el show gana en espectacularidad. En cada salto suelen participar entre 4 y 6 personas, vestidas con ajustados trajes de baño de natación.

En este sitio se realiza el Campeonato Mundial de Clavados de Altura, el cual lleva el nombre de Raúl García “el Chupetas” en señal de recuerdo y reconocimiento a uno de los clavadistas más destacados de este lugar. También se desarrollan los clavados de exhibición, con diversos grados de dificultad y una ronda de clavados sincronizados.

Juan Pablo, de 41 años, es, en la actualidad, el más veterano. Lleva saltando desde hace 27 años y lo hace, según nos confesó, por tradición familiar. Alexis tiene 23 años y se tira desde los 28 metros, mientras que su compañero, Julio, de 34 años, salta desde los 35 metros.

Entre los saltadores se encuentra Iris Álvarez, una joven de 24 años, que, ahora, solo se tira los fines de semana porque está estudiando. Saltó desde los 28 metros con tan solo 13 años, lo que la valió conseguir un record Guinness. Aún no es miembro de la Asociación, porque para ello, como está establecido, tiene que saltar desde los 35 metros.

El primero que se tiró desde La Quebrada fue en los años treinta del siglo pasado un niño que se llamaba Rogeberto Apac. Al parecer, quería impresionar a unas niñas. La historia local dice que Rogeberto Apac se rompió una clavícula al caer y que no se volvió a lanzar nunca.

Los clavadistas estiman que cuando impactan con el agua van a una velocidad que varía entre los 70 y los 100 kilómetros por hora. Las lesiones más comunes al llevarse el golpe son las dislocaciones de hombro, las fracturas de antebrazo, la explosión de los tímpanos y la rotura de clavícula del niño pionero. El choque es tan potente que justo antes de cada función —hay por la mañana y por la tarde— ellos se ocupan de retirar cualquier cosa que esté flotando en la superficie, hasta el tallo de una hoja o el hueso de una almendra. Después está el problema de no pegarse contra el fondo del mar. Tienen calculado que cuando entra una ola en el hueco de La Quebrada el agua llega a tener cuatro metros de profundidad, y ahí es cuando se lanzan.

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