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OPINIÓN

“Los Santos inocentes” ambientada en Extremadura,  la película de Mario Camus que mejor refleja el estereotipo de la “España profunda”
“Los Santos inocentes” ambientada en Extremadura, la película de Mario Camus que mejor refleja el estereotipo de la “España profunda”

Puerto Hurraco y la imagen de Extremadura

Por José Julián Barriga Bravo

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
En la hemeroteca de HOY debe de figurar un artículo escrito el mismo día que se estrenó en la Gran Vía de Madrid, creo que en el cine Coliseum, la versión cinematográfica de 'Los santos inocentes', de Miguel Delibes. En aquel artículo apresurado de 1984 aventuraba los daños que para la maltrecha imagen de Extremadura provocaría la película de Mario Camus. La película era y es excelente y con el tiempo se ha convertido en referencia del mejor cine español de todos los tiempos.
No ha tenido suerte la imagen exterior de Extremadura. Lo sucedido en estos últimos días, con el suicidio y entierro del último protagonista del drama de Puerto Hurraco, ha vuelto a causar estragos en la fijación del estereotipo que más daño causa a la reputación pública de los extremeños. La imagen que los medios de comunicación han proyectado debiera servirnos para examinar, con sinceridad y sin complejos, las razones profundas de esta situación y diseñar los procedimientos para combatirla.

Ni 'Los santos inocentes' ni la desmesurada exhibición de Puerto Hurraco son, por desgracia, hechos aislados. La imagen de atraso y primitivismo de Extremadura viene bien condimentada desde antiguo; desde Buñuel ('Las Hurdes, tierra sin pan'), pasando por Felipe Trigo ('Jarrapellejos'), Cela ('La Familia de Pascual Duarte'), Delibes ('Los santos inocentes') y alguna otra obra de menor significación. Parece que, cuando un narrador o un artista desean ambientar algún drama de subdesarrollo y de incultura, encuentre en tierras extremeñas el marco y el escaparate ideal para desarrollarlo.

Sucede, por otra parte, que, para desgracia de Extremadura y suerte para la historia del arte, estas obras, desde Buñuel a Delibes y a Cela, son obras maestras y perdurables de la historia literaria y artística de nuestro país, aunque sigan ahondando en los tópicos extremeños que más nos exasperan. En el caso de 'Jarrapellejos', alguien cometió el tremendo error de que su versión cinematográfica fuera 'hiperfinanciada' con el dinero público de los extremeños.

Si en el resto de España se realizara una encuesta solvente para determinar el sitio geográfico que mejor represente, o que aún represente, el subdesarrollo y la inferioridad económica y social entre todas las comunidades autónomas, me temo que se confirmaría el presagio. Este es el verdadero problema, aunque esté por estudiar de qué modo han colaborado a fijar este estereotipo las obras de Cela, Delibes, Buñuel y, para colmo, Puerto Hurraco. Y para agravar aún más la situación, las obras de Delibes y de Cela son textos escolares casi 'sacramentales', con lo cual los adolescentes y jóvenes continúan abonados a los tópicos que tanto lamentamos y que tan poco hacemos para evitarlos.

Pero, tal vez, no sea todo lo anterior lo que más daño esté causando a la proyección pública de Extremadura en el tiempo presente. ¿De qué modo se deteriora la proyección pública de la región, al menos en los círculos más influyentes y de prestigio, con la publicación y glosa de las conclusiones de las balanzas fiscales de las comunidades autónomas y de otros índices estadísticos, empecinados en situarnos en los últimos lugares de prácticamente todos los rankings económicos y sociales?

Ante esta situación, ¿qué hacer? ¿Matar al mensajero? ¿Echar la culpa a los medios de comunicación que hacen escarnio sobre tópicos del pasado? ¿Disparar contra los estadísticos? ¿Tirar piedras contra los autores que se atrevieron a 'empadronar' en Extremadura dramas universales? ¿Criticar a quienes se atreven a poner de manifiesto el problema?

Tal vez lo primero que habría que hacer, en mi modesta opinión, es reconocer lisa y llanamente que tenemos un problema. Y, a continuación, hacer el diagnóstico. No es ésta una cuestión de menor rango, de mero orgullo o vanidad cívica o social. De la reputación de un territorio o de una sociedad depende en muchos casos su futuro económico y social. Los problemas que afectan a la consideración pública de Extremadura no se resuelven escondiendo la cabeza bajo el ala, recurriendo a razones chauvinistas, de paisanaje, o alanceando hipotéticos enemigos que se cobijan en intereses inconfesables. Simplemente, tenemos un problema no resuelto y me temo que, ni siquiera planteado en términos correctos. Porque ¿cómo definir la más reciente campaña de promoción de imagen de Extremadura basada en los rostros de personas respetabilísimas, alguna de las cuales su principal mérito fue haber participado en un 'reality' de televisión? ¿Aquella bienintencionada campaña no fue acaso fiel reflejo del complejo de inferioridad que es otra de las connotaciones de la situación que lamentamos?

Sólo una obviedad más: la mejor apreciación y observación de la imagen de Extremadura no se realiza dentro de las fronteras de la región. El problema está fuera, no dentro.
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