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Carta desde Alemania

¿Una esperanza perdida? (III)

Por Egidio Moreno

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

En los dos artículos anteriores se puso en evidencia que el cristianismo está representado en la Tierra por diferentes ramificaciones religiosas, entre las que sobresalen por su poder e influencia la Iglesia católica de Roma y en Alemania, junto a ella, la luterana protestante. Dos elementos básicos de la enseñanza cristiana son los Diez Mandamientos dados por Dios a Moisés y el Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret, contenido de forma muy comprimida en el evangelio de Mateo del Nuevo Testamento. Estas dos recomendaciones del mundo divino se pueden tomar entonces como medida para esclarecer si aquellas instituciones que dicen representar el cristianismo realmente han obrado en el curso de la historia de acuerdo con estos preceptos éticos.

No cabe duda que Jesús no quería que su enseñanza fuera frutos de discusión, de elucubraciones y compendios teológicos ni de predicaciones evangelizadoras, sino que según lo informan los mismos evangelios, él dijo “«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina». Mt 7, 24-27

 

No se trata entonces tampoco sólo de creer, como aseguraba Lutero, para alcanzar la salvación, sino de poner en práctica la enseñanza en la vida diaria. Y esto es comprensible, porque de otra manera no sería posible cumplir la exhortación de Jesús cuando pidió que sus seguidores se esmeraran en ser perfectos, así como lo era –y lo es– su Padre en los cielos.

Ya a estas alturas uno se puede preguntar si las instituciones religiosas que han acaparado la enseñanza del Nazareno cumplen p. ej. con las sencillas instrucciones que Jesús dio en su Sermón de la Montaña, para poner así en práctica su enseñanza, es más, si recomiendan a sus fieles seguir tales enseñanzas. Algunos pocos ejemplos pueden demostrar rápidamente lo contrario.

 

En el catecismo católico del teólogo Anton Schraner, en lengua alemana, autorizado por el obispado de Chur (Suiza) el 8.2.1975, que fuera alabado expresamente por el Papa, según consta en el prefacio, por dar en base a preguntas y respuestas explicaciones claras sobre las cuestiones básicas de la enseñanza católica, se pregunta en la pág. 224, “¿Hay que tomar al pie de la letra las instrucciones del Sermón de la Montaña Mt. 5-7?”. La respuesta teológica es: “Las instrucciones del Sermón de la Montaña no hay que tomarlas al pie de la letra, puesto que tanto en la vida privada como en la pública conducirían a situaciones insostenibles”. ¿Se puede realmente pensar que la expresión básica del Sermón de la Montaña “Lo que quieres que otros te hagan a ti, hazlo primero tú a ellos” pudiese conducir a situaciones realmente insostenibles entre los fieles? Otro ejemplo de una expresión de Jesús de Nazaret: «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llama a su hermano ‘imbécil’, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame ‘renegado’, será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte en seguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo». Mt 5, 21-26

 

La expresión “No matarás” es clara e inequívoca. No obstante, para las instituciones que se llaman cristianas el que por ejemplo un soldado esté al servicio de la patria le autoriza a matar al enemigo, es decir, a su prójimo, a quien Jesús dijo que había que amarle. La encíclica católica “gaudium et spes” en la pág. 414, en su edición en alemán, establece: “En tanto exista el peligro de guerra y en tanto no haya ninguna autoridad internacional responsable que esté provista de los medios correspondientes, y cuando se hayan agotado todas las posibilidades de un arreglo pacífico, no se puede negar a un gobierno el derecho a una defensa permitida por la moral”. Y más adelante se precisa más esta declaración diciendo: “Quien como soldado esté al servicio de la patria, que se considere como servidor de la seguridad y de la libertad de los pueblos. En tanto cumple correctamente esta tarea, contribuye verdaderamente al fortalecimiento de la paz”. Para todo cristiano que cumple fielmente las enseñanzas de Jesús esto tiene que ser un gran contrasentido, puesto que los resultados de tal tergiversación del Sermón de la Montaña han tenido resultados funestos en la historia de la humanidad.

 

Si una de las dos grandes Iglesias dice que esta enseñanza del Hijo de Dios conduciría a situaciones insostenibles, la otra gran Iglesia alemana, a través de su teólogo Karl Barth en su “Dogmática eclesial II”, en la pág. 769 y sig., dice por su parte: “Sería una gran locura entender el imperativo del Sermón de la Montaña en el sentido de que debemos esmerarnos en realizar esas imágenes”. Y esta actitud de un teólogo luterano es consecuente, si se considera que el mismo Lutero dijo “El que posee un cargo oficial, o un príncipe, debe ser cristiano sólo como persona privada; como titular de un cargo el Sermón de la Montaña no es asunto de su incumbencia”, según se puede leer en la interpretación del Sermón de la Montaña por parte de Lutero, Edición de Weimar, Tomo 32, pág. 440, en idioma alemán. Sea como fuere, y considerando que las grandes Iglesias que dicen ser cristianas se muestran también como representantes de la moral y de la enseñanza de Cristo, con la consiguiente influencia en la vida pública de todos los países bajo su radio de acción, el resultado de estas interpretaciones eclesiásticas y la no aplicación de las enseñanzas de Jesús de Nazaret es lo que realmente ha conducido a situaciones verdaderamente insostenibles. El avance técnico de los medios de comunicación nos ha acercado el mundo, pero al mismo tiempo ellos nos muestran a diario miseria, destrucción, injusticia, desigualdad, guerras y revoluciones, matanzas y opresión por parte de gobiernos autoritarios y muchas cosas más, lo que no va sólo en contra del ser humano sino también de los animales y de la naturaleza. Esto no sólo sucede en los países que dicen ser cristianos, ya que la globalización que se vive en la economía, en la cultura, en la política y en otros aspectos del mundo al parecer ha llevado también consigo una falta de ética y moral que se ha extendido así por todo el planeta. La Iglesia luterana tiene la cómoda excusa de su fundador, que dijo “Peca valientemente, pero cree más valientemente aún”, ya que para él bastaba con la sola fe para salvarse. ¿Qué excusa tienen las otras instituciones “cristianas”?

 

Una prueba evidente de que p. ej. los dogmas y las declaraciones papales del pasado y del presente son la base de una construcción humana artificial, que se ha tenido que implantar para poder subsistir, es que muy pocas veces se ha visto que la Iglesia se haya retractado de declaraciones anteriores, como es el caso de Galileo Galilei, que primero fue castigado por sus declaraciones contrarias a la opinión dogmática de la Iglesia y siglos después tuvo que ser rehabilitado por ella. Esto no se ha hecho con otros errores y aseveraciones del pasado, como p. ej. con la declaración del Papa Bonifacio VIII (aprox. 1235 -1303) sobre sí mismo, que fue el que instituyó el poder absoluto del pontificado y que en su día manifestó que el pontífice romano es juez de todos los seres humanos, pero nunca juez de sí mismo, agregando “Declaramos, aseguramos, definimos y decimos que ser súbdito del pontífice romano es para todo ser humano indispensablemente necesario para salvarse. Lo que Cristo dijo ‘tú le has puesto todas las cosas bajo sus pies’, eso se ha cumplido evidentemente en mí. Yo poseo la autoridad del rey de reyes. Soy todo en todo y estoy sobre todo, de modo que Dios mismo y yo, el vicario de Dios, concordamos plenamente. Y yo soy capaz de hacer casi todo lo que Dios puede hacer. ¿Qué soy otro sino Dios mismo?”. El papado posterior no ha corregido esta declaración, que bien podría ser considerada un sacrilegio, dado que Jesús dijo que su Padre en el cielo era más grande que él y le alabó siempre como ser único y supremo. Esto es comprensible si se considera el hecho de que si la curia romana lo hiciera, atentaría con ello contra el principio de la infalibilidad papal, declarada en 1870 por la institución católica, y que se hizo valer con efecto retroactivo. Estos han sido sólo algunos ejemplos que pueden ayudar a dilucidar la pregunta inicial de si las instituciones que dicen ser cristianas se atienen a los principios y a las enseñanzas que impartió su fundador, Jesucristo.

 

Tomando finalmente las declaraciones de la propia Biblia de las Iglesias, en los tiempos que corren, con una crisis que se ha ramificado abarcando no sólo la falta de ética y moral, sino también la economía, la corrupción política, el abuso del margen moral de la ciencia y la tecnología, y otras secuelas más, cabe tomar en cuenta lo que en ella se relata sobre la manifestación de Juan, llamada el Apocalipsis. Este acontecimiento expuesto en la Biblia se ha hecho muy actual en los últimos años, y las especulaciones sobre las catástrofes venideras son tan variadas y numerosas como las formas en que se manifiesta la crisis actual. El vidente Juan de Patmos anuncia la venida del reino de Dios a la Tierra, y en este sentido hay que tener en cuenta que el reinado y el reino de Dios constituyen el concepto básico y central de la creencia cristiana. Antes de que Jesús fuera crucificado prometió a sus discípulos y apóstoles que, cuando la humanidad lo pudiera comprender, él enviaría al consolador, el Espíritu de la verdad. Dijo, además, que él vendría de nuevo para erigir su reino, el Reino de Dios en la Tierra. ¿¡Qué cristiano no añora en estos tiempos tan tempestuosos que ese reino prometido venga por fin a la Tierra, un reino de paz, de amor y de justicia!?

 

Pero antes de que esto suceda es preciso que sucedan algunos cambios. La manifestación de Juan relata lo que sucederá cuando se llegue en la Tierra a la batalla definitiva entre la luz y las tinieblas, entre lo divino y lo satánico. Entonces, antes de que este reino de Dios anunciado pueda crecer, tiene que tener lugar y decidirse esta lucha entre Dios y su adversario, entre Cristo, el regente del nuevo mundo, y el regente de este mundo, Satanás. En este sentido la manifestación de Juan se refiere al anticristo, que resurgirá en los tiempos finales para seducir a la humanidad. A este anticristo se le identificado en el curso de la historia con numerosos personajes. En el libro del alemán Franz Mussner “¿Qué enseña Jesús sobre el fin del mundo?”, editado en alemán en la editorial Herder, de la que no se puede decir que sea precisamente anticatólica, este autor expone que el anticristo, al que hay que entender como una figura personal, constituirá el poder político más poderoso de la historia de la humanidad, y erigirá un dominio mundial sin Dios, en el que el adversario de Dios tendrá también en sus manos todo el poder económico mundial. Al fin y al cabo, en el Apocalipsis se trata de la pregunta de quién tendrá al final en sus manos el dominio mundial. “Nadie que no lleve la señal, el nombre de la bestia deberá o podrá comprar o vender algo. Tus comerciantes eran los grandes de la Tierra”. Esta primera bestia, que simboliza al anticristo, en la visión de Juan irá acompañada de un segundo animal, que está al servicio del primero y hace propaganda eclesiástica para él, conduciendo a la Tierra y a sus habitantes a que adoren a este primer animal (el anticristo) (...)”. O sea que el anticristo o su poder de los tiempos finales, constituirá el poder político y económico más grande que hasta ahora ha existido en el mundo. Su reino comprenderá todo el mundo y al mismo tiempo constituirá un poder espiritual que anuncia una nueva creencia que ha de reemplazar a la anterior. Pero el Cordero, Cristo, vencerá al anticristo y a su poder. Recordemos, ¿qué dijo el infalible Papa Bonifacio VIII al respecto: “¿Qué soy otro sino Dios mismo?”.

 

O también cabría preguntarse, ¿cuál es el gobierno al que visitan todos los jefes de Estado al iniciar sus funciones? ¿Quién es el que se arroga el derecho no sólo de ser infalible sino de ser el que dice tener que salvaguardar la moral del mundo? ¿Quién presume representar nada menos que a Dios en la Tierra? ¿Quién posee una fortuna cuantiosa, no sólo en tesoros culturales sino en acciones y participaciones en empresas, algunas de las cuales producen precisamente lo que la misma ética cristiana prohíbe? ¿Quién ha estado siempre al lado de los ricos y poderosos? ¿Quién bendijo las armas de los conquistadores europeos del nuevo mundo, adornó sus templos con el oro conquistado y robado a las culturas indígenas, creó la Inquisición, ejerció la quema de brujas y la cruel persecución de todo aquel que no profesara la fe de su Iglesia? Estos y muchos otros hechos demuestran que el dios que dijo ser el Papa mencionado antes no es el mismo que enseñó Jesús de Nazaret a su paso por la Tierra, ya que su Dios era el Dios del amor y la justicia, mientras que los hechos mencionados muestran que el dios que decía ser Bonifacio es más bien el de la destrucción y el caos. ¿Cuál de los dos será el de la crisis actual?

 

Considerando precisamente la procupación cada vez más creciente de los ciudadanos de muchos países ante la crisis económica que afecta en estos tiempos al mundo, habría que preguntarse si la esperanza que trajo en su día el Hijo de Dios ya se ha perdido definitivamente, después de que sus presuntos representantes no han logrado con sus dogmas, ritos y jerarquías, con sus oraciones y con sus servicios religiosos mitigar las necesidades de millones de seres necesitados, criaturas de Dios, en todo el mundo. ¿Podría ser que Dios, que ama a todos sus hijos infinitamente y por igual, como lo aseguró su hijo a su paso por la Tierra hace unos 2.000 años, se haya olvidado de ellos y deje que sus supuestos representantes destruyan todo lo que él creó en beneficio de sus hijos? Muchas personas claman a Dios, le piden ayuda pero también le acusan de que no interviene ante tanta injusticia. ¿Es realmente así que él no interviene?

Aunque en esta época eminentemente materialista sea difícil de creer, la verdad es que desde hace más de tres decenios, el mundo celestial ha vuelto a enviar a un profeta a esta Tierra, advirtiendo a través de él de todo lo que acaecería a los seres humanos si la humanidad no cambiaba su rumbo.

 

¿Por qué son tan pocos los que se han enterado de ello? Precisamente porque aquellos que detentan el poder, ante todo las instituciones dogmáticas que dicen ser cristianas, pero que han transformado a su arbitrio la enseñanza original, lo han impedido a través de los medios de comunicación, de sus siervos dentro del Estado, de periodistas serviles a su doctrina y de muchas otras maneras. En tiempos pasados su sistema de represión terminaba para los perseguidos en la hoguera, en el potro de tortura, en el cadalso o en otros sofisticados instrumentos de matanza, pero hoy se usan métodos más sutiles como el asesinato moral, la calumnia o el atenerse a la libertad de expresión y opinión que otorgan las Constituciones del Estado, para expresar suposiciones que se expresan como hechos, que engañan al pueblo ingenuo y lo predisponen así contra la mano que Dios le tiende a través del profeta. De este modo, de la esperanza tema de este artículo se han enterado muy pocas personas de espíritu libre, que han tenido el valor de liberarse de la mordaza que les impone el dogma, la amenaza de una condenación eterna o el temor de infringir las leyes de una institución milenaria –y que por ser tan longeva a los ojos de sus seguidores tendría que ser cierta.

 

El profeta para esta época es una mujer alemana, Gabriele de nombre, así como lo fueron otras mujeres ya en otras épocas. Las instituciones que se presentan ante el mundo como cristianas comúnmente hablan sólo de profetas varones y la más poderosa de ellas actúa consecuentemente permitiendo que sólo varones la representen ante los fieles, otorgándoles sólo a ellos el derecho a perdonar pecados, a decidir sobre el destino del alma de sus adeptos, a ocupar los sitios de honor en las celebraciones oficiales del Estado y de la sociedad y mucho más, incluso a no ser castigados cuando destruyen la existencia de niños al haber abusado de ellos. ¿Puede realmente pensar un verdadero creyente que Dios calla ante tal atentado contra sus leyes, por mucho que se le esconda en palacios adornados de oro, detrás de vestiduras llamativas y del ornato de las muchas festividades en su honor, de una prensa y medios que le sirven de tapadera y de ritos copiados de creencias paganas? Pero créaselo o no, a través de la palabra profética de esa mujer alemana sencilla, discreta y sabia, desde hace más de 36 años a la humanidad se le ha regalado un tesoro increible de conocimientos espirituales provenientes de la sabiduría divina. Sobrepasaría los límites de estas páginas el describir aunque fuera someramente la obra de esta mujer. Pero todo aquel que quiera informarse más detenidamente de todo ello puede hacerlo en libros, DVD, CD y en programas de radio y televisión que se transmiten en todo el mundo en diferentes idiomas. Algunas direcciones en la web, para solicitar informaciones o simplemente ver más de cerca o leer la copiosa literatura que se ofrece son: www.editorialvidauniversal.es, www.vida-universal.com, www.fundacion-gabriele.org, www.alternativartv.com.

Quien se atreva y rompa los grilletes de los dogmas humanos, podrá comprobar que la esperanza nacida hace 2.000 años no está perdida. Sólo depende de cómo la aplica cada uno en la vida diaria, pero totalmente libre de ataduras, ritos, dogmas y jerarquías, ya que la esperanza viene de Dios, y él es el Espíritu libre que creó hijos libres y espera que ellos regresen a él en toda libertad.

 

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