Da gusto ver a los autores clásicos en escena, tan ricos en gracia, humor, donaire, caballerosidad y dureza llegado el caso. La obra transcurre con humor, el público ríe y para nada se aguarda la tragedia. El montaje a base de troncos de árboles que lo mismo sirven para representar un bosque como las columnas del palacio del Duque de Ferrara es un acierto.
La obra reproduce el tema de la tragedia griega entre Fedra e Hipólito, llevado al teatro por Eurípides, Ovidio, Séneca, Racine... La juventud, la belleza, la edad y la soledad lleva a los amantes a consumar su amor, pero la verdad siempre aflora y se desencadena el destino de muerte. El “fatum” que destruye la ilusión del amor.
Lope parece inclinar su justificación y simpatía por el duque de Ferrar en lugar de hacerlo por su hijo el Conde, aunque su papel lo cuida en los diálogos con hermosas frases sobre el amor dentro del deseo y no consumación. La duquesa de Ferrara abre el tema al mencionarle al joven conde el nombre de Hipólito. Ya no hay dudas, todo va rodado por las circunstancias que llevan al precipicio, al amor consumado que ha de pagar su pena según el pensamiento del autor.
El duque de Ferrar no quiere venganza sino castigo de un mal que no puede quedar impune. La traición de una esposa y de un hijo ha de ser pagado, así lo requieren las moiras en la mitología griega, así lo exige el honor calderoniano que en este caso es lopesco.
El programa de mano cita a los actores Mario Vedova, Alicia Garau, Bruno Ciordia, Jesús Fuente, Alejandra Mayo, Rodrigo Arribas, Jesús Teissiere, Manuel Sánchez Ramos y Belén Ponce de León. No se especifican los papeles que desempeñan por lo que resulta confuso en las atribuciones para el gran público. Así no se favorece la identidad de los actores. La dirección es de Ernesto Arias, que ha hecho una buena labor de movimiento de actores. La voz de “Aurora” se perdía en algunos casos.
En suma, una obra que vale la pena ver porque es amena, divertida y dramática al mismo tiempo.