www.euromundoglobal.com

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

En el preestreno de “Piaf - voz y delirio”

  • Producida por Smedia recala en el Teatro “FÍgaro” de Madrid uno de esos espectáculos que alcanzan tu corazón y tu mente a la vez.

domingo 17 de junio de 2018, 18:11h

Por Germán Ubillos Osolich (*)

16JUN18 –MADRID.- La vida de Edith Piaf encarnada de forma prodigiosa por una artista prodigiosa Mariaca Semprum, escrita por Leonardo Padrón y con las canciones y los pasajes de la vida tormentosa, intensa y desgarrada de esa leyenda viva y eterna que es la Piaf.

En el preestreno de “Piaf - voz y delirio”

La verdad, yo no esperaba mucho por no decir nada en mi despiste, acompañado por mi amiga Pilar G.M, periodista y propietaria de una importante revista del mundo del taxi a quien conozco y con quien he colaborado largos años en estrecha amistad, pues es mujer equilibrada y tenaz, además de guapa e inteligente, con esa clase de no olvidar a los amigos cuando éstos inician la decadencia.

El “Fígaro” de mi amigo Ángel García Moreno, donde asistiera hace décadas a funciones inolvidables como aquella de “La Criadas” de Genet, creo que era Nuria Espert sobre coturnos y en un escenario circular e inclinado hacia el público.

Ahora el piso de arriba aparece desmontado y quedan a la vista las gruesas vigas de acero que lo sostenían como el esqueleto visible de un dinosaurio gigantesco. Al mirar hacia arriba algo me estremeció.

El patio de butacas se llenó de bote en bote de caras conocidas, de artistas , coreógrafos y gentes del espectáculo , cuya visión mezclada con mi lecturas sobre los padres de Teresita de Lisieux, de Stefan Zweig y de “Arde el Tiempo”, el libro de mi amigo Carlos Aganzo dedicado de su puño y letra en una presentación exquisita, amenizada por Amancio Prada y con asistencia de Luis María Anson, Luis Antonio de Villena, mi primo Javier Lostalé y otras personalidades todas de la cultura y la poesía, tenía recalentada mi alma previamente como para recordar cuanto había visto a lo largo de mi vida en el ya viejo “Fígaro”.

Pues bien, esa mujer increíble que es la venezolana Mariaca Semprún, había estudiado tan a fondo la personalidad, los movimientos, la voz, el cuerpo artrítico inyectándose morfina para poder salir al escenario a cantar, de la Piaf, con un movimiento escénico permanente de decorados desmontables que se transforman en hogares, en calles, en bistrots, en esquinas de Paris, esa ciudad irrepetible donde pasé un par de veranos cuando pintaban en las fachadas “Argelie Francaise egal a guerre”, y todos los aquellos discos, y a la que volví con todas mis novias y con mi hermana y con mi mujer; la ciudad de la luz, “La Majestad” como me gusta definirla en mis libros; que a poco de empezar la representación, receloso contemplaba a la actriz y sus movimientos de manos increíbles, las manos de la cantante, la voz inconfundible, irrepetible, pasajes angustiosos como el de la muerte de su hombre y compañero más querido en accidente aéreo cuando regresaba de América a Paris a requerimiento de ella. Los desplantes, las frases, el rasgueo vital de aquella mujer menuda muerta prematuramente de tanta vida y tanto alcohol, de tantas penalidades vividas y tanta gloria, cuando la gloria ya no nos sirve para nada, pues estamos recauchutados o por mejor decir hechos una pena, tan desechos; que llegado un momento yo mismo y todo el público que llenaba la sala sentimos un estremecimiento entre maravillados e incrédulos al comprobar que aquel ser que se debatía, vivía y cantaba en el escenario era la propia Edith Piaf.

La luces fantásticamente utilizadas, la pantalla brillante donde se proyectan las calles de París, los transeúntes, el ejército de Hitler desfilando por ellas, la ocupación, la postguerra, una obra tan bien dirigida, tan milimétricamente movida por unos seres anónimos que no hablan y van y vienen trasladando los muebles; y la orquesta al fondo y el pianista…. Bueno, es muy difícil explicarles lectores lo que sentimos todos. El público enardecido, puesto en pie aplaudiendo y gritando al percatarnos que la mujer en carne y hueso del escenario se agigantaba y era la propia Edith Piaf resucitada que venía a este mundo a abrazarnos a todos. Un escalofrío, algo genial, un diez, irrepetible, inolvidable, en un escenario de cristal o de hielo pero con la fuerza y el calor del sol.

Eso es “Piaf, voz y delirio”, algo por lo que ha merecido la pena vivir, yo, pobre de mí que entraba tan despistado.

Vayan ustedes y vean, y juzguen y sientan, y me digan entonces si es verdad o mentira lo que les estoy contando.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (21)    No(0)

+
0 comentarios
Portada | Hemeroteca | Índice temático | Sitemap News | Búsquedas | [ RSS - XML ] | Política de privacidad y cookies | Aviso Legal
EURO MUNDO GLOBAL
C/ Piedras Vivas, 1 Bajo, 28692.Villafranca del Castillo, Madrid - España :: Tlf. 91 815 46 69 Contacto
EMGCibeles.net, Soluciones Web, Gestor de Contenidos, Especializados en medios de comunicación.EditMaker 7.8