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¿Porqué quieren sabotear la realización de la Copa del Mundo Rusia 2018?
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¿Porqué quieren sabotear la realización de la Copa del Mundo Rusia 2018?

  • Las potencias occidentales no saben qué artilugios utilizar para boicotear el Mundial de fútbol que se realizará en el verano de 2.018 en Rusia.
  • Primero fue Estados Unidos quien, a raíz de su absurda y dolorosa eliminación en la última fecha de las clasificatorias, propuso la realización de un “Mundial paralelo” con aquellos equipos eliminados que cuentan entre sus filas con grandes estrellas del fútbol internacional.

martes 17 de abril de 2018, 14:32h

Por Rodrigo Bernardo Ortega

17ABR18.- La propuesta fue inmediatamente desestimada por la FIFA pues no se permite que se juegue un torneo en paralelo a la Copa del Mundo. Sin embargo, el ente del fútbol no desaprobó del todo la propuesta de la Federación de Estados Unidos. De acuerdo con Michel Lewis un especialista en fútbol de ese país, “esto parece una idea para hacer dinero. Lo conciben como un flujo de dinero positivo”.

El objetivo es recuperar los 12 millones de dólares que la FIFA pagará a los equipos clasificados a la cita orbital y como para Estados Unidos todo es un negocio, no se desaprovecharía la oportunidad. Además, la cadena televisiva Fox Sport no está nada contenta con la eliminación del equipo de las barras y las estrellas pues pagó 425 millones de dólares por la adquisición de los derechos de transmisión. Sin embargo, a pesar de las razones económicas y de publicidad también hay una motivación claramente política: sabotear a como dé lugar el verdadero Mundial de fútbol que se llevará a cabo en Rusia. Como si se tratara de la Guerra Fría, un bloque de países occidentales pretende empañar la fiesta del gol. No obstante, con lo que no cuentan este bloque es que la mayoría de los participantes son “países no alineados”, es decir, naciones libres e independientes que sólo se concentran en el evento deportivo.

El otro país fuertemente interesado en boicotear el Mundial es Inglaterra. Ya había expresado su deseo desde que le fue adjudicada la Copa a Rusia, pero no encontraba un detonante, una excusa o motivo válido para manifestarse en su contra. Entonces ocurrió el “caso Skripal”. El espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia fueron envenenados aparentemente con un gas tóxico el pasado 4 de marzo de 2.018 en un centro comercial de Salisbury, Inglaterra. Inmediatamente y de manera irresponsable el ministro de Relaciones Exteriores británico, Boris Johnson, acusó a Rusia sin la menor prueba, de ser el culpable del doble asesinato. Su homólogo ruso, Sergei Larov replicó que esto sólo era propaganda lisa y llana que buscaba aumentar la tensión entre ambos países. Y lo logró. Tan sólo diez días después de los sucesos, Londres expulsó a 23 diplomáticos rusos y anunció sanciones económicas. Moscú hizo lo propio tres días después y el 30 de marzo expulsó a diplomáticos de 23 países por tomar medidas “poco amistosas” y sin pruebas. De hecho, Estados Unidos, Ucrania, Canadá y miembros de la Unión Europea se confabularon en contra de la nación euroasiática.

Las declaraciones del gobierno ruso no faltan a la verdad pues un mes después del incidente, los expertos no pueden probar que el agente nervioso utilizado para envenenar al espía fuera producido en ese país (Entonces, el asesinato de Skripal y su hija puede dar lugar a diversas interpretaciones que se alejan sustancialmente de la versión occidental basada en la exclusiva responsabilidad del gobierno ruso. En efecto, si se pensara en su justa proporción, el asesinato de un espía no tendría por qué desatar una crisis diplomática como la que se vive hoy. Desde esa perspectiva cobraría sentido la hipótesis según la cual el bloque occidental (fundamentalmente Estados Unidos y Reino Unido) crearon “el caso Skripal” para fortalecer la idea del “enemigo en común”. De ahí que la “nueva Guerra Fría” sería un artificio ideado desde la Casa Blanca para justificar una serie de circunstancias que iremos desagregando.

Por una parte, es plausible la teoría del gobierno ruso: la tensión política derivada del “caso Skripal” es una cortina de humo para justificar el excesivo gasto militar de alianzas como la OTAN. En este sentido, el propósito es crear un bloque “anti-ruso” con el fin de brindar seguridad artificial. Según el viceministro de exteriores de la nación euroasiática, el presupuesto de dicha organización multilateral oscila entre los 270.000 y 400.000 millones de dólares. Esto quiere decir que para justificar ante la opinión pública un gasto tan desproporcionado, los miembros de la OTAN deben buscar “un gran enemigo” que han fijado en la figura de Rusia. De este modo, sumado a la presión militar en el este de Ucrania y a las fuertes sanciones económicas de las que ha sido víctima el Kremlin, ahora se suma el hecho de convertirlo en una amenaza para la seguridad de occidente. Sin embargo, el problema es que el argumento del enemigo externo es demasiado débil y en el mundo globalizado de hogaño es complicado polarizar, más cuando Estados Unidos ha dejado de ser el único hegemón del sistema internacional.

De otro lado, las pesquisas realizadas por los investigadores confirmaron que las acusaciones del gobierno británico no tienen ningún fundamento científico pues no se puede comprobar, de ninguna manera, que el gobierno ruso esté detrás de los sucesos. No obstante, sí existe una evidente motivación política. Es claro que la muerte del espía ruso se da en la antesala de la Copa del Mundo y que resulta conveniente para agitar las aguas de la especulación. Ahora las redes están inundadas de noticias falsas que buscan empañar la realización del Mundial. Las primeras consecuencias ya se han manifestado con la negativa del gobierno británico de enviar su representación diplomática a los partidos que dispute su selección, incluida la familia real. A este “boicot político” se han sumado varias naciones en solidaridad con el Reino Unido, la última de ellas, Islandia. Con todo, el “caso Skripal” funciona perfectamente como un chivo expiatorio para torpedear la realización del Mundial y así afectar ante los ojos del mundo, la imagen del evento. No debe perderse nunca de vista que toda esta campaña en contra de Rusia puede obedecer a una retaliación por parte de la federación inglesa de fútbol por no ser elegida sede para la máxima cita del fútbol.

No obstante, toda la propaganda empleada por el gobierno de Reino Unido en contra del Mundial puede venirse en su contra. En efecto, la FIFA ha procurado desvincular el deporte de los acontecimientos políticos desde su creación, con lo cual, espera que la tensión diplomática entre las naciones pueda resolverse en las canchas de fútbol. Sin embargo, de acuerdo con un artículo del periódico The Telegraph en caso de que la federación inglesa opte por no tomar parte de la cita orbital deberá pagar una multa de 250.000 francos (unos 262.000 dólares). Además, según el artículo 6 de los reglamentos de la FIFA, cualquier asociación que se retire de una competición puede exponerse a la exclusión de eventos posteriores. En otras palabras, si la selección de Inglaterra no va al Mundial de Rusia por sostener un boicot incoherente, es probable que la FIFA la sancione para la Copa del Mundo de Catar en 2.022. El riesgo es mayor si se toma en cuenta los continuos comentarios que lanza el desencajado ministro de relaciones exteriores británico quien comparó el Mundial del 2.018 con los Juegos Olímpicos de 1.936 organizados por la Alemania nazi que buscaron, según sus palabras, la “glorificación de Hitler” Por los motivos antes expuestos, es muy probable que la selección inglesa de fútbol participe en el Mundial, pero en los próximos meses ampliará su espectro de críticas y campañas de desprestigio en contra de Rusia. Así pues, el propósito de los gobiernos de Londres y Washington es buscar activamente socios para deslegitimar el Mundial de fútbol, es decir, pretenden politizar cada acontecimiento que ocurra restando la importancia vital que tiene la Copa del Mundo para sus aficionados. En otros términos, su objetivo es disminuir la cuestión deportiva a su mínima expresión.

Empero, por fortuna del espectáculo, la propuesta no ha recibido eco en ciertos sectores. La canciller alemana, Angela Merkel desestimó la propuesta de boicotear el Mundial, pero sí pidió acelerar las investigaciones del “caso Skripal”. Esta decisión muestra que los países saboteadores se están quedando solos en su pretensión, aunque ya han hecho daño con sus declaraciones. Por esa razón, los gobiernos del bloque occidental se encargarán de promover escándalos y falsas acusaciones todo para afectar la imagen del evento y de paso el liderazgo del presidente Vladimir Putin que, dicho sea de paso, obtuvo una significativa victoria electoral hace solo unas pocasde semanas.

Inglaterra buscará a toda costa crear una imagen de incertidumbre frente a la seguridad en Rusia para evitar el turismo y las importantes ganancias que deja una Copa del Mundo. Para ello se emplearán todo tipo de artimañas y no se descartan sucesos como el del espía ruso. Si bien las potencias occidentales quieren afectar la realización del Mundial para culpar al gobierno ruso de la situación de seguridad en Europa, la venta de boletería para los partidos y la fiebre que se respira a pocos días del pitazo inicial, muestran un clima totalmente diferente. El problema es que las declaraciones de los gobiernos británico y estadounidense están promoviendo un discurso xenófobo en contra de los ciudadanos rusos. Ya se tiene la experiencia de la Eurocopa de Francia, donde los ultras de varias selecciones cometieron desmanes, de ahí que deba prestarse atención a la presencia de hooligans ingleses que puedan caldear los ánimos. Pero al margen de estas consideraciones, lo realmente importante es que el fútbol triunfe por encima de los intereses mezquinos de gobiernos paranoicos.

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